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CÓRDOBA ENTRE LÍNEAS

Pedro Huerta: «En un colegio no hay usuarios, sino futuro»

Manchego de nacimiento y titulado en Filosofía pura, este fraile ha pasado gran parte de su vida en Córdoba vinculado al colegio de Los Trinitarios

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Pedro Huerta, en la Casa del Cristo de El Pardo de Madrid BELÉN DÍAZ
Rafael Aguilar

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Pedro Huerta tiene profundas raíces andaluzas aunque vino al mundo en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) en 1970: en Córdoba ha pasado diecisiete años de su vida ligado al colegio de Los Trinitarios. En 2020, este fraile se trasladó a Madrid para hacerse cargo de la Secretaría General de Escuelas Católicas, que agrupa a cerca de seis mil centros educativos de toda España, la mayoría concertados, a 1,2 millones de alumnos y a casi 105.000 empleados, 85.592 de ellos docentes.

-Estamos al comienzo del proceso de la escolarización, y el problema de la bajada de la natalidad, con el consiguiente descenso de alumnos, planea sobre él.

-Efectivamente que es un problema. La curva de la natalidad lleva descendiendo bastante tiempo. A raíz de la pandemia vemos que la bajada es mucho mayor. Nosotros venimos demandando desde hace bastante tiempo al Gobierno y a las Administraciones, y con más insistencia en estos últimos años, unas políticas que favorezcan la natalidad mucho más efectivas que las que hay, que prácticamente son inexistentes. La natalidad no es solo un problema para la educación. Nosotros, como colegios, no podemos hacer nada por solucionar este problema. Es un desafío, sí, pero no nos obliga a un cambio de actitud. Pedimos que junto a esas políticas de fomento de la natalidad que he citado, y que me parecen urgentes, también haya políticas de reconocimiento del estatus actual.

-A qué estatus se refiere.

-Que se reconozca que hay menos alumnado y que, por lo tanto se aproveche esa circunstancia no para cerrar centros sino para reducir la ratio de alumnos por clase, algo que mejoraría mucho la capacidad de los docentes para poder trabajar con los alumnos, especialmente para los que tienen necesidades educativas especiales, que son muchos. Esto es una reivindicación antigua de los docentes. Con las reformas legislativas que ha habido, como por ejemplo Ley de Protección del Menor, se requiere que los colegios tengan unos medios de acompañamiento del alumnado que se cubrirían mucho mejor con un número de alumnos más bajo. Si baja la ratio, el profesor tiene mucha más capacidad de llegar a los alumnos. Evidentemente que esto, ante la bajada de natalidad, es una solución que se puede hacer. Hay autonomías que se lo han tomado en serio y luego otras que no están haciendo nada, y luego algunas que lo están haciendo de un modo que no creemos nosotros que sea el correcto, que es aplicar bajadas de ratio lineales: todo el mundo igual, cuando no todos los colegios ni todas las zonas sufren el problema de la misma manera.

-Usted ha dado clase muchos años en un colegio concertado de Córdoba que en la práctica funciona como un colegio público, por el perfil humilde de la mayoría de los alumnos y por cómo es percibido por el vecindario. Las fronteras aquí son difíciles, ¿no cree?

-Creo que la enseñanza concertada, y no solo un colegio concreto, cumple con ese objetivo. Tenemos en el imaginario a la enseñanza concertada como colegios privados, de élite y tal, que es verdad que existen pero son muy pocos. Cuando se implanta el concierto educativo hace un poco más de cuarenta años lo que permite es que los colegios privados de la iglesia, los de ideario católico, puedan acoger en sus aulas a alumnas que antes no podían ir a ellos, porque no podían pagarse esa educación. El extender la gratuidad por medio del concierto a más centros no sólo favorece esa pluralidad de centros y esa capacidad de las familias de poder elegir el modelo de educación que quieren para sus hijos, también la integración de muchas más clases sociales, por lo que los colegios se convierten en crisoles culturales, porque tenemos alumnos migrantes y de otras religiones, pero también permite que los colegios sean mucho más heterogéneos en cuanto al perfil del alumnado. Por eso seguimos defendiendo los conciertos.

-Un colegio concertado con lista de espera de alumnos de nuevo ingreso y, a unos cientos de metros, otro público con una demanda escasa. Esto no es un hecho aislado.

-No hay que pensar que esto ocurre porque un colegio sea mejor que otro, sino que lo que las familias buscan es un ideario y un modelo de transmisión de un ideario. Las familias se dan cuenta en España de que el colegio tiene que ser un cómplice en valores y en virtudes que la familia sola no puede dar en esta sociedad cada más compleja en la que vivimos. Una de las fortalezas de la enseñanza concertada es que garantiza un ideario. Tenemos que asegurar que en nuestro país haya una pluralidad de escuelas para que las familias puedan cumplir con esa libertad de enseñanza que garantiza la Constitución. Lo que vemos, desgraciadamente, es que no todas las sensibilidades políticas tienen esto claro, porque lo que pretenden es acabar con esa pluralidad para que exista solo un mismo modelo y todos se eduquen en un mismo ideario, aunque realmente ese ideario no exista.

Profesionales

«Rompo una lanza de oro por los docentes, porque su trabajo se ha burocratizado mucho sin que dispongan de más horas para ello»

-¿Cómo lleva usted ser presidente de Escuelas Católicas con un Gobierno que no es especialmente sensible con la religión católica?

-A mí lo que más me llama la atención, y hablo desde el punto de vista personal, es la falta de diálogo que hay con la Administración, sobre todo con el Gobierno, por mucho que diga que el diálogo es lo más importante y que hay que llegar a consensos y tal. Yo empecé a ser secretario general en un momento en el que se estaba empezando a tramitar la Lomloe, que ha sido la primera ley que se ha aprobado en nuestro país prácticamente sin consenso de la comunidad educativa, no sólo de la parte de la concertada sino también de otras las de partes de la educación, y hablo de sectores de la enseñanza pública. Y esto ha creado una grieta importante en nuestra sociedad educativa en general, porque ha establecido la idea de que el diálogo no es necesario para seguir desarrollando la nueva ley educativo.

El religioso es de origen manchego BELÉN DÍAZ

-¿Y con la Junta de Andalucía han notado una mejora de la interlocución desde que gobierna el PP?

-Ahora mismo vemos que hay una sensibilidad diferente, pero hay también muchas reivindicaciones nuestras históricas que se siguen sin atender y se siguen sin escuchar: las prometen en el programa electoral pero cuando llega el momento de implementarlas pues nunca hay presupuesto o nunca es el momento. Con la Junta se puede conseguir mucho más, se puede dialogar mucho más. No existen mesas para dialogar entre la educación pública y la concertada, y esto a veces crea una diferencia y una separación muy grande, de tal manera que a veces puede parecer que hay una guerra entre una y otra.

-Los profesores se quejan con razón de que la carga de trabajo administrativo les quita tiempo y energías de su labor meramente docente. ¿Son conscientes de ese problema?

-Totalmente, totalmente. La educación se ha burocratizado mucho, o mejor dicho, se ha burocratizado el trabajo que se le pide al docente. La Lomloe ya incluye una carga burocrática que no se ha acompañado de un tiempo a los docentes para formarse y para preparar esos cambios. Nosotros pedimos al Ministerio que se retrasara la aplicación de la ley, precisamente para que los docentes tuvieran más tiempo para asimilar para los nuevos conceptos de evaluación o de programación, pero no se hizo así, y en menos de un año se implantó la ley. Aparte de eso ha habido otros movimientos educativos que están incluyendo la obligación en los colegios de contar con una serie de protocolos, de documentos, y que obligan a los directivos y a gran parte de los docentes a más responsabilidades.

Protección del menor

-¿Como cuáles?

-Por ejemplo, la protección de los menores que forman parte del centro, o de acompañamiento en cuestiones de género, de vulnerabilidad familiar o sanitarias. Todo descansa en las mismas espaldas, sin que en la parte concertada haya un aumento de horas para que el profesorado no sufra esas cargas: los docentes tienen sus veinticinco horas de clase más todas estas cuestiones que son en gran parte burocráticas. Lo que nos dicen las Administraciones sobre todo esto es que los centros concertados se tienen que buscar la vida, por decirlo de alguna manera. Tengo que romper una lanza, pero de oro prácticamente, a favor de los docentes, porque a pesar de todo cumplen, incluso mejor que en otros centros que sí que están dotados de más horas; hacen un trabajo inmenso, impresionante. Y además, las familias siguen prefiriendo esos centros [concertados]. Nos preocupa que los docentes se sientan agotados, quemados.

-La Junta de Andalucía ha decidido cerrar dos colegios por falta de alumnos en Las Palmeras. Hay niños en el barrio, pero no van a clase. ¿A usted esto le dolerá como docente?

-Con cada colegio que se cierra estás cerrando un futuro, una vida. A veces las razones que da la Administración en estos casos no están bien fundamentadas ni bien explicadas. El futuro de los colegios no se puede decidir como si fuera una empresa, con criterios de mercado: en un colegio no hay usuarios, sino futuro, y ese futuro hay que cuidarlo. La sociedad tiene que luchar por que los colegios se traten casi como patrimonio de la humanidad.

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