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Enigmas

Misterios y leyendas | ¿Brujas en Córdoba?

En el siglo XVII, donde hoy se sitúa la calle Rave, había una pequeña placita donde decían que vivían varias hechiceras que celebraban aquelarres

La inquietante historia de la beata Dolores, la última bruja condenada en Sevilla

Lugar del barrio de Santiago de Córdoba en que estaba el Panderete de las Brujas Google Maps

D.Delgado

Córdoba

La primera mitad del siglo XVII fue en toda Europa la gran era de la caza de brujas. Y España no escapó a esta corriente. Los tribunales civiles y la Santa Inquisición no tardaron en intervenir, si bien la justicia fue aquí más indulgente que en el resto de Europa con estas 'mujeres poseídas por Satanás'.

En Córdoba, en aquellos tiempos, hubo una placita situada donde hoy se encuentra la calle Ravé, llamada entonces Panderete de las Brujas, donde, según la creencia popular, vivían varias hechiceras.

Ramírez de Arellano, en 'Paseos por Córdoba', relata que la gente aseguraba que a ciertas horas de la noche se hacían aquelarres donde estas poseídas danzaban hasta que salía el sol.

Una de estas 'brujas' era Flora, quien aseguraba que «era adivina y que era capaz de leer el porvenir de sus clientes con solo verlos», regún recoge Marcial Hernández en 'Historias y Leyendas de Córdoba'. En su casucha ejercía su oráculo y tenía mucha clientela.

A todos los que se acercaban contaba Flora, «por aumentar su fama y su sueldo», historias fantásticas que dejaba boquiabiertos a los ilusos dispuestos a creer. «En la puerta de su casa decía todas las noches, cuando más oscuras eran las tinieblas, que se reunían todas las brujas de Córdoba, que eran muchas, y que esperaban que viniesen las diablesas de las ciudad [...]. Tras pasar la noche bailando «marchaban al lugar elegido para allí celebrar sus bacanales nocturnas desenfrenadas», recoge el libro.

Sobrevolando el Guadalquivir

La hechicera contaba, además, que el cortejo de diablesas «volaba como navegando sobre el Guadalquivir; que desde el cielo observaban los molinos y las torres y, resbalando, sobre la corriente, llegaban ahsta la presa de Casillas y de allí, a Medina Azahara y en un vuelo a la torre del homenaje del castillo de Almodóvar».

Cuentan que la última de las brujas que habitaba en la calle de Siete Revueltas fue Catalina Salazar, que por auto celebrado en diciembre de 1625, fue paseada penitente montada en un borriquillo con soga al cuello y coroza, y recibió 100 azotes.

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