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La Cuaresma en ABC

El Vía Crucis del Cristo de la Piedad de Córdoba, el hondo rezo de la Pasión

Intimismo y belleza en el acto común de las cofradías en la Catedral en torno al crucificado que realizó Antonio Bernal para la hermandad del barrio de las Palmeras

El Cristo de la Piedad pone rumbo a la Catedral desde su barrio de las Palmeras

El Cristo de la Piedad, en el interior de la Catedral, durante el rezo del Vía Crucis de las cofradías Ángel Rodríguez
Julia García Higueras

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La inclinación del torso, la policromía del Señor trasladaban a la crudeza de la escena real en el Gólgota, a la poderosa figura de Jesucristo muerto, tras soportar todos los tormentos para redimir a la humanidad de los pecados.

Todo el recogimiento del Santísimo Cristo de la Piedad, sus heridas sangrantes, su calma y su belleza supusieron una invitación a la introspección de la oración, este sábado.

En parihuela y con la cruz completamente erguida, como el Miércoles Santo, fue sobre un suelo de iris morado. Normalmente, las imágenes de crucificados habían acudido al rezo del Vía Crucis de las cofradías dispuestas de manera inclinada, por lo que la hermandad le quiso imprimir un giro novedoso a esta tradición.

Alumbrado por los faroles de las antiguas andas del Nazareno de La Rambla y dos cirios, sobrecogía a todos los que le lanzaban súplicas ante la adversidad, ante la enfermedad, ante las fatigas de cada día.

La música de capilla de la formación Ad Finem Tecum puso la dulce banda sonora a toda la jornada y al acto piadoso en la Catedral. El crucificado en torno al cual brilla el mensaje cristiano en su barrio y se hace realidad la labor misionera de los claretianos fue el centro en torno al cual los cofrades de Córdoba pusieron sus miradas y su alma en el rezo del Vía Crucis cuando decaía la tarde.

Mirándolo a Él se miraba a los más desfavorecidos, a los pobres, a los humildes de corazón. Por tercera vez en el periodo de un año el Cristo de la Piedad estaba en el templo mayor, el mismo lugar donde fue bendecido el 19 de febrero del año pasado.

Las primeras horas de ese momento pleno de febrero, se desarrollaban en el marco soñado de una tarde primaveral en la que la hermandad del Santísimo Cristo de la Piedad y María Santísima de Vida, Dulzura y esperanza Nuestra salió de su barrio con la mirada puesta en la Catedral, dispuesta a afrontar un largo camino.

Recién comenzado el tiempo de conversión y penitencia por excelencia, y desde el barrio de las Palmeras, el crucificado dejaba su parroquia de San Antonio María Claret a las cuatro y media de la tarde portado primero por mujeres (la cofradía posee dos cuadrillas, masculina y femenina, y en su extenso recorrido fueron variando sus componentes).

Abandonaba así su barrio por unas horas para pisar las calles de Poniente y Ciudad Jardín. Le aguardaron el Centro de la ciudad y la Judería, hasta desembocar en el templo mayor tras atravesar la Puerta de Santa Catalina, todo como escrupulosamente estaba previsto.

Con ese itinerario en el traslado de ida se convirtió en la imagen que abarcó más camino andando por las calles en la dilatada historia de este acto piadoso de las cofradías. La hermandad cumplió medio siglo de su aprobación canónica, de ejemplar labor social en su barrio, y por eso su titular fue escogido este año para tomar el testigo del Señor del Buen Suceso.

Para la ocasión la hermandad de la Piedad estrenó un juego de ciriales y pértiga cincelados en orfebrería con baño de plata por José Navarro en el Proyecto Escuela de Orfebrería Piedad y Esperanza, que financia el Cabildo Catedral de Córdoba, con diseño de José María Navarro Martínez.

Ya en la Catedral el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, recibió a la imagen ante el Arco de Bendiciones y recordó el mandamiento del amor al prójimo a la vez que le pidió «encontrar la fuerza necesaria para continuar el camino de la vida, cargar con nuestra cruz y seguirte cada día».

Monseñor Fernández le rogó que bendiga «a nuestra hermandades para que vivamos en fidelidad a la Iglesia una renovación sincera de nuestra fe y solidaridad completa en el ejercicio de la caridad». Tras esas palabras comenzó el rezo de la primera estación y fue avanzando para las sucesivas, hasta la decimoquinta, la de la Resurrección, entre las naves del templo.

Las estaciones de la crucifixión y la expiración resonaron aún más fuerte que las demás por su significación, mientras el rostro del Hijo de Dios era todo delicadeza.

Antes de dar la bendición, Demetrio Fernández aseguró que el Cristo de la Piedad «ha venido a la Catedral luciendo su belleza y su grandeza». Tuvo palabras de cariño y agradecimiento hacia el párroco, el padre claretiano José Ramón, y todos los hermanos de la Piedad, a los que agradeció esta «proeza», en alusión al largo trayecto.

En «la casa de todos, es el momento del encuentro de todos», recordó, ahora que se inicia el camino de la cruz con Jesús. Animó a «vivir más cerca del Señor y de su Madre bendita y podamos alcanzar los frutos de la Cuaresma y de la Semana Santa de este año, 2024».

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