La Graílla
Hito andalucista
El andalucismo vive tan tapado como una placa invisible e innecesaria en el bulevar del Gran Capitán y si se resucita es como esperpento identitario
Atribuido al cambio climático
El que coloca una placa para recordar un hecho histórico busca que se vea y que quede constancia de lo que recuerda y de quien mandó ponerla, pero en el bulevar del Gran Capitán hay una que no consigue nada de eso. Está ... en el suelo, disimulada entre las baldosas, los veladores y las sombrillas, y el que repare en ella, y muchos de los que pasan a diario no la habrán visto, todavía tendrá que acercarse bastante para saber que relata que en aquel lugar, en el Casino Republicano, se reunió en marzo de 2019 algo llamado Asamblea Regionalista de Córdoba, «hito del movimiento andalucista».
En letras todavía más pequeñas, casi ilegibles para el que no se agache, queda constancia de que lo colocó el Ayuntamiento de Córdoba en marzo de 2019 y el que la busque la encontrará a la altura del número 9, entre el Banco de España y Cajasur.
Cualquiera podría malpensar que el Gobierno municipal de Isabel Ambrosio había querido cumplir con algún andalucista anacrónico al que los socialistas de Córdoba hacen mucho caso, pero con la vergüenza lógica de no querer que ese pego se conociera demasiado, y por eso queda justo al alcance de los perros a los que se saca a pasear.
Como símbolo está mucho mejor, porque a esas alturas el andalucismo era un recuerdo en el abismo oscuro de lo que se olvida o un templo con imágenes olvidadas a las que nadie pone ya flores frescas ni enciende cirios. Bien visto, el andalucismo no merece una mirada tan severa como la que sí deberían tener el nacionalismo vasco de estirpe racista y el supremacismo catalán.
Entre los que se agruparon en torno a la identidad de esta tierra habría de todo, pero se vio siempre buena voluntad de conseguir autogobierno para sacar a tanta gente y tantos pueblos del atraso y el subdesarrollo al que no miraban los que tenían que liberar presupuestos para carreteras y colegios.
En 1971 Antonio Burgos puso por escrito en 'Andalucía, ¿tercer mundo?' lo que cristalizó en las manifestaciones y en el referéndum, y era menos una proclama identitaria que la reclamación de remediar un agravio histórico, pero conforme creció la deseada Junta se secó el río blanco y verde.
Durante muchos años el PSOE hizo de aquel sentimiento un decorado institucional que terminó por blanquearse como una revista al sol de tantos días, la mejora del nivel de vida hizo olvidar los apuros, los partidos andalucistas se desangraron en navajazos fratricidas, y a lo mejor estaba bien que así pasara viendo en qué terminaron tantas banderas autonómicas.
Hoy el andalucismo vive tan tapado como esa placa y sólo resucitó como esperpento en estos años, cuando el PP llegó a la Junta y algunos pasaron del rojo al verde musulmán y quisieron distinguir entre buenos hablantes de andaluz y malos del imperialista español. Con lo coherente que sería ahora alzar la voz contra la desigualdad legal entre los españoles y el trato de favor a las mismas regiones de siempre.
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