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¿Por qué el Paseo de los Tristes de Granada se llama así?

El sobrenombre le llegó a principios del siglo XIX, cuando se convirtió en el camino habitual para acceder al cementerio de San José

Hay controversia sobre el punto de arranque: unos lo sitúan en el Camino de Darro, junto a la Plaza Nueva, y otros a la entrada de la Plaza del Padre Manjón

Cómo visitar la Granada turística sin ser un turista más

La Carrera del Darro, punto de arranque (o no) del Paseo de los Tristes g. ortega
Guillermo Ortega

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Antes que hablar sobre el origen del nombre, hay que ocuparse de un matiz: ¿dónde empieza realmente el Paseo de los Tristes? Para muchos granadinos, sobre todo los que llevan en la ciudad varias generaciones –los de ocho apellidos granadinos, por decirlo de otra manera- eso no es en absoluto un tema baladí.

Muchas guías dan por hecho que arranca en la estrecha calle que se abre después de traspasar la Plaza Nueva. A un lado tiene casas y al otro, un riachuelo. Se llama Carrera del Darro porque tal es el nombre del río. Pero lo que dicen las guías no siempre tiene por qué ser cierto.

Es un trayecto delicioso, uno de los más bonitos paseos que se pueden hacer en Granada. A un lado hay edificios que son en ocasiones auténticos palacios, los más antiguos datados en el siglo XVI. En los bajos abundan las tiendas de regalos y también los establecimientos de ocio y restauración.

Hay vestigios de una época aún anterior, como los baños árabes de El Bañuelo, de la etapa en la que los nazaríes tenían en Granada su último bastión y muchos de ellos habitaban en el barrio del Albaicín, que es, por acortar, todo lo que queda encima del Paseo de los Tristes.

Enfrente está el río, que discurre tranquilo hasta que llega a la zona abovedada que más adelante lo lleva hasta verter sus aguas en el Genil. Contemplarlo es obligatorio, como también lo es cruzar alguno de los cuatro puentes que llevan hasta el otro lado, en la falda de la colina que corona la Alhambra. En tiempos llegó a haber catorce puentes.

Recorriendo ese trayecto se pasa por algunos lugares de mucho interés, como la Casa de Castril, ahora sede del Museo Arqueológico y en cuya fachada se puede leer un intrigante mensaje –'Esperándola del cielo'- que remite a una truculenta historia. Y finalmente se llega hasta la Plaza del Padre Manjón.

La Casa de Chirimías marca la frontera y es un punto fundamental. Es un edificio barroco que perteneció a los Señores de Castril. Éstos, en 1609, cedieron unos terrenos colindantes que se convirtieron en el Camino de la Puerta de Guadix, aunque desde el principio del siglo XIX empezaron a llamarlo Paseo de los Tristes.

Desde la Plaza del Padre Manjón se divisa una panorámica fantástica de la Alhambra g. ortega

¿Por qué? Porque era el camino que conducía al recién inaugurado cementerio de San José, ubicado más arriba de la Alhambra y, por si viene al caso decirlo, uno de los más bonitos de España. Los familiares y allegados de los fallecidos acompañaban a los féretros compungidos y llorosos. Tristes, en definitiva.

La Plaza del Padre Manjón, desde luego, tiene una visita. Desde allí es posible contemplar la que probablemente sea la mejor vista de la Alhambra, porque se divisan el Generalife, los Palacios Nazaríes y la Torre de la Vela. Al atardecer, aquello es un espectáculo. El monumento granadino por excelencia se va tornando rojizo y así hace honor a su nombre: Alhambra viene de Al-Hamra, que significa La Roja.

En cualquier caso, tanto si se inicia la visita en la Plaza Nueva como si se hace desde Padre Manjón, es un trayecto muy agradable. Subir por la llamada Cuesta de los Chinos para llegar a la Alhambra es ciertamente recomendable, aunque implica subir un trecho considerable.

Muy importante esto que viene a continuación: la Carrera del Darro no es enteramente peatonal; está permitido el tráfico de taxis, microbuses y coches autorizados. Es un engorro porque de vez en cuando hay que arrimarse a una acera para dejar paso. Pero si deben hacerlo, no tengan prisa y tómense su tiempo. Tengan en cuenta que, en esa zona, el peatón tiene prioridad. Los vehículos deben esperar y bajo ningún concepto se les permite tocar el claxon para reclamar sus derechos. Allí tienen menos que los transeúntes.

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