La normativa dictada recientemente por la Agrupación de Cofradías establece la posibilidad de que una hermandad, ante la incertidumbre meteorológica, pueda retrasar treinta minutos su salida, comprometiéndose a recuperarlos en el trayecto. No aprendemos, porque llueve sobre mojado, y nunca mejor dicho: ... la experiencia, en efecto, nos dice que la inmensa mayoría de las cofradías que en el pasado han hecho uso de ese discutible derecho no sólo no han recuperado la demora concedida (hasta una hora), sino que ni siquiera manifestaron en su comportamiento, ya en la calle, la más mínima intención de recobrarlo.
Recuerdo los tiempos en que se llamaba por teléfono a Sevilla, y según llegaran las noticias de Guadalquivir abajo se tomaba una decisión u otra. Recuerdo también, por si alguien lo ignora, que en 1979 una hermandad de nuestra ciudad fue sancionada económicamente por salir lloviendo.
En cambio, en 2024, sin ir más lejos, hubo cofradías que se lanzaron a la calle, recibieron lo que cualquiera sabía que iban a recibir (un chaparrón de los que hacen época) y ni siquiera fueron apercibidas.
Me faltan poco más de cien palabras para acabar. Vamos presto, que diría Quevedo: con los avances de la moderna meteorología, que está al alcance de cualquiera, sabemos con sobrada antelación –y márgenes de error inapreciables– las horas y la intensidad en que va a llover.
Carece de sentido, pues, solicitar y conceder treinta o sesenta minutos de retraso al poner en la calle la cruz de guía. Y si se sale lloviendo o sabiendo que va a llover en el tiempo que la cofradía esté fuera de su templo, sanción económica al canto. Se sale a la hora prevista y, si no, hasta el año que viene. Que somos ya muy mayorcitos para jugar.
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