MIRAR Y VER
Viernes Santo
Todo lo envuelve el silencio, todo queda en suspenso
Guía de la Semana Santa de Córdoba 2024: horarios, recorridos, hermandades y mejores lugares para verla
![Una penitente reza tras la suspensión de una procesión, esta Semana Santa](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/03/28/penitente-cordoba-semana-Rr0DQ2IrjX0V6GAt6Vl4pAP-1200x840@diario_abc.jpg)
Semana Santalluviosa, desabrida e imprevisible. Los trabajos y esfuerzos de las hermandades, el andar de los costaleros repetido durante muchos días con el corazón puesto en el recorrido definitivo, el ansia de la salida, los deseos albergados en la estación de penitencia de ... hermanos y devotos. Y llueve. Y nada de esto sucede, la emoción duele como un bocado y las lágrimas abaten a quienes esperaban tanto. Se silencia el rachear de los pies bajo el paso, inútil se torna la voz del capataz, enmudecen las más inspiradas marchas procesionales, las velas no tiritan al aire de azahar y primavera, las flores esconden su fragante belleza y la saeta, eterna, sepulta más hondo aún su rezo dolorido. Metáfora de la vida misma a veces, cuando, sorpresiva e inesperada, nos acecha en el callejón oscuro del dolor y el desaliento. Metáfora del Viernes Santo. Jesús clavado en la cruz. Todo lo envuelve el silencio, todo queda en suspenso, afanes y esperanzas.
Como los discípulos que caminaban hacia Emaús, entristecidos y desilusionados, porque las cosas no habían salido como esperaban, no nos gusta esa otra cara de la vida, la que no se muestra, porque no es tan exitosa, joven, invencible, brillante y prodigiosamente bella. Esa que ni se nombra, que se encubre y disimula, como si esto bastara para disiparla. Ocultarla no hará que desaparezca, porque es real, imposible escapar de ella cuando llega. Afrontarla, vivirla virtuosamente, es un aprendizaje que no se improvisa. Aquel primer Viernes Santo, que rememoramos, y los que vinieron después, nos confrontan con el misterio de la muerte y el sufrimiento, ante el de Cristo, ante el de los crucificados de hoy y ante el nuestro propio.
La cruz se vuelve grito inocente, de tantos excluidos, al margen de nuestras prósperas sociedades, de los emigrantes y de las demasiadas vidas ahogadas en los mares de la desigualdad, de los sin techo de cartón y manta por hogar; de las víctimas de las guerras, del fanatismo criminal y de la violencia diaria, del hambre, de la pobreza, del afán desmedido de poder, de la falta de libertad, del desempleo, de la soledad, del abandono, de la enfermedad, del sinsentido y la tristeza. Y, como en aquel viernes, que marcó la historia de la humanidad para siempre, tendremos que decidir hoy si queremos ser plebe de pan y circo, que no se da o no quiere darse cuenta de lo que está sucediendo, o bien ser cirineos y Verónicas, que miran, ven, se compadecen, se hacen cargo, ayudan y consuelan o, más aún, estar del lado de los más débiles y vulnerables y correr la misma suerte, como María, al pie de la cruz, porque solo el amor cree, es fiel y permanece. Hoy, hay mucho que contemplar y comprender en el Calvario. La cruz no es silencio de Dios, ni su abandono, sino la salvación. Dios está allí, amor hasta el extremo, el sentido del dolor y la muerte, porque, en Él, esta no tiene la última palabra. La Vida siempre vence. Como se escuchará en la secuencia de la celebración del Domingo de Pascua: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda».
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