sociedad
El 'Pater', del alzacuellos al cinturón negro en judo, hapkido y aikido en Córdoba
El sacerdote de la parroquia cordobesa de Cristo Rey y capellán de La Salle, José María Muñoz, compagina el sacerdocio con las artes marciales
El Obispado de Córdoba pide un espacio para una nueva parroquia en la expansión de Poniente
Desde Córdoba hasta Sudamérica con una misión
![El vicario de Cristo Rey, José María Muñoz Urbano, durante su entrenamiento de Hapkido](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/01/14/sacerdote-artes-marciales-RKtu3M5s7BsugDaGhaJYcMI-1200x840@abc.jpg)
En un armario de la sacristía de Cristo Rey, junto a la sotana, el padre José María Muñoz -vicario parroquial y capellán de La Salle- guarda con recelo su catana de madera regalo de unos feligreses para practicar aikido. No es un souvenir llegado de Tailandia, es el arma que utiliza a la perfección este 'pater' cinturón negro cuarto dan que domina el judo, taekwondo, hapkido y aikido, entre otras artes marciales. Entrena cuerpo y alma cada día.
Este vicario parroquial (Córdoba, 1979) comenzó con los Salesianos a ir a clases de taekwondo con Don Bosco, y sólo lo abandonó esta práctica durante su época en el seminario y en Roma donde cursó Historia de la Iglesia durante un lustro.
A los 14 años, el padre José María sintió ya su vocación de sacerdote que antepone, puntualiza, «a cualquier otra actividad» pero sin desatender su pasión por las artes marciales. 'El Pater', como un capellán militar, es- el cariñoso apodo que tiene entre sus compañeros y maestros de estas disciplinas deportivas dedica una media de 10 horas a entrenar las 'katas' y golpes magistrales.
«¿Sabías que entreno en el sótano de la parroquia cuando tengo tiempo libre?», cuenta a ABC en la parroquia Cristo Rey mientras organiza desde campamentos de verano a la misión en Picota (Perú) en pleno Amazonas con los jóvenes de «Somos una familia» para el próximo mes de junio.
Para este capellán de La Salle que se codea con agentes de los grupos especiales de la Guardia Civil en el tatami; el deporte le sirve para «desfogar» como les dice a los jóvenes del Seminario de San Pelagio, de los que también es profesor. Su energía la canaliza a golpe de puños o patadas (sin tocar al contrincante) capaz de hacer una 'kata' a un agente de la guardia civil y dejarlo en el suelo.
Sobre el cómo se toman algunos a un sacerdote con unos guantes de boxeo o lanzando una patada en el aire tiene claro que piensan que «esto sienta como como a un santo dos pistolas». Lo que opinen de él no le importa, en absoluto. Se ríe de su sombra, lo que le ha hecho conectar con los jóvenes.
![Imagen principal - El vicario parroquial de Cristo Rey, José María Muñoz, durante los entrenamientos de Hapkido en Córdoba](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/01/14/cordoba-sacristia-patada-U33122181338Ezz-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - El vicario parroquial de Cristo Rey, José María Muñoz, durante los entrenamientos de Hapkido en Córdoba](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/01/14/sacerdote-gimnasio-marciales-U05802675230acr-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - El vicario parroquial de Cristo Rey, José María Muñoz, durante los entrenamientos de Hapkido en Córdoba](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/01/14/catana-artes-sacerdote-U74457751321QBh-278x329@abc.jpg)
La parroquia se llena de grupos juveniles y el último éxito ha sido, contra todo pronóstico, el «Adoremus», una hora semanal con Dios, sin móviles hablándole, escuchándole. Como anécdota con el kimono puesto, José María cuenta que en uno de los Campeonatos de España celebrado en Vista Alegre en Córdoba llegó a escuchar a un árbitro decirle a otro «¡ése es el cura!», señalándolo.
Para este sacerdote, lo mejor que le da el deporte es el poder relacionarse con todo tipo de personas que aunque no piensen como él, se respetan, hay mucho compañerismo y eso enriquece, añade. «Tengo muy buenos amigos de las artes marciales; algunos son como mi familia; en este deporte se aprende el respeto, el valor del esfuerzo; se aprende a ganar y a perder», cuenta desde su despacho parroquial.
Entre cata y cata de judo o hapkido, algunos compañeros le piden consejo, asegura, y otros, casi secretos de confesión. En algún caso, incluso, 'El Pater' ha llegado a bautizar a un compañero de artes marciales -Jorge, aún recuerda su nombre- para luego casarlo y después le han pedido que bautizara a sus hijos. «Les acompaño en momentos felices o cualquier otro dramático; me convierto en el padre de todos ellos», matiza en esta feligresía de tatami.
Su palmarés es digno de un deportista que roza la élite. Cinturón negro de taekwondo y defensa personal; cinturón marrón de Kick Boxing y de Judo; y un buen gancho en boxeo. Además, practica aikido y hapkido, el arte marcial preferido de los agentes de seguridad.
Sacerdote con kimono
Pero a este padre nunca le ha hecho falta usar la fuerza ni un título en una competición. José María reconoce que entre el clero y la feligresía, después de los años de sacerdote que ahora te vean con un kimono, una catana o con unos guantes de boxeo no deja de ser llamativo pero lo ven con mucha normalidad, al igual que su familia. A tal extremo que este vicario reconoce que ya está creando escuela y su compañero el profesor del seminario Don Pelayo Rafael Orchando se ha subido al carro de las artes marciales.
«Y en el Seminario Menor de Córdoba estamos intentando que todos los jóvenes hagan estas artes marciales que además de recuperar valores que se están perdiendo y que se dan en este deporte», ha explicado. «En las artes marciales, como en la vida, debería empezar todo con un apretón de manos y terminar igual o con un saludo marcial, que es lo mismo», apunta.
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