Julio Romero de Torres, la pintura en Córdoba de un tiempo infinito

Simbolista o modernista son algunos de los adjetivos para etiquetar la fascinante producción de Julio Romero, pero si algo se sustancia es los diferentes estudios es que su obra está atravesada por la influencia de periodos muy diversos de la Historia del Arte.

El arte antiguo, el Barroco o el Renacimiento se apuntan como periodos que dejaron su huella en la obra 'romeriana', del mismo modo que hay quienes lo sitúan como antecedente de surrealismo y los que recuerdan la influencia que ha tenido en el periodo postmoderno. Se puede hablar, al menos si se atiende a ese abanico de adscripciones, de un pintor infinito, ya que un gran número de periodos y corrientes confluyen en él.

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Este año, y algunos meses antes de que comenzasen los fastos del 150 aniversario, se ha publicado en la Universidad de Córdoba el último análisis académico que se ha dedicado al gran pintor cordobés de la Edad de Plata. Su autora es la historiadora de la Universidad de Castilla La Mancha Amelia Rodríguez Herance, cuyo libro apareció en primavera bajo el título de 'Visiones de Julio Romero de Torres'.

En sus conclusiones, la historiadora apuesta por esta misma línea de lo que se puede denominar como la pintura infinita al explicar que es Julio Romero es «un artista cuya mirada parece haber recorrido gran parte de la Historia del Arte». Según indica Rodríguez, «desde los objetos arqueológicos que sirven de fondo a sus obras, a lo bizantino; de las iglesias románicas y góticas cordobesas, al Quattrocento; de Leonardo a Valdés Leal; del Luminismo al Art Decó...».

También recuerda la especialista que «tras su muerte su huella no se borra, sino que puede rastrearse hasta hoy». Explica esta tesis que modistos como Francis Montesinos, Matilde Cano o Victorio & Lucchino se han inspirado en la obra de Julio Romero para sus colecciones y el artista Filip Custic se apropió de 'Naranjas y limones' para los 'artworks' del álbum 'El Mal Querer', de Rosalía. Pedro Almodóvar, en su película 'La habitación de al lado', o Pablo Berger, en la premiada 'Blancanieves', han sido otros de los artistas actuales que han encontrado en Romero de Torres una inspiración.

Los vínculos con diferentes periodos de la Historia del Arte se rastrean igualmente en los numerosos estudios que en las últimas décadas para analizan la obra de Romero de Torres, a menudo con el objetivo de alejarla de los tópicos que la rodearon en los años posteriores a la muerte del pintor y en especial durante la dictadura franquista.

Ya en vida del artista, y como se explica en el libro de Rodríguez Herance, hubo analistas que interpretaron su obra desde el clasicismo y la tradición iconográfica cristiana, mientras que en los 40 se destacó su conexión con el arte bizantino. Fue más tarde, en los 70 y en el centenario del pintor, cuando el profesor Zueras Torrens lo vinculó a las corrientes del simbolismo y del prerrafaelismo y en los 80, con los albores de la democracia, se subrayó su obra por su profunda identidad andaluza.

También se la conectado con el esperpento que creó su íntimo amigo Valle-Inclán en cuanto a su sentido crítico sobre la realidad de su tiempo, y más tarde como pintor sucesivamente postromántico, modernista y regionalista o también como precedente del surrealismo y las vanguardias y de artistas como Picasso, Dalí o el cineasta Luis Buñuel. A ello se unen los estudios que se han publicado sobre el papel de la mujer en la obra 'romeriana', y que la propia Rodríguez Herance amplía en su trabajo.

La historiografía y las distintas visiones críticas de la obra de Romero confirman las múltiples conexiones de la obra del gran pintor cordobés con las tradiciones y tendencias que lo precedieron. Pero a eso hay que unir la reinterpretación que de su obra se ha hecho después de su muerte, pues ni siquiera las turbulencias sociales de los 30 y 40 hicieron que su pintura se olvidase.

Primero fue el franquismo el que lo utilizó como quintaesencia de lo español frente a lo extranjerizante y luego en la democracia, y una vez se fueron rompiendo esos tópicos, su legado y su imaginería emotiva y singular fueron asumidos por la postmodernidad en películas, vídeos musicales o pasarelas de moda.

El camino 'romerista' en la propia pintura quedó como cosa de copistas y émulos, pues un mundo tan propio solo se puede imitar, pero sí es cierto que su forma de afrontar el oficio de artista ha influido a las generaciones posteriores de artistas cordobeses.

El pintor José Luis Muñoz explica por ejemplo que «como autor que ha nacido y crecido en Córdoba obviamente me ha marcado la influencia de Julio Romero, ya que es el artista que más ha creado una estética neta y profundamente cordobesa». Muñoz recuerda que fue durante sus estudios en la Facultad de Bellas Artes cuando conectó a Romero de Torres con los pintores prerrafaelistas ingleses o con los nazarenos alemanes y percibió que en su obra «había mucho más que lo considerado tipismo, por lo que me siento aún más orgulloso de haber tenido esa influencia en mi vida».

Otra artista que ha reutilizado elementos icónicos 'romerianos' es Clara Gómez Campos. Según explica, «la conexión con la mujer cordobesa que pintó Romero de Torres sigue presente en mí, pero con una mirada renovada». Gómez Campos señala que «vengo de esa tradición, pero no busco idealizar sino comprender y dar voz a la mujer que habita este tiempo».

Por último, el pintor Miguel Gómez Losada, otro de los artistas cordobeses actuales con mayor proyección exterior, indica que «la pintura de Julio Romero es un tutorial de hondura y de silencio». «Siempre he visto un respaldo en su pintura, en la manera en la que apuesta por una pintura grave, melancólica, seria», explica.

«Ese gen de Julio Romero, que es un gen cordobés, estaba en la obra de mi padre (el pintor Marcial Gómez) y está en la mía y me gusta que exista porque me hace sentir que no estoy solo en mi pintura», explica Gómez Losada, como testimonio definitivo de esa presencia de la huella de un artista infinito. Un pintor que compendió el tiempo anterior a su nacimiento y cuya perdurabilidad le permite seguir vivo como influencia e incluso como presencia no sólo estética sino también moral.