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historia

Ronda de los Tejares: de cinturón urbano a pulmón comercial

Hace 60 años de la decisión del Ayuntamiento de derruir la plaza de toros de los Tejares, que marcó la evolución definitiva hasta la moderna zona administrativa y económica que hoy conocemos

La Junta liquida 14 años después el 'tranvía fantasma' de Córdoba

Antigua plaza de toros de Tejares en los años sesenta en Córdoba fotos: valerio merino/abc

Félix ruiz carador

Córdoba

Ronda de los Tejares, pulmón comercial de Córdoba, ofrece estos días de verano una imagen atípica: con menos tránsito del habitual y convertida en un infrecuente desierto en las horas centrales. Nada que ver esa atmósfera con lo que será en unas semanas con el reinicio de la actividad y del curso escolar. Renacerá esos días como la arteria más concurrida, papel que juega desde hace ya varias décadas y en especial desde hace justo 60 años, pues fue en 1962 cuando el Ayuntamiento aprobó la demolición de la antigua plaza de toros de Los Tejares dentro de una apuesta general por un desarrollo urbanístico de la zona caracterizado por sus usos comerciales y mayores alturas. Ahí nació la Ronda de los Tejares que hoy conocemos: un espacio que mantiene el aroma renovador de la segunda mitad del XX con varios edificios de arquitectos de renombre y que sigue siendo uno de los destinos ideales para cualquier negocio. También una de las vías con más oficinas, sucursales, bufetes, consultas médicas y asesorías por metro cuadrado.

La relevancia destacada de esta zona de la ciudad es por ello algo contemporáneo, aunque siempre jugó un papel en la historia. Ya en sus orígenes, cuando los romanos fundaron Corduba, pertenecía a la zona que rodeaba la muralla Norte, al largo tramo que conducía desde lo que hoy conocemos como la Puerta de Gallegos hasta la de Osario. Formaba parte del cinturón de la ciudad histórica, que a menudo se ha afirmado que tenía usos funerarios pero que se sospecha que combinaba también utilidades como zona de recreo y de salida a hacia las villas campestres con otras que luego serían fundamentales como talleres de alfarería.

De la importancia de esta zona dan cuenta por ejemplo varias esculturas togadas de época julioclaudia que aparecieron a finales del siglo XX en una excavación próxima a la avenida Cervantes y diversos restos de mosaicos y de cerámica, procedentes no sólo de la época romana sino de la medieval. Pese a situarse extramuros, este espacio tuvo diversos usos como anillo circundante de la ciudad desde los orígenes aunque con un papel periférico.

La historia Ronda de los Tejares comienza a cambiar hacia lo que hoy conocemos en el XIX, cuando cae bajo la piqueta municipal buena parte de la muralla y de las puertas de acceso y la ciudad empieza a conquistar nuevos espacios. Se planta allí una alameda y se comienzan a construir edificios a lo largo del siglo como el Coso de los Tejares, en el que se lidió la primera corrida en 1845.

Se alzaron también varios palacetes hoy desparecidos con amplios jardines. Más tarde, hoteles como el Regina, que estaba donde hoy se alza el edificio del mismo nombre, y pensiones como la que sirvió de escenario de uno de los asesinatos más célebres: el de un picapedrero gallego cuyo cuerpo apareció decapitado en 1867.

Imagen principal - Las fotografías de las primeras décadas del XX permiten ver cómo era la avenida antes de que se construyesen los elevados edificios actuales. Conservaba su aroma de alameda decimonónica con fuentes y la escultura del Gran Capitán. // fotos:
Imagen secundaria 1 - Las fotografías de las primeras décadas del XX permiten ver cómo era la avenida antes de que se construyesen los elevados edificios actuales. Conservaba su aroma de alameda decimonónica con fuentes y la escultura del Gran Capitán. // fotos:
Imagen secundaria 2 - Las fotografías de las primeras décadas del XX permiten ver cómo era la avenida antes de que se construyesen los elevados edificios actuales. Conservaba su aroma de alameda decimonónica con fuentes y la escultura del Gran Capitán. // fotos:
La vieja avenida sin alturas Las fotografías de las primeras décadas del XX permiten ver cómo era la avenida antes de que se construyesen los elevados edificios actuales. Conservaba su aroma de alameda decimonónica con fuentes y la escultura del Gran Capitán. // fotos: VALERIO MERINO/ ABC

La avenida no perdió tampoco sus viejos usos dedicados a la artesanía alfarera. Como explica Ricardo de Montis en sus «Notas Cordobesas», «en aquellas fabricas, establecidas como los tejares, numerosos obreros se dedicaban a moldear, a cocer en los hornos, a barnizar infinidad de cacharros, las grandes ollas en que se condimentaba el elemento esencial de nuestras comidas, el clásico y sustancioso cocido; los pucheros, que constituían la legítima descendencia de la olla; las cazuelas donde las familias pobres no sólo guisaban sino que también comían».

De ahí viene su nombre, que entonces era el de Carrera de los Tejares pero que también mudó con los diferentes regímenes políticos del siglo XIX y XX a otras nomenclaturas como calle Beatriz Enríquez, avenida de Canalejas, avenida de Pablo Iglesias o avenida del Generalísimo. Sería con la llegada de la democracia cuando acabaría retomando el nombre popular con el que la conocemos.

Las reformas urbanísticas, desde la pionera alameda decimonónica hasta la moderna avenida, han sido constantes. Muy conocido es por ejemplo que la estatua del Gran Capitán, hoy en Las Tendillas, estuvo en Los Tejares en los años 20. También fueron habituales en las primeras décadas del XX las instalaciones y mudanzas de fuentes en sus cruces y los continuos esfuerzos inversores públicos y de la empresa privada, como el del bazar Fuentes Guerra, los almacenes de Victoriano Gómez y Roses o el surtidor de gasoleo. Tampoco se pueden olvidar los usos eventuales que tuvo como circo y de los que quedan memoria en las notas de De Montis por sucesos como el de grave accidente que tuvo un trapecista o por el espectáculo que se celebró en cierta ocasión enfrentando a un elefante contra un toro bravo.

No menos llamativo es el historial de la propia plaza de los Tejares, por la que pasaron los grandes toreros del momento y que también sirvió en ocasiones como sede del Ideal Cinema o para mítines políticos. En el coso torearon los califas del toreo cordobés, dejando no pocas anécdotas, y fue uno de los escenarios destacados de la tauromaquia durante 120 años, con bares cercanos de gran dinamismo, como el Toledo y el Savarín.

Adiós a los viejos palacetes y jardines

La decisión del Ayuntamiento de derribar el coso llegó en el 62 y las máquinas comenzaron su trabajo tres años más tarde. Caerían también los viejos palacetes con sus jardines, los tejares y todos esos edificios de una o dos plantas que recuerdan los cronistas. Llegarían con el paso de los años los polémicos negocios inmobiliarios, los altos bloques y nuevos establecimientos como el Bar Siroco, en el que se veía a menudo al poeta Juan Bernier, o la Galería Studio Jiménez, diseñada por Rafael de La-Hoz y por los que pasaba lo mejor de la intelectualidad.

También el edificio de Galerías Preciados; el del Banco Coca, con su laberíntica portada de Tomás Egea, o ya en los 80 el de Cajasur, del trío De La-Hoz, Olivares y Chastang. Aunque los negocios de los bajos comerciales no han parado nunca de cambiar según la lógica incansable del constante flujo de modas, fue hace ahora 60 años cuando Ronda de los Tejares inició el camino definitivo para convertirse en esa gran avenida que mide como pocas el pulso económico de la ciudad.

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