Las fresas no se riegan con una manguera y sin control. Muy al contrario. Según explican los agricultores de Huelva que se dedican al fruto rojo, sus explotaciones agrarias cuentan con la tecnología de última generación que les permite controlar el gasto de ... agua al milímetro. Tanto es así que, mediante una aplicación móvil, el agricultor sabe cuántos minutos exactos debe regar su cultivo. No es una exageración. El sistema especifica: hoy, que hace sol, 86 minutos bastan; mañana, nublado y con esta humedad, basta con 63. Ni uno más.
Este sistema no solo es una forma de proteger el medio ambiente, señalan desde el sector. También controla gastos. Pero, desde luego, reduce el posible impacto que tienen estos invernaderos en la zona. Los agricultores explican que son conscientes de que están cerca del parque de Doñana. Aunque no todos.
«Lucena está a 30 kilómetros del espacio natural», subrayan desde la Plataforma de Regantes. «Esto no es parque ni nada parecido, siempre se ha cultivado». Y lo dicen con vehemencia porque están hartos de que quienes no conocen el entorno digan «barbaridades» como que están poniendo plásticos en medio de Doñana. «Si alguien lo hace, que lo pague, para eso está la ley», se defienden.
El riego por minutos no es la única innovación de la que echan mano en el sector del fruto rojo para cuidar sus cultivos y también el medio ambiente. Tienen, por ejemplo, sensores bajo tierra, ocultos al ojo humano pero que les dan datos sobre cómo se mueve el agua bajo sus pies. Más bien bajo las raíces de sus plantas. Con esa información son capaces de aplicar un riego más eficiente. Menos gasto de agua es menos coste, menos impacto y más beneficio económico y ambiental.
En esa línea también están empezando a controlar los nitratos que se vierten al suelo como parte del abono que usan para mejorar el crecimiento de las plantas. Han desarrollado un sistema, que ya se aplica en algunas explotaciones, por el que consiguen que ese elemento se quede junto a las raíces y no se filtre más allá. Evitan así escenarios como el del Mar Menor, donde un exceso de este material ha provocado un problema ecológico de primera magnitud.
Los agricultores de Huelva son conscientes del daño a su imagen de la polémica sobre el agua de Doñana. Y por eso insisten: «Aquí cuidamos el parque porque sabemos que es de lo que vivimos también».
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