La historia del granadino Daniel Carretero: Cuando acabar una tesis doctoral significa celebrar la vida
Este joven andaluz se convierte en doctor en Farmacia dos años después de sufrir un accidente que casi le mata y que le dejó secuelas físicas y neurológicas
Un coche le atropelló mientras iba en bici en Faro (Portugal) y sufrió daños irreversibles, pero aunque convive con el dolor nunca pensó en dejar su proyecto
![Daniel Carretero, en un laboratorio de la Fundación Medina, donde trabajó desde que finalizó la carrera](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/01/24/Portada-RSVMX7HHgAySD5Q3Ka08wIL-1200x840@abc.jpeg)
Podría estar criando malvas pero, en lugar de eso, acaba de obtener el Doctorado en Farmacia. Hay historias de superación personal conmovedoras y la del granadino Daniel Carretero es sin duda una de ellas.
El 17 de agosto de 2021 se encontraba en Portugal, ... cerca de Faro, junto a su pareja y otros cuatro amigos. Ese día decidieron hacer una ruta ciclista camino hacia Aljezur. De pronto, un vehículo que circulaba casi al doble de la velocidad permitida intentó adelantar en una zona prohibida y enganchó literalmente a Daniel, lo transportó en el parabrisas y lo depositó bruscamente en el suelo unos setenta metros más adelante.
Llevaba casco y eso le salvó la vida, pero en el primer impacto se rompió el lateral izquierdo del cráneo y en el segundo, el lateral derecho. También sufrió graves daños en el brazo izquierdo, abrasiones en una rodilla y un fuerte golpe en el pie izquierdo que le empeoró una lesión de pie zambo que ya tenía.
Tres de los cicloturistas que iban con él eran médicos y su actuación resultó fundamental, pero eso no le libró ni mucho menos de ir al hospital de Faro. Estuvo tres días en la UCI, literalmente entre la vida y la muerte. Controlaron la hemorragia, que era lo peor de todo, así que ganó lo primero. Pasó a planta, lo trasladaron a la unidad de Traumatología del Hospital Virgen de las Nieves de Granada y ahí comenzó un lento periodo de rehabilitación, que de hecho aún se prolonga.
Un ruido de fondo continuo
Porque a Daniel le han quedado secuelas, algunas permanentes. Además de cicatrices y señales en el brazo fracturado, ha perdido el 60% de audición en el oído derecho y en el izquierdo sufre un acufeno que «está siendo un infierno, porque es un pito que siento continuamente, que me acompaña todo el tiempo. Ahora mismo que estoy aquí sentado contigo, lo noto. Me limita mucho porque no me deja concentrarme».
Completa el cuadro la lesión en el pie, de la que se tiene que operar pero que está retrasando «porque psicológicamente no quiero pasar por otro postoperatorio largo y otro tratamiento» y una parálisis facial en la parte izquierda que le causa «una tensión muy fuerte».
![El ya doctor simula uno de los experimentos que realizaba cuando era investigador](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/01/24/Probeta(1)-U23658051083GaG-760x427@abc.jpeg)
Ha pasado «por un gran número de hospitales» y convive continuamente con el dolor. Es algo a lo que confiesa haberse acostumbrado. Podría compararse a una migraña fuerte, con la diferencia de que es «un dolor punzante y repentino».
Otra de las secuelas es también neurológica. Cuando se concentra mucho, por ejemplo delante de una pantalla, le dan «calambres cerebrales que pueden desembocar en epilepsia. Eso me limita porque no puedo estar mucho tiempo concentrado».
De todo lo que le ocurrió no se acuerda, se lo han contado. Pero dice que cuando despertó en el hospital, lo primero que le preguntó a su pareja, la brasileña Denise Medeiros, fue: «¿Sabes si se ha publicado el artículo en la revista?» Un poco extraña, desde luego, pero también una demostración de que él andaba por entonces muy metido en su tesis.
Pero para explicar eso toca rebobinar: antes del accidente, este granadino criado en La Línea de la Concepción (Cádiz), trabajaba en la Fundación Medina, un centro dedicado a la investigación de Medicamentos Innovadores en Andalucía (de ahí el nombre de Medina, que en este caso es un acrónimo).
Llevaba allí desde que terminó sus estudios de Farmacia en la Universidad de Granada. La Fundación Medina es una organización sin animo de lucro participada por MSD España, la Junta de Andalucía y la Universidad de Granada que se dedica a la investigación en descubrimiento de fármacos a partir de fuentes microbianas. Cuenta con una de las colecciones de microorganismos más grandes del mundo.
![Añora su antiguo empleo, pero ahora le toca «reinventarse» por consejo de los neurólogos](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/01/24/Laboratorio-U85307606630GVK-760x427@abc.jpeg)
Daniel Carretero trabajaba como investigador y cuando sufrió el accidente estaba en la fase final de su tesis doctoral. «Tres días antes del viaje mandé a una revista mi último artículo, porque la tesis es un compendio de publicaciones y exigen tres como mínimo. Me faltaba escribir los resultados, porque la parte experimental estaba hecha. Restaba poner los tres artículos juntos, escribir una introducción, añadir unas conclusiones, darle a todo un formato… Habría sido la parte más sencilla en circunstancias normales, pero en las mías…», rememora.
No estaba para mucho esfuerzo, la verdad. Al proceso de recuperación física y neurológica se le unía una terapia psicológica para aceptar que, con sólo treinta años, tenía la baja laboral definitiva por incapacidad permanente. «Debía aceptar que era una persona hasta cierto punto incapacitada», incide, para añadir que se alegra de que por lo menos «vivamos en un Estado del Bienestar que reconoce que ese contratiempo tan fuerte que sufrí es un hándicap que te impide seguir desarrollando tu profesión. Si esto me pasa en un país menos desarrollado, mi suerte habría sido bien diferente».
Vuelta a la tarea con inestimables ayudas
No pudo seguir investigando, pero sí le permitieron continuar con su tesis dirigida por los doctores Fernando Reyes Benítez y Javier Ortiz López, compañeros a los que agradece expresamente «la comprensión que demostraron en todo momento, su implicación total con mi trabajo y mi situación y su respaldo en mi decisión de pausar la tesis».
Porque aunque quiso retomarla al ritmo anterior. «Mi planteamiento al principio era terminarla como fuese, pero no era consciente de mi daño cerebral, de su dimensión. Vi que no podía, porque iba a rehabilitación cognitiva, allí tenía que intentar hacer una secuencia lógica de reconocimiento de números y a los 15 minutos tenía una fatiga enorme. En casa me ponía con la tesis y es que no podía, era frustrante. Tanto los rehabilitadores cognitivos como los neurólogos me recomendaron dejarlo, o por lo menos hacer una pausa, y eso hice».
Abandonarla nunca fue una opción. Sí admite que en ciertos momentos se preguntaba «por qué seguía sometiéndome a algo que, aunque quería terminar, me suponía complicaciones por el tiempo que le tenía que dedicar y un sentimiento de frustración al ver que lo afrontaba con más dificultad. Pero no me planteé tirar la toalla de manera seria. Le había dedicado tanto tiempo que me iba a dar pena no verlo».
Lo ha visto, por supuesto que sí. El lunes 22 de enero de 2024 la presentó en el salón de actos de la Fundación Medina y lo hizo con la brillantez que esperaba uno de sus preparadores. «No tenía ninguna duda de que la iba a defender de maravilla», recalca Javier Ortiz. El resultado: sobresaliente cum laude.
![Muestra orgulloso su tesis y también la enorme cicatriz de su brazo derecho](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/01/24/Tesis-U65061517663qCZ-760x427@abc.jpeg)
«Y no me la han regalado, no me la han dado por pena», bromea el ya doctor, que hace hincapié en que de hecho la exposición tuvo «bastante dificultad» y tras finalizar los profesores reconocieron que estaba «por encima de la media».
Todo lo dio por empleado cuando escuchó el aplauso unánime y cerrado de los compañeros, amigos y familiares que acudieron. Hasta componentes de la tuna de Ciencias, a la que él pertenecía, se sumaron a la fiesta. «Más que celebrar la tesis se celebraba la vida, el hecho de que me había recuperado lo suficiente como para hacerla, para terminarla. Es una metáfora de que estos dos años de rehabilitación, desde que volví a andar, desde que recuperé el equilibrio… El aplauso era para celebrar también todo eso y es algo que aún no he asimilado del todo. Por lo pronto mi sentimiento predominante es de satisfacción y también de agradecimiento».
La tesis, por cierto, tiene un título difícil de memorizar: 'Ampliación del espacio químico de metabolitos especializados de origen microbiano. Elucidación estructural y biosintesis de nuevos productos naturales bioactivos procedentes de actinomicetos'.
Conseguido el reto, queda saber qué le depara el futuro. Daniel Carretero percibe una paga por su incapacidad laboral permanente y, aunque le gustaría volver a trabajar, asume que no será posible en el campo en el que hasta ahora se ha desenvuelto. «Los terapeutas me aconsejan que haga algo más manual, menos cerebral, porque si me excedo puedo sentir esos calambres que desemboquen en la epilepsia. No sé, ahora tengo que reinventarme».
Una nueva vida en Alemania
Lo hará en Alemania, donde vive y trabaja su pareja, que también es investigadora y para quien tiene las mejores palabras «porque en los dos primeros meses de mi recuperación yo era absolutamente dependiente y ella incluso puso en riesgo su puesto de trabajo para cuidarme. Por fortuna en su empresa supieron ser comprensivos».
Vivirán en Nussloch, un pueblo cercano a Heidelberg y a una hora de Frankfurt. Admite que desea saber cómo será allí su vida y por lo pronto tiene claro que le dedicará tiempo a la música. Ya no en la tuna, porque allí no se estilan, pero sí en un grupo de tendencia folclórica en el que toca el saxofón.
Tiene que seguir haciendo mucha rehabilitación, entre otras cosas para que el brazo gane movilidad. Y luego vendrá lo del pie. Va poco a poco y se alegra de los pequeños triunfos, como volver a montar en bici. No lo ha vuelto a hacer en carretera, en parte «porque aquello me dejó un trauma» y también porque su sistema de equilibrio ha quedado dañado. «Si miro para atrás y luego para delante, me caería. Pero para salir por el campo, en un sitio donde no haya tráfico, puedo disfrutarlo y me hace sentir muy bien, es de las mejores terapias», concluye.
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