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Pasar el rato

La salvaora

Socialismo es fraternidad. Cuando la Montero abre su boca desbocada, de las calaveras de Cicerón y de Castelar brotan lágrimas como garbanzos

José Javier Amorós

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Los socialistas andaluces cantan y cantan y vuelven a cantar porque les ha llegado una salvadora. Muy especialmente los socialistas cordobeses, que se conforman con poco. Quien te puso Salvaora / no supo ponerte nombre, / te debía de haber puesto / la perdición de los hombres. En ... la copla he sustituido a la Petenera por la Salvaora, por la misma razón por la que el presidente del Gobierno hace leyes o viaja a la República Dominicana sin dar explicaciones: porque me da la gana literaria. Por lo demás, tanto la Petenera como la Salvaora fueron cantaoras del siglo XIX. Y si no lo fueron, yo decido que lo eran. Eso es suficiente, una explicación voluntarista de la historia. Con Pedro Sánchez, el Derecho y la Historia se han convertido en ciencias testiculares. La salvaora se llama María Jesús Montero, una fina estilista de la política, la Lalachus del Consejo de Ministros. La perdición de los hombres que se dedican a la cosa pública. Al difunto Espadas le ha dado un abrazo devorador. Socialismo es fraternidad. Cuando la Montero abre su boca desbocada, de las calaveras de Cicerón y de Castelar brotan lágrimas como garbanzos, y el tigre de Bengala siente humillado su rugido. En un clima tenso de fuerte andalucismo se ha visto a Juan Espadas por los barrios de Sevilla, cantando flamenco. La soleá del sanchista obediente: «Qué quieres de mí, / que hasta el agüita que bebo / te pío permiso a ti». La soleá del sanchista cesante: «Sentaíto en la escalera / esperando el porvenir, / pero el porvenir no llega». Utilizo en algunas palabras la grafía del idioma andaluz de Moreno Bonilla. La soleá del sanchista despersonalizado: «Yo no tengo más remedio / que agachar la cabecita / y decir que lo blanco es negro». Y la seguiriya al abrazo de la salvaora: «Yo no sé por dónde / ni por dónde no / me s´ha liao esta soguita al cuello / sin saberlo yo». Todavía no se atreve con la soleá de la venganza: «Placita de Santa Cruz. / Allí lloré yo una noche. / Allí vas a llorar tú». Para los socialistas andaluces - especialmente para los socialistas cordobeses, que se conforman con poco- ya nada será igual con la estrella de Sevilla. Todo será peor, si eso fuera posible.

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