MIRAR Y VER

Diálogo interreligioso

El respeto a la dignidad de la persona y la observancia de los Derechos Humanos constituyen el fundamento del cuidado en el ámbito laboral

María Amor Martín: 'Manos Unidas en Córdoba'

María Amor Martín: 'Las Palmeras'

La palabra diálogo corre el riesgo de caer en desuso. Basta escuchar las conversaciones de calle, las tertulias televisivas, el horrendo espectáculo de las intervenciones en las sesiones del Congreso o las negociaciones entre países. Monólogo, bronca, cháchara, perorata, cotorreo, careo, discusión, polémica, mutismo, ... vilipendio, todas estas palabras son las que llenan el vacío de la mejor herramienta de la comunicación humana. Menudo desaguisado en el diccionario. Si fuese solo esto, lo arreglarían los filólogos que para eso están, pero las palabras expresan realidades: un mundo enfrentado, y actitudes: no interesa dejar de estarlo. Diálogo en su origen significa «a través de la palabra».

A su través se conoce, se descubre la propia identidad y la singularidad de los otros, se expresan sentimientos, se estrechan relaciones, se produce el entendimiento, se liman asperezas, se resuelven conflictos, se llega a acuerdos, se crece en concordia y amistad.

Las recién celebradas IV Jornadas Interreligiosas 'Espíritu de Córdoba', organizadas por la diócesis de Córdoba, la Junta Islámica, la Federación de Comunidades Judías, la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas y el Palacio de Congresos, muestran el deseo de caminar juntos y el valor de las religiones para la plenitud del ser humano, la fraternidad y la paz. Musulmanes, judíos, cristianos evangélicos y cristianos católicos, representantes de las cuatro confesiones, han reflexionado sobre la 'Espiritualidad y cuidado de la vida'.

Los dos polos del ser: la existencia y su sentido. Una vida acogida como un don, sagrada, inviolable, inalienable, indisponible, por encima de cualquier estructura e institución, con su absoluta dignidad que no está a expensas de criterios de edad, ni de eficiencia, ni de productividad. Y, por otra parte, el papel fundamental y la aportación de la fe y la espiritualidad al cuidado en cada momento vital: vejez, enfermedad, ámbito sociolaboral e infancia y juventud.

Sus conclusiones son unánimes y valiosas. Ante una sociedad que hace gala del desmérito de la sabia vejez, se ha recordado la hermosura de la ancianidad, exaltada en todas las religiones, el agradecimiento debido a quienes nos han dado la vida y nuestro deber de cuidarlos. Estar enfermo, sentir la fragilidad y el dolor es una experiencia, que requiere apoyo, consuelo, compresión, respeto a la dignidad de quien sufre, la oración y la convicción de la fe que determina la respuesta ante el sufrimiento.

El respeto a la dignidad de la persona y la observancia de los Derechos Humanos constituyen el fundamento del cuidado en el ámbito laboral. Los niños y jóvenes, el mayor regalo para la sociedad, necesitan educadores que respondan a sus anhelos más profundos, comprendan la educación como exigencia del amor y sean capaces de proponer proyectos de vida coherentes que den sentido a su realización personal y al destino de la humanidad.

Entre tanto enfrentamiento y polarización, estas jornadas son una revolución pacífica en un espacio de diálogo y encuentro. Bendita iniciativa.

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