Mirar y ver
Por fin, la Biblioteca
Solo queda la alegría de poder disfrutar de unos fondos riquísimos y un edificio espléndido
Al Cabildo Catedral (2/2/2024)
Dicen que quien escribe, en realidad reescribe, que hay temas que vuelven siempre, como el agua en la noria, y se convierten en recurrentes e inevitables. Así ha ocurrido con el devenir de la Biblioteca Grupo Cántico, que ha ocupado mis pensamientos en varias ... ocasiones en esta columna. Casi recién incorporada a estas lides, escribía sobre el proyecto de una biblioteca que no arrancaba, de la arrasada rosaleda de los Jardines de la Agricultura y de un tiempo de espera que, ya entonces, parecía demasiado largo.
Los pasados meses de abril y noviembre, volvía a quejarme de la tardanza en su apertura y deseaba que se respetara la palabra dada sobre la fecha de la misma, con que acabaría la crónica de una biblioteca anunciada para febrero.
Febrero llegó y la biblioteca también. Se ve que los ángeles bellos y bondadosos de Liébana se prestaron a atender nuestras peticiones y dieron cumplimiento a tanta rogativa. Porque no ha sido una cuestión de impaciencia, sino un ejercicio de aguante estoico, veinte años.
El acuerdo político de dos cordobesas, Rosa Aguilar y Carmen Calvo, veinte años para ejecutarlo, más de veinte millones de euros y una biblioteca, por fin. Esa es la historia. Solo queda la alegría de poder disfrutar de la biblioteca más avanzada de España, de unos fondos riquísimos y un edificio espléndido, desde cuyas cristaleras se contemplan los históricos jardines, el privilegio de aunar naturaleza y lectura.
Fuera, un chico, captado por la avezada mirada de Valerio Merino entre las fotografías del reportaje de ABC sobre la inauguración, sentado en un banco de los jardines, ajeno a lo que sucede en el cercano edificio, absorto mira el móvil. Ojalá mañana, lea un libro. Me gustaría que volviera el rostro, que descubriera el tesoro que tiene cerca, el saber preservado y reunido, el conocimiento a su alcance, las mejores historias, las palabras que desea, que necesita y que lo esperan, el valor del silencio, la libertad de quien lee, el poder de los libros...
Sobre qué fue de las rosas, hablaremos otro día. Y sí, Pablo, han tardado mucho, pero ahora tienes una sala con tu nombre, Sala de Investigación Pablo García Baena. Allí nos vemos.
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