solidaridad
El obispo avisa de que en Córdoba hay «un cinturón de asentamientos que pide a gritos ayuda»
Monseñor Fernández ha renovado su «llamamiento a todas las instituciones de Iglesia y de la Administración civil, que recauda los impuestos»
El obispo de Córdoba alerta de que «la unidad de España está en peligro»
El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha advertido que «en nuestra en Córdoba hay un cinturón de asentamientos, ni siquiera son chabolas, que piden a gritos -silenciosamente- que los saquemos de las graves injusticias que padecen ellos y sus hijos: sin agua, sin luz, sin higiene, y ante el temor de ser erradicados del lugar furtivo que ocupan«.
En este sentido y a través de su carta semanal, recogida por Europa Press, Demetrio Fernández, quien se ha referido a la celebración el tercer domingo de noviembre de la Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el Papa Francisco en 2017, ha señalado, respecto a dichos asentamientos, que «no podemos mirar para otro lado».
Por eso, el obispo ha renovado su «llamamiento a todas las instituciones de Iglesia y de la Administración civil, que recauda los impuestos«, porque »es inadmisible en una ciudad moderna como la nuestra que haya tantas personas en esa situación. Pensemos juntos qué podemos hacer«.
«Acudamos en ayuda de los pobres -ha añadido en su carta-, de las personas que están solas y no tienen a nadie, de los sin techo, de los que no encuentran trabajo, de los que son explotados por la injusticia de los demás, de los migrantes que llevan buscando una vida mejor«.
Afectados por los temporales
En consecuencia, según ha sentenciado el obispo, «en nuestras parroquias y comunidades no puede faltar este elemento esencial de la Iglesia del Señor, la atención a los pobres. Quizá no podamos resolver sus problemas, pero podemos escuchar, atender, compartir. Aunque uno viva una vida tranquila, se encuentra sin quererlo con situaciones que nos desbordan«.
De hecho, «vemos estos días a todos los afectados por los temporales e inundaciones. Todo eso nos debe sacar de nosotros mismos y nos debe llevar a tender la mano a los demás, por si podemos ayudarles en algo. Es el testimonio que estamos viendo estos días en tantos adultos y jóvenes, en sacerdotes, religiosos y laicos. El espectáculo más bonito es el de la solidaridad, en medio del barro y la fealdad de la desgracia«.
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