La Graílla
La noria del escudo
Algo cambia en Córdoba: no han discutido los partidarios del emblema de los leones y los de la Albolafia
Ni en mi sed mando yo (3/2/2024)
Esto ya no es lo que era. Cuando empezaron a llegar noticias sobre la posibilidad de cambiar el escudo de Córdoba, más de uno se imaginó una de esas discusiones eternas que no son tanto entre tradición y modernidad como entre quienes buscan ... razones y los que se oponen a cualquier cambio sólo porque modifica lo que han conocido siempre.
En otros tiempos la discusión entre el escudo y el sello, entre las armas del Rey Santo y el paisaje eterno de la Albolafia, el Puente Romano y la Mezquita-Catedral habría dado para días de titulares cruzados, respuestas larguísimas en las redes sociales y artículos fundamentados de los que quisieran volver a lo antiguo y de los que se apoyan en una innovación rabiosa y ochentera para seguir con el que han conocido estas generaciones.
Será cosa de la Base Logística o del verde de esos parques que todavía tienen que esperar hasta tener árboles respetables, pero algo tiene que estar cambiando en Córdoba. Un concejal anunció que había pedido un dictamen al cronista oficial, Julián Hurtado de Molina hizo la propuesta de regresar al escudo histórico y finalmente el alcalde optó por dejar las cosas tal y como estaban. Fuéronse y no hubo nada, y ni un poquito de discusión bizantina, ni un grupo de Féisbuc para regresar al emblema de Fernando III ni una mala plataforma con el nombre de 'La Albolafia se queda' con sus pancartas en horas de trabajo.
Quizá alguien fue demasiado audaz o tal vez Bellido lo vio venir y quiso evitar una tormenta que podría haber dejado bastante ruido y alguna de esas frases sacadas de contexto que después persiguen a un concejal durante el resto de su vida. El caso es que el viejo escudo de los leones y los castillos, el que tuvo como oficial Córdoba hasta la época de Julio Anguita, quedará como un recuerdo en las traseras de los palios y en la heráldica antigua. Nadie tendrá que decir carcas, ultras ni anticuados a los que pidan la restitución y no habrá un debate en el Pleno en que Antonio Hurtado alce la voz para decir que el sello le gusta mucho porque ahí se ve el viejo alminar de la Mezquita sin rastro del cristianismo que llegó cuando Aznar la inmatriculó en los años 90.
Pudo haber argumentos bañados en el té del prejuicio ideológico y otros de buena intención, y de estos últimos habrían tenido cierta razón los que defendieran el uno y el otro. El de San Fernando, porque con él Córdoba regresaba al cristianismo y a Occidente; el del sello, por ser también más identitario con su perfil inmortal, y en realidad tan castellano como el otro, porque aparece en 1241.
Será el que se quede sin muchas protestas, pero a sus partidarios no estaría de más recordarles una cosa: la Noria de la Albolafia vive más allá de los membretes municipales y permanece a la espera junto al Guadalquivir, al otro lado de la vegetación descontrolada y de unos sotos que no conocieron quienes dibujaron el emblema, apenas mencionada cuando hay elecciones.
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