Pretérito Imperfecto
Siempre el Casco
El patio de vecinos y las piedras que se susurran en la estrechura. Nobles y villanos. Alfayatas y lineros.
El Casco es la vieja Córdoba que resiste. Su esencia y partida de bautismo. El blasón y su hastag. El árbol genealógico y las rayas del wifi. Lo que ha sido, pero lo que tiene que ser. Las señas de identidad. El palimpsesto de ... su historia. La solera del tiempo y su acento más marcado. Las respuestas a muchas preguntas. Las grandes incógnitas. Una escuela de vida. El juego de los silencios. El tocador del encanto. La yincana del sibarita. La primera industria y una enciclopedia popular. La tradición y el chascarrillo. La finura y el azahar. El soberano canónigo y la rasta transgresora. La morena de mi copla y la Feria de los Discretos. Los siete pecados y Pacheco. La capa y el sombrero de ala ancha. El patio de vecinos y las piedras que se susurran en la estrechura. Nobles y villanos. Alfayatas y lineros. El escaparate para pavonearse y el rincón para perderse. La moña de jazmines y la gitanilla briosa. El zaguán de la cordura. La sentencia y el indulto. El evangelio de la leyenda. La puerta que se abre y la calleja que se cierra. El chino lavado y la tesela impresionista. Roma, Bizancio, Damasco, Atenas, Jerusalén y América entre cuatro esquinas. Tres versos que llenan un medio de Montilla y una letanía, otro de Moriles. Una palabra más alta que otra, y una mirada de soslayo. La conversación pausada y la siesta interminable. Los chiquillos correteando bajo el Padre Cristóbal o el Padre Cosme. Seis cuerdas de hondura y la soleá del luthier que la afina. El quejío del Pele en la Corredera. La clausura de una plegaria. El torno de la dulzura. Las manos de Dios y los siete puñales que expiran en la madera. Capuchinos y el Viernes de Dolores. La saeta de la Talegona que tiembla en una vela de misericordia. Las collaciones como continentes. Los soles de colores entre árboles góticos. El terno de la muerte que pasea garboso Manolete por Santa Marina. La mirada sabia de Averroes en la Media Luna. La barra del Churrasco y el olor de Bodegas Guzmán. Los caracoles de la Magdalena, los callos de Encarna en San Lorenzo y la cuña de Santos desafiando toda gravedad. La poesía de Bodegas Campos y la salsa de camello del Picantón. La mala sombra por doquier. Contubernios y pamplinas. El canasto de mimbre y el cordobán que agarra su cuero a la nariz. Los vecinos de Imágenes. La regaora de la Puerta del Rincón. Tirar por la calle de Enmedio como única salida. La academia platónica de la taberna de la Fuenseca. La foto de la Calleja de las Flores y el beso en la del Pañuelo. Contar los escalones de Pero Mato. Dejarse llevar por Ambrosio de Morales. El selfi de Cairuán y la madrugada por Judíos con un sereno llamado Maimónides. La danza de pura raza española en la alta escuela de Caballerizas. Las crines que entrelazan el adjetivo de Gala con la metáfora de Góngora. Los jardines de Cántico. Juncos y nenúfares. Viana y Orive. El borboteo de la fuente que refresca al Indiano. El pueblo que canta con Ramón Medina en San Agustín. Y las voces celestiales que rezan en la Mezquita. Un juramento de San Rafael y el romero calé. El cochero y el patinete eléctrico. Un turista y el sastre de Marroquíes...
Habemus plan, salvemos de una vez el Casco.
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