Uno de los lugares más históricos de España está en Granada, es discreto y no está abierto al público
La ermita de San Sebastián fue el lugar donde Boabdil dio las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos y se ofició la primera misa en España tras finalizar la Reconquista
Construida en el siglo XIII, primero fue un templo árabe y a lo largo de los siglos ha sobrevivido a las crecidas del río Genil y ha llegado a ser una taberna
De un cuadro de Isabel la Católica a la madera: la historia de la Virgen de las Angustias de Granada
La ermita, muy discreta, está alejada de los puntos más turísticos y visitados de la ciudad
¿Puede haber en Granada un lugar más histórico que la Alhambra? Pues a lo mejor sí. La ermita de San Sebastián, de la que se habla muchísimo menos y que normalmente está cerrada al público, salvo cuando se ofician misas, puede disputarle ese puesto de privilegio al monumento nazarí. Es historia pura, no sólo de Granada sino de España.
Porque en ese pequeño templo, situado al lado del río Genil y apartado del circuito turístico local, fue donde los Reyes Católicos se citaron el 2 de enero de 1492 con el rey Boabdil el Chico para que éste les entregara las llaves de la ciudad como muestra simbólica de su rendición.
Después, Boabdil y su séquito se fueron hacia la costa y el ya depuesto rey nazarí, desde lo alto de un cerro ahora llamado Suspiro del Moro, miró hacia atrás, vio lo que dejaba y lloró, lo que, según cuenta la historia, le valió una reprimenda de su madre, Aixa: «Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre».
Mientras tanto, los reyes presidieron la primera misa de la España cristiana después de 777 años de dominación musulmana. La Reconquista, iniciada en Asturias por Don Pelayo en el año 722, había finalizado. En un lateral del templo hay una discreta placa que conmemora lo ocurrido ese día.
En un lateral hay una placa que conmemora la celebración de la primera misa tras la Reconquista
El punto de encuentro no se eligió al azar. Durante los dos siglos anteriores, la ermita había sido un morabito, un templo árabe levantado en 1218 que, además, estaba muy cerca del Alcázar de Genil. Ese monumento, aún en pie, era un espacio para el recreo de los mandatarios del reino nazarí. También, en la época del asedio cristiano, fue una especie de tierra de nadie, un lugar de encuentros entre musulmanes y cristianos, de respiro entre ataque y ataque.
Tras la Reconquista fue dedicado al culto cristiano y consagrado a los santos Sebastián y Fabián, también conocidos como los Santos Mártires. El primero de ellos era por entonces el patrón de Granada, anuque desde finales del siglo XVI lo es San Cecilio.
Pero antes de eso, en esa ermita se produjo un segundo hecho histórico, o por lo menos importante para la historia de Granada: allí se depositó un cuadro donado por la reina Isabel la Católica con una imagen de la Virgen de las Angustias. Lo había llevado consigo durante la última etapa de la Reconquista. En 1545 se fundó allí la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, la más antigua de la ciudad.
La bóveda es el elemento de más interés artístico del templo
Desde entonces ha sufrido varias remodelaciones, ha sido ampliada, ha sobrevivido a alguna que otra crecida del río que pasa a su lado y en el siglo XIX, tras la desamortización de Mendizábal, pasó a manos del Ayuntamiento de Granada, de ahí a manos privadas y llegó a funcionar como una taberna.
En 1933 fue declarada Monumento Nacional, un título que la salvó de su demolición porque por entonces presentaba un aspecto casi ruinoso. Ahora depende de la parroquia de San José de Calasanz y sólo está abierta los domingos para la celebración de la misa, a las 10.30 de la mañana, aunque es posible visitarla también durante las semanas previas a la Semana Santa, porque allí se reúne la Hermandad de la Expiración.
En los últimos años ha habido algunos intentos de realzar su valor histórico -mayor que el artístico, porque por dentro tampoco es de las iglesias más bonitas de Granada, ni mucho menos- y hasta se ha propuesto como centro de la conmemoración anual, el 2 de enero, de la Toma de Granada. A la espera de que esos acontecimientos lleguen o no, la ermita se mantiene ahí, discreta y en segundo plano, pero sabedora del papel que ha jugado.
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