visto desde fuera
La Feria, óleo sobre lienzo
Las casetas son una prolongación societaria de los garitos del Vial Norte
Hace justo 25 años, la Feria acabó, Rosa Aguilar quedó segunda en las elecciones e IU y PSOE cerraron el acuerdo del clamor popular contra el que clamaban los fácticos poderes. Arroyo del Moro nos parecía un sitio inhóspito, a leguas de todo. Y ... a los primeros amigos que se mudaban al Tablero Bajo (que así se llamaba a María la Judía) le tomábamos el pelo preguntándole por su inminente marcha a las Moreras Altas.
Entonces, solamente tenían piscina los chalés del Brillante, las parcelas, las Hermandades del Trabajo y Asuán. Y no se había levantado aún ni uno solo de esos bloques blancos, todos iguales, que han salido como setas en Poniente. Donde aún se veían vaquerías compradas a precio de ganga por los reyes del ladrillo, hoy felizmente en la quiebra. Nunca se dieron ruinas tan provechosas.
Hace 25 primaveras, nos quejábamos de los pocos turistas que se quedaban a dormir. Queríamos que llegasen las pernoctaciones que, ay, han terminado produciéndose a un precio que no imaginábamos tan caro. Las despedidas de soltero acababan en el Goya, que era un puticlub, y las de soltera, ante un miembro, que rara vez era de las fuerzas del orden. El Gallo aún era El Gallo.
El debate de la Feria, que ya existía, giraba en torno a las discocasetas, al polvo del Arenal (ejem) y al barro cuando caían cuatro gotas. A nadie se le ocurría cerrar una caseta para socios porque en Córdoba somos unos tiesos y, además, el terreno era regalado. Tampoco era cosa de abusar. Una cosa era quedar con la gente de la hermandad, de la peña o del trabajo y otra crear una urbanización sin piscina pero con tablado para ver a los mismos de todo el año. Para no mezclarse.
Los del Círculo echaban de menos la fiesta de la Victoria tanto que quisieron cobrarle a Rafa Merino por los hierros de su caseta, que hoy es el Mercado. La gente se tomaba los mojitos del Partido Comunista donde Anguita, Julio, dejaba la pipa en la barra como si fuese el guardarropa. Aspa ya era Aspa y no recuerda uno que hubiese pulseras de acceso a las casetas, códigos de etiqueta, aplicaciones informáticas para reservar coches de caballos y autobuses lanzadera para ir a los toros.
En estos 25 años, nos hemos refinado hasta el punto de que la cerveza cuesta cuatro euros y el cubata ha alcanzado precio de prostíbulo fino. Las casetas son una prolongación societaria de los garitos del Vial Norte y, si no reservas, no comes. Los mozuelos van de gala y las mozuelas tienen pinta de no acercarse al río. Qué juventud ésta.
Está reservado el derecho de admisión convirtiendo el negocio en un gran negocio. Óleo sobre lienzo como el Romero de Torres de damas lánguidas y caballeros con canotier. El alcalde de ahora ha dicho que va a poner alcantarillado, electricidad hasta que roben los cables de cobre y suelo de hormigón.
¿Hormigón, alcalde? Como en el chiste, mejor. Mármol, a mi niño mármol.
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