Mirar y ver
Solos
Ni reflexión ni medidas, que requieren un alto coste económico, de quienes han optado mal en la elección definitiva de 'la bolsa o la vida' y tristemente gana la bolsa
La soledad es palabra poética, recurrente y acostumbrada en versos de poeta. «La soledad no olvida nada / cava memorias», sentencia Benedetti. Es cotidiana en Borges que vive de «metáforas [...] de la soledad que traen los días». Soledad que llora Luis Rosales ... por los que se fueron: «la soledad del corazón/[...] porque siente / la marcha de tu pie sobre la arena». La, a veces, inevitable soledad acompañada si «sentimos la soledad de dos», lamenta Blas de Otero o de uno mismo, cuando «aquí, solo en la noche, ya es posible la muerte», afirma rotuno Buesa.
ABC se hacía eco durante la semana de varios estudios sobre una situación cada vez más extendida: un 20% de españoles se sienten solos. No solo los mayores, más de un 25% de los jóvenes sufren de soledad y, en 15 años, uno de cada tres hogares será unipersonal. La soledad no deseada nos acecha y avisa de fallas sociales que hay que remediar. El envejecimiento de la población conlleva el aumento progresivo y alarmante de mayores solos, y los jóvenes lo están por demasiadas causas: acoso, discriminación, relaciones humanas más digitales que reales, falta de tolerancia a la frustración o la incertidumbre ante el futuro.
La información, la comunicación, la movilidad, un mundo global hecho pequeño, son insignias de nuestro tiempo. Nada presagiaba que, a más información, más alejados de la realidad, que estando más comunicados, nos sentiríamos más solos que nunca y que, a más movilidad y conexiones, más lejos los unos de los otros.
La soledad es hermosa y buena compañera solo cuando es elegida, digan lo que digan. El desprestigio ideológico de la familia, la baja natalidad, las dificultades de los jóvenes para acceder al trabajo y la vivienda, la escasa ayuda a la conciliación familiar en todas las etapas vitales, el descarte de los mayores y los considerados no productivos, el individualismo y la falta de compromiso, son causas de esta situación. A ello se une el desinterés político. Ni reflexión ni medidas, que requieren un alto coste económico, de quienes han optado mal en la elección definitiva de 'la bolsa o la vida' y tristemente gana la bolsa. Pues, no hay bolsa sin vida. Ustedes verán.
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