visto desde fuera
Dejad el avión en su sitio
Es un semáforo de Galerías para los jóvenes de hoy, que no habían nacido cuando el trasto fue colocado
Adiós al avión cultural de Córdoba: historia de 13 años de vuelo a ninguna parte
De todas las obras que se hicieron en la ribera del río, el Balcón del Guadalquivir fue la más acertada y, a la vez, maltratada. Estuvo detrás un gran arquitecto y un artista contemporáneo de primera fila, Juan Navarro Baldeweg, un señor modesto y ... tranquilo que tuvo siempre la santa paciencia de aclarar conceptos a todo el que lo pudo necesitar. En cualquier sitio, tener un Navarro Baldeweg sería un lujo. En Córdoba, como somos así, nos hemos dedicado a fastidiarlo a base de bien, por ejemplo, mediante un mantenimiento de pena de las fuentes que se diseñaron. Que han estado más tiempo rotas que funcionando. La colina sobre la que se colocó el avión por un barrunto, porque nunca estuvo en el proyecto original, era solamente un mirador. La obra provocó un movimiento de tierra que había que transportar al vacie, lo que tenía un coste en camiones. Al arquitecto se le ocurrió que, en vez de desaprovechar esa tierra tirándola a la basura, se podría crear un montículo ajardinado que podría utilizarse para admirar la ciudad. Era una idea sencilla, barata, práctica y útil.
Luego llegó el avión, que tenía un proyecto muy loco detrás. La idea inicial era organizar sesiones de música electrónica y pequeñas exposiciones, cosas de ese tipo. Era un momento en el que a todo se le enganchaba el apellido cultural. Y esa parte ha sido un fracaso, porque estas cosas no se hacen en aviones, la verdad. Pero la realidad es que el viejo DC se ha convertido en un hito urbano, en un icono del Balcón del Guadalquivir. Indivisibles el uno del otro.
Si el gobierno municipal pone la oreja en la calle (porque calle es lo que le falta), sabrá que los chavales quedan «en el avión». Que es un lugar de encuentro para los primeros cigarritos y los primeros amores. Es un semáforo de Galerías para los jóvenes de hoy, que no habían nacido cuando el trasto fue colocado. Que el avión se vaya no hará que desaparezcan las criaturas que se toman las copillas bajo las hélices. Porque en algún sitio tendrán que quedar y allí no le hacen daño a nadie.
Al Ayuntamiento le ha dado por quitar el avión de su sitio, que es una cosa que le han pedido exactamente cero contribuyentes. Máxime cuando colocarlo costó un pastón y quitarlo va a salir por otro ojo de la cara. Más barato sale llamar a un operario que lo asegure contra intrusiones que volver a montar un circo de tres pistas. Y aún están a tiempo de pensárselo bien y explicarle a quien les haya traído hasta aquí que muchas gracias por llamar pero que no está el patio para dejarse los euros en tonterías.
Y ya que estamos, se puede aprovechar la ocasión para sacar de los archivos el proyecto de Navarro Baldeweg, con sus bajadas y subidas al Guadalquivir, para volver a poner en su sitio lo que el tanque de tormentas se está llevando por delante. No vaya a ser que nos pongamos artistas. Que nos conocemos, payos.
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