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Política

Así fue Córdoba 2019 | El año en que Bellido devolvió al PP al poder

Las elecciones de mayo propiciaron un vuelco político que permitió una coalición de gobierno con Cs

José María Bellido en el balcón de la Alcaldía ÁLVARO CARMONA

RAFAEL RUIZ

A José María Belido Roche (42 años, casado, dos hijas) le llamaba la anterior alcaldesa, Isabel Ambrosio , «el contable de José Antonio Nieto ». Era una forma de minusvalorar los méritos de un político con el que, por otra parte, no se llevaba particularmente mal. El contable era la figura gris, más preocupada por el balance de las cuentas que por las cuestiones sociales . Un tecnócrata presupuestario frente a una regidora que decía estar con la gente pero que cometió el error de gobernar sin ella. Las cosas rara vez son lo que parece.

El exconcejal popular de Hacienda se hizo cargo del poder municipal en su partido cuando José Antonio Nieto fue llamado a las cañerías del Estado por Juan Ignacio Zoido . De todos los que estaban allí, de todas las opciones posibles, aquel joven que había echado los dientes en el grupo municipal popular era la alternativa lógica. Poco conocido, cierto, pero con un colmillo cada vez más desarrollado. Una agenda que se trazó a finales de 2016 y que convirtieron cada día del mandato anterior en una jornada de campaña electoral. Existe una pregunta al viento en la izquierda cordobesa y es qué hemos hecho para merecer esto. Cómo es posible que disponiendo de todo el poder municipal, la exalcaldesa Ambrosio ni siquiera fuese capaz de lograr el objetivo de ser la fuerza más votada que es lo que le daban algunos de los sondeos.

Una explicación razonable es justo lo contrario del candidato popular. El ahora alcalde de Córdoba dedicó cada rato de su tiempo mientras fue jefe de la oposición a encuentros con asociaciones, a pasearse por los barrios, a establecer el contacto directo que es el que gana y pierde las elecciones municipales. Ambrosio tenía el armiño del poder pero siempre mantuvo una cierta aversión al cuerpo a cuerpo. Bellido se dedicó intensamente a ello. Igual la respuesta era más simple que todo ello. Cuando tomó posesión de la portavocía municipal, Bellido no montó un grupo político sino un equipo de campaña. Se rodeó de un equipo consolidado que se conoce las elecciones municipales como nadie. En la pared de las oficinas municipales del partido, se colocó un gran mapa de Córdoba en el que se iban colocando chinchetas de colores para saber dónde se había estado y qué quedaba por hacer.

El político popular dejó la gestión diaria en Salvador Fuentes y se echó, literalmente, a la calle. Cuando los sondeos de los diarios avisaban de que las cosas no iban bien, siempre decía lo mismo. Que el PP sería, por poco, el más votado. Que la izquierda no volvería a sumar. Que habría pacto. El dos de diciembre de 2018, el PP había pegado el campanazo desbancando al PSOE en la Junta gracias al acuerdo con Ciudadanos y Vox.

El 27 de mayo de 2019, se celebraron las elecciones municipales más abiertas de las que han tenido lugar en Córdoba. El PP tenía sus números pero no coincidían con los que nadie más. Alguien había convencido al PSOE de que iban tan sobrados que no era necesario hacer una campaña intensiva. Los populares venían de dos años y medio de cafés en El Naranjo, actos de pequeñísimo formato en El Tablero y paseos por los mercadillos de la ciudad. El resultado es el conocido. Bellido consiguió 43.000 votos que fueron suficientes para conseguir nueve escaños en el Pleno por los ocho ediles del PSOE. La izquierda verdadera pagó el pato de un mandato municipal, el anterior, donde se produjeron más extravagancias que logros en la gestión.

Ganemos no pudo presentarse por una lista tildada de fraudulenta y Podemos no logró consolidar posiciones como partido bisagra. IU, que tuvo todo el poder posible, no fue capaz de explicarle a los cordobeses qué se había hecho bien bajo su administración. La irrupción de Cs -que entonces tenía el viento en las velas- hizo el resto. Vox, con sus dos ediles, ni siquiera fue necesario para la investidura.

Bellido llegó a la Alcaldía con un discurso despojado de cuestiones identitarias , de tics que pudieran segmentar el mercado, centrado en el candidato por encima de las siglas. Si se leen los sondeos con atención -si se sale a la calle a tomar café-, una cosa es lo que opinan los políticos y otra las prioridades ciudadanas. El discurso del ganador tuvo carácter transversal frente a los llamamientos a la izquierda-fetén o a la derecha-pata negra. Gobierno para todos, eficiencia en la gestión, impuestos más reducidos, una política para favorecer las inversiones. Lo que todos padres querrían para sus hijos.

Un mensaje que podría firmar cualquier con dos dedos de frente y que entendiese que las elecciones municipales, municipales son. Mensajes de consumo universal, trabajo en redes sociales y, sobre todo, dejarse ver.Las negociaciones con Cs fueron más formales que otra cosa. PP y Ciudadanos ya estaban gobernando en la Junta y el innecesario concurso de Vox hizo aún más fáciles las conversaciones. En Córdoba no se produjo un caso Granada donde aún no se sabe exactamente qué es lo que firmaron para que Luis Salvador se convirtiese en alcalde. El PP redujo las expectativas de Ciudadanos que pretendía quedarse con los ases , los reyes y los caballos de la baraja reclamando un derecho electoral que tenía serias limitaciones por la falta de experiencia de la candidatura.

Y s obrevino un acuerdo en el que los populares mantenían Urbanismo, Hacienda y Cultura , mientras que Ciudadanos se hacía con un área de proyección, Turismo, para Isabel Albás mientras que reservaban las áreas de tralla a Infraestructuras (David Dorado) o Servicios Sociales (Eva Timoteo). No hubo cuchillos largos. No hacía falta. El gobierno de coalición sin Vox era la salida pacífica y lógica en la que todos los contrayentes salían ganando.

Bellido fue investido alcalde en una ceremonia pacífica, alejada de la última vez que los populares subieron al poder. Nieto recibió el bastón de mando con el Ayuntamiento de Córdoba rodeado por colectivos de índole diversa que tardaron tres coma seis en desaparecer de la vida de la ciudad. El cambio de gobierno fue tranquilo, dentro de las circunstancias. Educado, dentro de las diferencias. El PSOE andaba, anda, en una crisis de identidad en su agrupación cordobesa con una candidata que, si las cosas van como parece, se va a tener contestación interna en las primarias como contestación a las afrentas pasadas. En los meses del año en que Bellido ha sido alcalde de Córdoba, le ha faltado hacerse la foto como defensa central en el Arcángel. El resto, se las ha hecho todas.

El murallón generado en Capitulares en el anterior mandato, que solo era accesible para quien tenía el «plácet» , se ha caído. Bellido ha estado rápido en dos o tres medidas de carácter simbólico como el cambio de Foro Romano -facilitado por una gestión municipal que se ha dado de piños con los tribunales- o el espectáculo de Cruz Conde . Lo principal, no obstante, ha sido cumplir con el compromiso de una primera bajada de impuestos que ha afectado a los tipos tributarios relacionados con la creación de empresas y empleo.

Hasta la fecha, el alcalde ha mantenido las bridas de la unidad de acción en el gobierno en el que las quejas son, de momento, en las cafeterías de la calle Capitulares y no frente a los micrófonos, las grabadoras y las cámaras de televisión. Dos partidos, un gobierno. La orden, de momento, se está manteniendo porque en el Ayuntamiento se sabe quién sería el que tiene más que perder con cuatro años como los cuatro del mandato anterior. Tan sorprendentes.

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