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Símbolo para Córdoba y para el mundo
«Yo fui confesor de la fe cuando la persecución de tu abuelo Maximiano. Si tú la reiteras, estoy dispuesto a padecerlo todo antes que a derramar sangre inocente«
Julio Merino 'in memoriam'
Para el próximo 25 de mayo, cuando el Papa acuda a Nicea, en la actual Turquía, a conmemorar el 1.700 aniversario del primer concilio ecuménico, quien lo presidió, el obispo Osio de Córdoba, puede estar elevado a los altares. Así se ha sabido ... estos días con la noticia venida del Vaticano. Como explicó el postulador de la causa, el capuchino fray Alfonso Ramírez, llega tras un trabajo de más de doce años y se consigue no por la causa normal de la beatificación y canonización, sino por algo conocido como «canonización equipolente», que es la extensión del culto que ya tiene Osio como santo en la Iglesia Católica Oriental y la Ortodoxa.
El cordobés Osio (256-357) fue obispo de la diócesis durante las duras persecuciones a los cristianos de finales del siglo III y alumbró una nueva era que acabó con dichas persecuciones en el 313. Su figura es clave en la historia de la Iglesia y en la propia Universal. El obispo de Córdoba, don Demetrio Fernández, ha destacado la vocación ecuménica de su antecesor «como un personaje que une a la Iglesia de Oriente con la de Occidente». Sin duda es un símbolo para Córdoba y para el mundo. Quisiera destacar de su vida cuatro momentos.
Primero. Su importancia como obispo de Córdoba lo llevó a asistir ya a principios del siglo IV al Concilio de Elvira, cerca de Granada. El primer concilio celebrado en el sur de Hispania. Segundo. El prestigio de su prudencia, sabiduría y dotes de políticas lo hicieron consejero del emperador Constantino y fue decisivo para que en Milán, en 313, el emperador firmase el edicto que estableció la libertad de religión en el Imperio romano, poniendo fin a las persecuciones de los cristianos y ajustándose a la realidad de una población del Imperio ampliamente cristianizada.
Tercero. El Concilio de Nicea, celebrado del 20 de mayo al 19 de junio de 325. El primero ecuménico de la historia, que buscó como principal objetivo la unidad entre los cristianos. Participaron 318 obispos presididos por Osio, que firmó el primero tras los delegados del Papa. Osio mismo redactó el Símbolo de la Fe, el llamado Credo Niceno.
Cuarto. Precursor de la separación entre Iglesia y Estado. Cuando el emperador Constancio II, simpatizante del arrianismo, le amenazó con castigos si no se plegaba a su voluntad, escribió desde Córdoba, ya en el ocaso de su vida: «Yo fui confesor de la fe cuando la persecución de tu abuelo Maximiano. Si tú la reiteras, estoy dispuesto a padecerlo todo antes que a derramar sangre inocente ni ser traidor a la verdad. Haces mal en escribir tales cosas y en amenazarme (...) Dios te confió el Imperio, a nosotros las cosas de la Iglesia (...) Ni a nosotros es lícito tener potestad en la tierra, ni tú, Emperador, la tienes en lo sagrado»
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