EL NORTE DEL SUR
El cachivache
Quizás alguna vez se lo lleven de allí: la gente seguirá diciendo «nos vemos en el avión» como hasta nada seguía quedando en la esquina de Galerías
Adiós al avión cultural de Córdoba: historia de 13 años de vuelo a ninguna parte
![Traslado del avión al Balcón del Guadalquivir en marzo de 2011](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/08/12/cordoba-avion-cultural-RrEvOKMDu3El7nj4U1JtAbL-1200x840@diario_abc.jpg)
Al exconcejal socialista Rafael Blanco se le cambió la cara, para mal, en el pasillo central de la planta noble del Ayuntamiento. Salía el hombre de una comisión municipal, no recuerdo muy bien si con un contenido de enjundia o de las que ... proliferaron en la primera década de este siglo para debatir mucho sin decidir nada y que ahora parece que vuelven, y se acercó a un grupo de periodistas que hacía tiempo para una rueda de prensa y con los que, a fuerza de años de trato, tenía cierta confianza.
«De modo que una caravana motera desde el aeropuerto hasta el Balcón del Guadalquivir..., ¿qué os parece? Y todo para colocar allí el avioncito. Y tiene que callarse uno...», vino a lamentarse. «Bueno, Rafa, seguro que si en vez de motos la comitiva estuviera formada por caballos o por nadadores surcando el Guadalquivir te parecería bien la idea», le respondió un colega con retranca. «Que no es eso, hombre, que no», sonrió él.
Sí, Rafael Blanco, que por entonces todavía soñaba con ser algún día alcalde de Córdoba, se calló. Porque la situación era la que era: la herencia del 'rosismo' estaba fresquita, con dos albaceas principales. Uno era, o fue, el bueno de Andrés Ocaña, que se comió el marrón de gestionar los rescoldos de la megalomanía de su antecesora justo en la hoguera devastadora de la crisis financiera. Otro era Rosa Candelario, depositaria durante esos años del espíritu entre folclórico, bullanguero, personalista y ciertamente inoperante de la exalcaldesa que, un lustro antes, la había fichado como independiente para que se hiciera cargo de darle otro aire a los jardines de la ciudad.
Esa mañana de marzo de 2011, la de la romería de motores de dos y cuatro tiempos escoltando al cachivache por la Ribera, fue de sol radiante, y el cogobierno de Izquierda Unida y del PSOE pensó que no se iba a poner nunca. No tardó en oscurecer: el logotipo de la Capitalidad Cultural Europea —tan azul, tan reluciente, tan prometedor— adornó al principio los morros del DC-7 con cierto aire de esperanza, hasta que la cosa se vino abajo y la gloria se la llevó San Sebastián. Allí quedó la aeronave, varada en una ciudad varada y además sin aeropuerto operativo. Quizás alguna vez se la lleven de allí: la gente seguirá diciendo «nos vemos en el avión» como hasta hace nada seguía quedando en la esquina de Galerías.
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