El patero del Lunes
Bulla tóxica
Antes la Semana Santa era menos reclamo turístico y no se hacían estudios económicos para cuantificar su productividad
Vía Crucis Magno / Asistencia cero
Estatutos
Bulla: puya en la intimidad de la penitencia. El nazareno viste su penitencia en soledad. Bajo el claustro del cubrerrostro intenta aislarse en medio de la bulla que le rodea. Bulle que bulle el río de la bulla en las aceras hinchadas de ... gente que, ruidosa, asiste al pasar del nazareno. Tic tac las manecillas del reloj… Tan tan la percusión del tambor… Marcan el tiempo que pasa en cada paso del nazareno.
Él mira hacia atrás y recuerda otras calles, otras gentes, otros ruidos: menos bulla en las plazas y aceras. La clausura del cubrerrostro tenía más fácil su función claustral. La bulla era menos bulla y el silencio era más bello porque se oía a los pájaros piar entre los árboles, las pisadas susurraban en el empedrado, las saetas se atendían y comprendían y la banda se mecía en el silencio.
Eso era antes, hace mucho, cuando la Semana Santa era menos reclamo turístico; cuando no se le hacían estudios económicos para cuantificar su productividad; cuando la gente miraba con los ojos de la cara y no con ojos de los móviles en alto, a la caza de unas fotos de usar y olvidar; cuando la celebración era extraordinaria, porque no se había hecho ordinario celebrar lo extraordinario a marchas forzadas extraordinarias.
Con el tiempo la Semana Santa ha ganado en esplendor, ha ganado en metros cuadrados y tonelaje de rocallas doradas, en filigranas de plata, en tocados de encajes encajados con perfección delineante, en cascadas de cera matemáticamente diseñadas, en relevos entusiastas bajo el sudor salado de las trabajaderas…
Todo ha ido a más, más bulla, más gente, más hermanos, más medallas, más protocolo… Eso sí, que no falte el protocolo, el protocolo de las formas para protocolear de foto en foto, en posados pintureros de oca a oca y foto porque me toca…
Antes no había redes que enredaran, los chismosos (siempre dañinos) lo tenían más difícil, porque tenían que ejercer con su lengua, su voz y su cara. Los chismosos de ahora no tienen voz, ni lengua, ni cara, son una entelequia virtual encriptada en laberintos digitales que multiplican su tóxico ejercicio.
Nazareno oculto, anónimo en la unánime igualdad del cubrerrostro, retirado del mundo en medio de la bulla, disfruta la estación de penitencia, si la bulla te deja, en la clausura monacal de tu hábito cofrade.
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