Efemérides
El resurgir del Huerto: las historias de una cofradía superviviente
Desde su nacimiento en San Nicolás de la Ajerquía hasta la refundación hace ahora cincuenta años, la cofradía ha formado parte de la Semana Santa de Córdoba
Guía de la Semana Santa de Córdoba 2025: horarios, itinerarios, hermandades y recomendaciones
La revista 'Pasión en Córdoba' estrena la Cuaresma con el rito de adentrarse en el mundo cofrade
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Imploran los ojos, la boca y las manos. El Señor de la Oración en el Huerto habla con el rostro y también con las palmas que se elevan al cielo. «Y esa mirada alta, aún sin el sudor de la sangre», le cantó Pablo ... García Baena en su pregón sin sospechar que un tiempo después, aunque no faltó tanto para que él lo viera, aparecerían en una restauración los hilos de la hematidrosis, de la sangre que mana por los poros en horas de mucha angustia.
La devoción ante la imagen poderosa que pregunta al Padre si es posible que pase el cáliz atroz sin que él lo beba tiene, 50 años después de la última y fecunda reorganización de su hermandad, la condición de superviviente. Se disolvió su cofradía varias veces, terminó la Semana Santa de disciplinantes en que se había creado, se derribó la iglesia en que se fundó, cambió la Virgen que lo acompañaba, pero aunque apareciera y desapareciera, son muchos más los años en que la cofradía del Huerto ha formado parte de la Semana Santa de Córdoba.
2025 es para las cofradías un año marcado por la cofradía que hoy sale el Domingo de Ramos, y que celebra las bodas de oro de su última refundación, la que marcó su etapa actual y la convirtió en una de las más vigorosas y fuertes de la ciudad.
Hablan de ella primero los documentos, más tarde la prensa y luego las voces que trabajaron en ella. Fue la hermandad de la Oración en el Huerto una rareza en la Semana Santa barroca por ser la única cofradía de penitencia que nació en una parroquia.
Casi todas las demás se habían fundado en conventos masculinos, dice el profesor Juan Aranda Doncel que porque las comunidades de frailes las promovían para tener una fuente regular de ingresos en las funciones que les predicaban. La primera noticia de su existencia la encontró el historiador en mayo de 1607, en un apunte del gasto de 16.014 maravedíes en cera y gastos de la cofradía «en lavatorio y música y todo el demás gasto de la disciplina».
San Nicolás de la Ajerquía, que poco después sería San Nicolás y San Eulogio, era una de las iglesias fernandinas de la ciudad y atendía a una de las feligresías en que se dividió tras la Reconquistas. De ella queda hoy apenas la fachada que da a la Ribera, y por la que la llamaron San Nicolás del Río, pero nunca pareció tener mucho interés artístico.
Los primeros datos de su existencia son de 1607 y fue en aquellos años la única cofradía de penitencia con sede en una parroquia: la de San Nicolás y San Eulogio de la Ajerquía
La Semana Santa de Córdoba se había configurado algo más de medio siglo antes, con el nacimiento de la Vera-Cruz, las Angustias, el Santo Sepulcro, Jesús Nazareno, la Soledad y el Santo Crucifijo, entre otras, y la Oración en el Huerto llevaba a penitentes que se flagelaban. Como todas las demás, excepto los hermanos de Jesús Nazareno, que portaban cruces al hombro.
La cofradía tenía el cabildo de salida el Domingo de Ramos para preparar la estación de penitencia y el Lunes Santo una función religiosa antes de la salida, en que sus pasos iban con música. Si los que han estudiado a la imagen lo consideran obras de la segunda mitad del siglo XVII, y próxima a la estética granadina y al taller de Pedro de Mena, la cofradía tendría otro titular anterior hasta que llegó el nuevo titular, de aspecto muy expresivo y que enseguida llamó a la devoción. Los historiadores del arte lo sitúan hacia el año 1670. Muchos no han dejado de subrayar el parecido con Jesús Caído, que era todavía mayor cuando el Señor del Huerto tenía pelo natural.
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Es extraño en la mentalidad de los cofrades de hoy, pero no era la única imagen que representaba en la Semana Santa de Córdoba el momento de la agonía en Getsemaní: la cofradía de la Pasión de Cristo, del convento de Madre de Dios, también lo tuvo entre sus pasos y la imagen se conservó y hasta llegó a representar la coronación de espinas para la Merced, ya en el siglo XX.
Pero fue la cofradía del Huerto la que arraigó con su procesión del Jueves Santo, que tenía una cruz guiona que se llevaba en andas, como era normal en la época, y que se llegó a enriquecer con plata y carey, y después el paso del Señor de la Oración en el Huerto y el de la Virgen de los Dolores.
La cofradía barroca del Huerto salió por última vez en el año 1797, aunque en el informe del párroco del año 1819 todavía existía. A partir de ahí el Huerto dejó de ser una cofradía barroca y comenzó a ser una hermandad del siglo XIX, de las que participaban en la procesión oficial del Santo Entierro.
El reglamento del obispo Pedro Antonio de Trevilla imponía una serie de pasos, muy pocos, pero uno de ellos era el de la Oración en el Huerto. Su cofradía entonces no existía, pero en 1851 ya salió, acompañado por los curtidores y zapateros que seguían abundando por su barrio, y después con una hermandad que nació en 1861, pero que tuvo una vida efímera. Eso sí, el Señor continuaba participando en la procesión oficial y por lo tanto nadie se había olvidado de Él.
El Señor de la Oración en el Huerto llegó en 1870 a San Francisco, pero el Amarrado no formó parte de su cofradía hasta 1922, poco después de la reorganización de 1917
David Pinto Sáez, cofrade del Huerto y estudioso de su historia y de la Semana Santa de Córdoba en general, ha analizado estos años del siglo XIX y cuenta cómo, igual que salía el Señor del Huerto, también estaba una imagen de Jesús Amarrado a la columna que estaba en el antiguo templo de los franciscanos, y que no tenía cofradía.
El decreto de Trevilla establecía que saldría una imagen que representase la flagelación y en las cofradías barrocas no existía, o no al menos como titular. «Ambas imágenes participaron en la procesión oficial, aunque el Huerto en más ocasiones que el Amarrado. En algunas ocasiones no se representó el pasaje y un año, en 1886, acudió una imagen que está en una capilla del santuario de los Dolores. Y a veces iba el Amarrado, pero en el Huerto», dice. En cualquier caso, ambas imágenes iban por separado, y fue así durante bastante tiempo.
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«Las inundaciones de diciembre de 1876 terminaron de arruinar la vieja iglesia de San Nicolás y San Eulogio de la Ajerquía», cuenta David Pinto, y de allí salieron la pila bautismal y el Señor del Huerto para trasladar la parroquia al monumental templo que había sido del convento franciscano de San Pedro el Real.
Ocuparía la capilla que perteneció a la cofradía de San Diego, la también desaparecida cofradía que había tenido como titular en los siglos XVII y XVIII al Cristo de la Expiración. El Señor del Huerto y el Señor Amarrado a la columna ya estaban bajo el mismo techo y sus destinos empezaron a unirse. A finales del siglo XIX muchas cofradías, además de en la procesión oficial, salían en otras jornadas.
«En 1891 y 1892 las dos imágenes salieron de San Francisco en una procesión a la que se unieron desde San Lorenzo el Señor del Calvario y Nuestra Señora del Mayor Dolor del hospital de Jesús Nazareno», relata David Pinto. Aquella imagen era la hoy venerada como María Santísima Nazarena.
La hermandad se había disuelto en la calle el Martes Santo de 1962; en 1976, tras varios años de trabajo, el Señor del Huerto salió el Domingo de Ramos con su nueva cofradía
La cofradía del Huerto, ahora ya una hermandad de principios del siglo XX. Se reorganizó en 1917 con unas reglas muy de la época, que fijaban dos salidas procesionales en Semana Santa. Una de ellas, para participar en la procesión oficial del Santo Entierro y otra de forma independiente, muchas veces el Martes o el Miércoles.
David Pinto advierte: en aquel momento el Amarrado a la columna todavía no formaba parte de la recién reconstituida cofradía. Y no fue así hasta 1922, cuando se unió a propuesta de Carlos Romero Berral, párroco de San Francisco. Lo atestigua un artículo de prensa que ha encontrado, del 22 de febrero, en que se cuenta cómo el sacerdote habla de incorporar la imagen de Jesús Amarrado a la columna, «la cual carecía de cofradía, y se acuerda por unanimidad». Las crónicas de 1922 ya hablan de que iban «Jesús en el Huerto y Jesús Amarrado a la columna, con su cofradía». Era ya una sola.
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David Pinto ha encontrado incluso la historia de la adveración, que de Jesús en la columna pasa a ser Señor Amarrado a la columna. Tiene una teoría: cada Viernes Santo en el 'Diario de Córdoba' se publicaba una saeta que decía con la misma letra.
«Cada gota de sudor / que Jesús vertió en el huerto / hizo brotar una rosa / que Él perfumó con su aliento. / Amarrado a la columna / te tiene la turba impía / a Ti que has roto los lazos / que al pecado nos unían». Pasó la cofradía por el esplendor de los años 20 y por la dificultad de los años 30, con la República y la Guerra Civil y en 1941 se estableció donde la conocieron muchos cofrades: en el Martes Santo y como la única cofradía de Córdoba con tres pasos: el Señor de la Oración en el Huerto, el Señor Amarrado a la columna, que llegó a tener la advocación de las Penas, y la imagen de la Virgen, con la advocación de Nuestra Señora de los Dolores Gozosos y Nuestra Señora de los Dolores Gloriosos.
Hasta 1947, cuando la Expiración se estableció en esta jornada, en que estuvo más de treinta años, fue la única cofradía del Martes Santo. Las fotografías de Ricardo que forman parte del Archivo de Cajasur recogen al Señor de la Oración en el Huerto con melena de pelo natural, como la tiene en todas las fotografías, mirando a la cara al ángel confortador, que está subido sobre una nube y le muestra el cáliz que tiene que beber.
Hay olivos, como corresponde al lugar en que Jesús se retiró a rezar, y también están los apóstoles Juan, Pedro y Santiago, que dormían cuando el Señor, como recuerda el relato evangélico, les había pedido velar con él. También era de misterio el conjunto del Señor de las Penas, que tenía a dos sayones, uno a cada lado, golpeando con los látigos, y que muchos años llevaba calas, porque era corriente que los pasos se adornaban con lo que se encontraba en los jardines y huertos, y era una flor muy popular.
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Y detrás, la Virgen de los Dolores, en un paso sin palio que llevaba unos llamativos medallones en lo que serían los respiraderos, y con una sencilla candelería. Tuvo entre su patrimonio una corona que se contó entre las más personales de la ciudad. Es obra de Gabriel Lama en 1947 y se la impuso el entonces obispo de Córdoba, Fray Albino González Menéndez-Raigada.
Es una pieza de gran tamaño, con un canasto sostenido por ángeles y en el resplandor los escudos de la hermandad, de España y de Córdoba. Es la que los cofrades de este tiempo han conocido en la cabeza de María Santísima de la Candelaria, pero todavía queda tiempo para hablar de ello. Una cofradía con tres pasos era algo extraordinario: de las 22 cofradías que salían en la Semana Santa de Córdoba la mitad tenían un solo paso.
La crisis de la década de 1960 madrugó y golpeó con dureza a aquella cofradía. En 1960 la carrera oficial se había trasladado al Patio de los Naranjos y su entorno, pero no como forma de hacer estación de penitencia en la Catedral, sino por el valor patrimonial y estético en una época en que la ciudad empezaba a abrirse al turismo.
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Cambió al año siguiente para pasar también por el Centro y en 1962 las cofradías empezaban la carrera oficial en el Palacio Episcopal, seguían por Torrijos, entraba en el Patio de los Naranjos, salían por Santa Catalina y continuaban por Magistral González Francés, Cardenal González y San Fernando hasta Diario de Córdoba. Era un recorrido largo incluso para aquellas que iban a ruedas, que eran la mayoría.
El Huerto la sufrió con dureza y se descompuso. Quedó disuelta casi en la calle. Lo vio un joven cofrade de catorce años que era nazareno de las Angustias, y que vio cómo «se deshizo a la altura de la Catedral. Se quedó casi en la calle». Física y socialmente, porque ya en el año 1963 no salió en Semana Santa.
En 1971, aquel chico ya tenía más de veinte años y veía cómo el mundo de las cofradías cobraba vida. Se habían reanimado Ánimas y la Expiración, luchaba por nacer el Vía Crucis y él recordaba haber visto al Huerto pasar bajo su casa, que estaba en la calle Claudio Marcelo. Así fue cómo Manuel Muñoz Rodríguez y su grupo de amigos tuvieron la idea de recuperar a la hermandad del Huerto en aquellos años.
Los cofrades que refundaron el Huerto optaron por una nueva Dolorosa ante el deterioro de la anterior. La mascarilla antigua fue la base de la Virgen del Amparo
Fueron en 1971 y hablaron con el párroco, Francisco Gálvez, pero los frenó con una ducha de agua fría. Los desilusionó un poco, pero no tanto como para que dejaran de insistir. El Señor de la Oración en el Huerto, el Amarrado a la columna y la Virgen de los Dolores Gozosos o Gloriosos seguían esperando y Manuel Muñoz acudió a un sacerdote que en aquellos años, mucho más en los posteriores, iba a ser un gran amigo de las cofradías: Antonio Gómez Aguilar, para entonces ya párroco de la Trinidad.
Era primo de su padre y convenció al párroco de San Francisco para que les diera un margen, para que creyera en ellos. «Habíamos arreglado la capilla, que estaba muy mal, colaborábamos con la obra social y nos movíamos mucho», contaba de aquellos años. Los estatutos de la renovada hermandad del Huerto se presentaron en 1974 y se aprobaron en febrero de 1975, hace ahora cincuenta años. Quisieron incluso haber salido para ese año, pero lo vieron demasiado precipitado.
Había que esperar un poco más y, mientras tanto, se iban buscando los enseres que en más de una década se habían dispersado por la ciudad y por la diócesis. Francisco Gálvez había ido prestando a quien se lo pedía, y por ejemplo el ángel antiguo estaba en Montilla y regresó de allí. Quedaba en el coro de la iglesia de San Francisco uno de los pasos que había tenido la hermandad en su etapa anterior, y el tallista Antonio Rubio se encargó de recuperarlo para que el misterio de la Oración en el Huerto fuera en él, y así fue hasta 1993.
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Quedó la vara del hermano mayor y algunas muy gruesas, de algo que existía entonces en la Semana Santa de Córdoba y que eran los abrecalles: unos nazarenos que llevaban varas unidas por cordones para evitar que la gente cruzara.
Se rehicieron para que fueran más finos y allí nació otra hermandad del Huerto: la de finales del siglo XX, conforme a las nuevas señas de identidad estéticas que la Semana Santa de Córdoba iba tomando en aquellos años. Se reunían primero en torno a una mesa de ping-pong, más tarde en un local de la parroquia que había dejado la Caridad y luego en lo que ahora es su casa de hermandad en propiedad, junto al antiguo claustro.
Los cofrades tuvieron claro salir primero con el Señor del Huerto, que para entonces ya no tenía el pelo natural que está en todas las fotografías, pero con la Virgen hubo dudas. Estaba muy deteriorada en la encarnadura y en el candelero, y decidieron conservar lo único aprovechable: la mascarilla y las manos.
Por sentimientos, más que por otra cosa, decía Manuel Muñoz. Le encargaron entonces a Antonio Rubio una nueva Dolorosa, la única suya en la Semana Santa de Córdoba, y le dieron la advocación de la Candelaria, muy presente entre los vecinos por aquella antigua ermita que estaba en la calle del mismo nombre, y que ahora es un restaurante.
El primer techo de palio para la Candelaria lo hicieron en 1978 los hermanos de forma artesanal. En 2025 ya está completo con todos sus bordados en oro
El Huerto se reencontró con la Semana Santa de Córdoba el Domingo de Ramos de 1976, en el que desde entonces ha sido su día, y en la época en que nació no podía más que asumir unos nuevos valores.
Era el momento en que se creaban las cuadrillas de hermanos costaleros y la joven cofradía no podía formarla, pero sí recurrir a los faeneros de entonces: en su primer año fue Antonio Sáez, pero la historia quiso que aquella cuadrilla mítica, la de los hermanos Sáez, ya con Rafael al frente, rindiera su último trabajo bajo las trabajaderas del Señor del Huerto en el año 1983.
Antes la cofradía seguía creciendo. La renacida cofradía llegó con un número de nazarenos aceptable para la Semana Santa de Córdoba de entonces. No hubo que recurrir a llevarlos en final de a uno, como por entonces tenía que pasar en demasiadas ocasiones.
En aquel 1976 fue con el Señor de la Oración en el Huerto una banda que se llamaba de la Guardia de Franco, y que dirigía Antidio Cabal, que fue banda de la cofradía en aquellos primeros años, porque la hermandad compró los instrumentos. En los primeros años el Huerto no dejaba de crecer.
Dos años después del primer Domingo de Ramos se pusieron el reto de que saliera por primera vez la Virgen de la Candelaria. Hasta entonces no era raro en la Semana Santa de Córdoba ver a Dolorosas sin palio, y la misma titular anterior de la cofradía lo había hecho así. Manuel Muñoz recordaba que todos tenían la idea de María Santísima de la Candelaria debía ya ir desde su primer año bajo un palio rojo. Fue de fabricación casi artesanal. «Visto desde hoy es impensable, pero si comparas con lo que pasaba en aquella época era más que digno».
La Virgen salió con una saya con bordados de una túnica antigua del Señor, que era de cola, y que habían sobrado al pasarla a una pieza nueva. Los varales fueron una donación de muchos hermanos de entonces y se mantienen todavía. Los respiraderos se hicieron con galoncillo de la tienda que Manuel Muñoz tenía en la calle Claudio Marcelo, y que iban entre marcos de madera.
El techo de palio era de malla con cordón dorado y rojo. Los hermanos iban anudando con toda paciencia, bajo la dirección de Rafael Carmona Nieto, que sería el segundo hermano mayor tras la refundación, cuando terminó la etapa de Manuel Muñoz. Una peana de madera lisa y pintada y unas bambalinas de raso rojo terminaron el conjunto.
Fue además la cofradía pionera en traer a bandas de fuera de la ciudad, en una época en que todavía quedaban cofradías que no llevaban acompañamiento musical, sin ser por eso de silencio. De aquella época recuerda Manuel Muñoz la agrupación musical La Estrella, de Alcalá de Guadaira, que iba con la Virgen de la Candeleria, porque entonces no era fácil contratar a bandas de música de plantilla completa. La formación fue muy popular en la Semana Santa de Córdoba de los años 80.
El Huerto se consolidó en el Domingo de Ramos como una cofradía popular y a la vez clásica, y de sus estaciones de penitencia muchos recuerdan el paso por la Cuesta de Luján, la bajada con escalones que une la calle Ambrosio de Morales con Diario de Córdoba, cuando ya se había cruzado el umbral de la madrugada del Lunes Santo. Una gran multitud esperaba al Señor de la Oración en el Huerto y a la Virgen de la Candelaria.
En los años 80 y 90 la hermandad, entendida en el aspecto social, destacó por la actividad social y cultural. De ese momento son los concursos de poesía, que sacaron a la lírica dedicada a las hermandades del lenguaje habitual para llevarla a terrenos vanguardistas y modernos. «Con qué mano tan dura la tristeza te toca / con qué impiedad te clava sus agudos puñales» fue uno de los textos que se dedicó a la Virgen de la Candelaria en ese certamen. No fue la primera cofradía en tener un boletín propio en que informar a sus hermanos, y a quienes no lo eran, de la actividad, pero en esos años 'Getsemaní', que era el nombre de la publicación, fue una de las más innovadoras de aquel tiempo.
Al poco la cofradía tendría cuadrillas propias e importantes, para el Señor y para la Virgen, y que además iban formándose en el paso de la Santa Cruz que salía en mayo. Tomó el mando Francisco Pérez Cantillo y junto a él fue muy pronto un joven que empezaba a mostrar dotes para tocar el martillo y que también le acompañaba en el Cristo de Gracia. Se llamaba Luis Miguel Carrión Huertas, le conocía todo el mundo como Curro y dio al paso de palio de la Virgen de la Candelaria una forma de andar refinada e inconfundible. Con el paso del tiempo estuvo al frente de la cofradía en dos períodos como hermano mayor.
Desde la década de 1990, la cofradía se renovaba. En 1994 se estrenó el nuevo paso de misterio, que la hermandad encargó a Manuel Guzmán Bejarano, y que llegó ya completamente tallado para ir completando en los años siguientes el dorado. El acompañamiento para el Señor fue evolucionando. Muchos recuerdan todavía el monumental ángel que labró Miguel Arjona, y que se situaba detrás del titular.
Aportaba una estampa inconfundible. En 2004, la cofradía estrenó una nueva figura, que hizo el sevillano José Antonio Navarro Arteaga con unos parámetros muy distintos: mucho más pequeño y situado sobre una nube en diálogo con la imagen. Las fotografías antiguas fotografías muestran una composición parecida, pero faltaba una parte del misterio, de acuerdo con lo que está en el Evangelio, y eran los apóstoles. El paso los incorporó ya en el año 2018 y son obra de Jesús Gálvez.
Antes habían pasado muchas otras cosas. Pensar en cofradías de tres pasos era casi impensable en la Semana Santa de Córdoba desde la década de 1970, cuando había muchas con uno solo. Los que tenían en las manos los libritos con los itinerarios sabían que además de los dos titulares de la cofradía estaba también el Señor Amarrado a la columna, que todavía quedaba en la capilla de San Francisco a la espera de regresar.
Muchos lo descubrieron en la calle en 1997, cuando presidió el Vía Crucis de la Agrupación de Cofradías en la Catedral, y muchos soñaban con verlo de nuevo ahora que la hermandad iba avanzando en sus dos pasos.
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Sucedió en el año 2004 y ahí también el Huerto innovó, porque hizo lo contrario de lo que se habría esperado en un momento en que la Semana Santa respondía en tantos lugares a un cierto estándar. Si se piensa en la flagelación, casi todo el mundo esperaría un gran paso de misterio, figuras muy vigorosas y amplia escenografía en torno al Señor, pero no sucedió nada de eso.
El Señor Amarrado a la columna se restauró durante unos meses en el taller de Navarro Arteaga y regresó con su impronta y con una nueva columna. La cofradía quiso trasladarlo hasta San Francisco desde la Catedral en procesión, sobre el paso del Cristo de las Penas, pero la lluvia constante de aquella tarde de noviembre lo impidió.
De alguna forma habría sido una prefiguración, porque el que antes se había llamado Nuestro Padre Jesús de las Penas se presentó en la Semana Santa de Córdoba más como un Crucificado que como la imagen de un paso de misterio.
El Huerto había adquirido un paso de Manuel Guzmán Bejarano, en caoba y plata, que había sido del Cristo de la Misericordia del Puerto de Santa María, y al que José Carlos Rubio restauró para darle nuevas dimensiones e iconografía. Justo en el centro, sobre una peana de carrete dorada de cierta altura, iba la imagen, entre cuatro faroles y sobre lo que casi todos los años había de ser un monte de claveles de color rojo sangre.
En aquel primer año llevó música de capilla, porque la hermandad quiso que tuviera un aire distinto al resto de la cofradía en la calle, pero al año siguiente se dio con el acompañamiento definitivo: una banda de música de plantilla completa interpretando marchas fúnebres. El tambor ronco, el andar severo y la atmósfera de recogimiento lograron algo del todo único.
Para entonces la hermandad del Huerto ya había empezado a preocuparse del bordado de su paso de palio, como tantas otras. Rafael de Rueda, Álvaro Doctor y Francisco José Mellado concibieron un proyecto que se basaba en un frontal de la altar de Damián de Castro para la parroquia de la Asunción de Montemayor, y que se inició en 2001 a pasos lentos, pero seguros: Pérez Artés hizo el frontal y la trasera, Jesús Rosado las laterales y el techo, con una gloria en que se representa la Presentación de Jesús en el templo (es decir, lo que se celebra en la Candelaria) y Joaquín Salcedo los interiores, estrenados en la procesión extraordinaria del 1 de febrero de 2025 con la oración en latín 'Sub tuum praesidium'.
Es la plegaria que en español se llama 'Bajo tu Amparo' y en ese momento ya era otra advocación para la cofradía. La mascarilla de la Dolorosa antigua se había conservado y se mantenía guardada y la cofradía nunca la había olvidado. A mediados de la primera mitad del siglo XXI en el seno del Huerto surgió la idea de utilizar aquel rostro para una nueva imagen, una Virgen de gloria bajo la advocación de Nuestra Señora del Amparo.
También ahí se buscó lo singular: José Antonio Navarro Arteaga realizó a partir de la mascarilla una imagen de talla completa, vestida con ropas policromadas y estofadas, y de un carácter muy vertical. Lleva en la mano izquierda al Niño Jesús, que está dormido.
La Virgen del Amparo se bendijo en enero de 2006 y aquel día salió por primera vez. Unos años después su procesión quedó fijada en la tarde del 1 de noviembre, ya en la víspera de la solemnidad de los Fieles Difuntos, y con un tono recogido y serio que se plasma en las marchas fúnebres.
Para entonces el Huerto ya era una cofradía que había dejado atrás los años en que entraba y salía de la Semana Santa para ser una de las que había liderado una etapa de cambios en el mundo de las hermandades. Por dentro, en la vida social, y por fuera, en la presencia estética en la calle.
Uno de los últimos hitos es la restauración del titular, que ofrece una estampa a la vez original y novedosa para quienes lo han conocido en las últimas décadas: la intervención de Ana Infante de la Torre ha permitido que vuelvan a apreciarse los hilos del sudor de sangre en la frente y en las manos. Su Domingo de Ramos, la última salida de la Virgen a la Catedral, con las calles atestadas de fieles, y la misión del Señor de la Oración este otoño a la parroquia de San Ignacio de Loyola son el testimonio de que su historia de supervivencia ha dado los mejores frutos.
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