Sociedad
Testimonios de la acogida en Córdoba: «Teníamos casa y tiempo; ahora éste es nuestro modelo de familia»
Reportaje
Una familia de clase media cordobesa relata su experiencia con nueve menores
Córdoba tiene 178 familas acogedoras, insuficientes para todos los menores
Ariadna, de 12 años, es hija única y pese a ello tiene ocho hermanos. Sus padres son Miguel Ángel y Pilar, y juntos forman una de las pocas familias de acogida ajenas que hay en toda la provincia de Córdoba, unas 80 en la actualidad. Son un modelo de familia que lleva ya más de siete años dando amor y cariño a menores de diferentes edades que en algún momento de su vida han necesitado el apoyo de otros padres ante las dificultades de los progenitores biológicos.
«Siempre estamos abiertos a lo que haga falta», aseguran los padres en el salón familiar, donde abundan los juguetes para todas las edades, las fotografías llenas de alegría y un amplio repertorio de medicamentos, necesarios para una familia que acoge a menores con necesidades especiales. Ahora se encargan de un pequeño de 15 meses, alegre y juguetón, que llegó a la casa cuando era apenas un bebé de tres meses. «Requiere mucha atención y estamos cada dos por tres en el hospital», asegura Pilar. Para garantizar el anonimato del pequeño, no es posible indicar su grave enfermedad ni su nombre. Llamémosle Moisés.
Antes que él, Pilar, Miguel y Ángel y Ariadna (los hermanos son fundamentales en la acogida) se habían hecho cargo de ocho menores, todos con carácter temporal (máximo dos años) y de urgencia o con necesidades especiales. Han tenido incluso grupos de hermanos. Llegaron al sistema de acogimiento casi de casualidad, pero no dudaron mucho. «Vimos que podíamos hacerlo. Teníamos una niña y ya no queríamos más. Pero también disponíamos de casa y tiempo. Ahora éste es el modelo de familia para nosotros», apunta la madre.
Los niños aportan alegría a la casa de esta familia cordobesa de clase media. Moisés es una prueba de ello: no para de jugar, se muestra inquieto y responde a las caricias y besos de sus padres y su hermana. También llora cuando algo no le gusta. Pero para llantos, los de la despedida tras el periodo de acogimiento, sea el que sea. Ellos han cumplido siempre los plazos, con un máximo de dos años. Después tocaba despedirse.
Miguel Ángel confiesa que «los duelos son tremendos. Sólo estuve en la despedida la primera vez, después ya siempre ha ido mi mujer». El dolor del adiós -o más bien un «hasta pronto»- se compensa porque eso significa que la familia biológica ha logrado recomponerse. «Sabes que se van seguro. Nosotros somos un paso intermedio y esto te lo dejan claro en la formación», insiste Miguel Ángel.
Para Pilar, las despedidas son malas, pero aún peores son las situaciones en que ha tenido que ir a algún encuentro y la familia biológica no se ha presentado. «Un bebé no se da cuenta, pero cuando ya tienen seis o siete años se les ve en la cara la desilusión», recuerda.
Una vez finalizado el periodo de acogimiento, las familias que han atendido a los pequeños durante un tiempo pueden mantener el contacto. Así ocurre con Miguel Ángel y Pilar: «Nos llaman titos, o a mí mamá Pilar o mamá gordita». Con todo, Miguel Ángel sostiene que lo mejor de la acogida es «lo que aprende mi hija en valores. Es Ariadna quien se lo lleva todo».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete