PASAR EL RATO
Historias de agosto
Al único que no podemos engañar es a nuestro viejo yo de votante decepcionado
![Dos mujeres observan un velero desde la playa](https://s2.abcstatics.com/abc/sevilla/media/andalucia/2020/08/04/s/playa-agosto-amoros-k6MF--1248x698@abc.jpg)
El mes de agosto pide artículos livianos, columnas ligeras como amores de verano. Aunque podría muy bien suceder que un amor de verano se convirtiera en el amor de nuestra vida, un amor para toda la vida. Pero no es esa la intención. En verano, ... todo se va en pasar el rato, sin hacer daño a nadie. En eso se diferencia el verano de Pablo Iglesias, un hombre en el que «hasta su sonrisa era violenta», como habría dicho de él Cioran si lo hubiera conocido. Piensa uno -qué sabrá uno de nada, tiene usted razón, señora- que los artículos de periódico no deben tener pretensiones de profundidad. Ni en agosto ni en diciembre. Pasar el rato, eso es todo. Conviene que un artículo de periódico no se parezca demasiado a Pedro Sánchez, el hombre más pesado de la historia de España. Mi admirado Tono, aquel genio andaluz al que inscribieron en el Registro como Antonio Lara, opinaba que «las cosas cortas se leen siempre». El Quijote lo ha leído poca gente, pero todo el mundo lee esos letreros que dicen: «Prohibido fumar», «No fijar carteles», «Prohibido hablar con el conductor», «Salida de emergencia». Un pequeño esfuerzo adicional, y terminamos de leer el artículo del periódico, que no significa mucho más que un letrero ampliado. En agosto se comprende mejor que en diciembre que el artículo de periódico son cuarenta rayas en el agua. La gente lee nuestros artículos, quien los lea, y sigue su camino. Los lee y los olvida, afortunadamente, pues para eso se escribe en un periódico, para ser olvidado. El eventual lector no se duerme abrazado a la columna, no la recita en la taberna, no toma notas, no la colecciona en carpetas. Nos lee, quien nos lea, nos olvida, y ya está. Por eso no hay que escribir pensando en el lector. El lector es una consecuencia del artículo, no su finalidad. Ante todo y en primer lugar, escribimos para nosotros mismos, para tener conciencia de estar vivos. El lector, si viene, viene después. Al único que no podemos engañar es a nuestro viejo yo de votante decepcionado.
El viento de agosto me trae el sonido del mar. Y retazos de una conversación que tiene lugar a dos metros legales de mi mascarilla.
-Te sigo queriendo, Eulalia María, pero ya no me gustas.
-Para tener 88 años, Manolo Jesús, mantienes intacta tu sutileza de votante de extrema izquierda.
-Son 87, Eulalia María, 87, la edad a la que el difunto padre de Julio Iglesias engendró un hijo.
-Hacer ese descubrimiento precisamente hoy, en que cumples 60 años de satisfactorio matrimonio conmigo, tiene una fundamentación prostática, no intelectual. Has dejado de tomar los alfabloqueantes que te recetó el urólogo, y tu vieja próstata se te ha subido a la cabeza. De cintura para abajo, pareces tener el mismo sistema de pensamiento que Pablo Iglesias. Si a vuestro ateneo incorporáis a la derecha genital básica que representa el torero Ponce, entonces sois tres cuerpos y un solo pensamiento. ¿Tú no estarás pensando hacerme un «ponce», Manolo Jesús, esa vulgaridad? En el hombre, las divagaciones más profundas tienen una sencilla explicación orgánica. Los dos toreros, porque Iglesias es un torero político de salón, están maduros, y se comportan como si estuvieran verdes todavía. Pero tú estás pasado, y hablas como si estuvieras podrido. Anda, torero, dame un apasionado beso de aniversario sin deseo, y verás cómo cambia de color el mar.
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