Pasar el rato
Noticia triste de agosto
Vuelve uno a este rincón del alma y le sueltan que ha aumentado en Córdoba el número de suicidios
Queridos lectores (20/08/2024)
Vaya con las noticias de agosto, el mes de la bagatela. Vuelve uno a este rincón del alma, después de unos días haciéndose cargo del mar y otros anticipos de la eternidad, y le sueltan que ha aumentado en Córdoba el número de ... suicidios. El año pasado, 78 cordobeses decidieron no seguir perdonándose la vida cada día. Más gente de la que leerá este artículo, y un 11% más, respecto a 2022, que se tomó la muerte por su mano. El método preferido fue el ahorcamiento, como si esa precisión del Instituto de Medicina Legal de Córdoba añadiera riqueza literaria a la estadística. Se nos han muerto a deshora, con todo el futuro por detrás. Porque se han muerto también para nosotros. Los muertos se mueren para los vivos, y los dejan con la dolorosa tarea de curarse de su tránsito. Ojalá encuentren en alguna parte un poco de piedad. Aunque hay muy variados gustos funerarios, a uno le parece que la muerte no se busca, se espera. Y como la muerte no es independiente de la vida, se aprende a morir cuando se ha aprendido a vivir. Sus motivos tendrían para precipitarse, en vez de dedicar toda su vida a preparar la muerte como una obra maestra de la vida. Al parecer, el suicidio se ha convertido en un problema nacional, y está aumentando en toda España. El Senado, que quiere demostrar su inutilidad también en otras materias, tiene un plan para prevenir el suicidio. Si su eficacia es la misma que la del plan del PP para prevenir la destrucción de España, habrá que ir pensando en aumentar el número de cementerios. En España no va a quedar en pie más que el homínido de Transportes, cuyo ingenio veterinario lo aleja de la condición humana.
¿Quién podrá comprender a un suicida? Rilke dedicó su famoso Réquiem a un poeta alemán que se suicidó con 19 años. Su pensamiento sobre la desesperación lo resume en el bellísimo verso final, tantas veces citado: «¿Quién habla de victorias? Sobreponerse es todo». Cioran, al que vuelvo fascinado porque su pesimismo nihilista me resulta demasiado teatral, vivió en actitud suicida permanente. Pero murió de alzheimer, con 84 años, habiendo olvidado todas sus obsesiones. En realidad, de su obsesión por la muerte había decidido quedarse únicamente con la obsesión. En los 'Cuadernos' dejó escrito: «Todo me invita abandonar la partida, pero no quiero, me obstino». Eso es Rilke puro, al que conocía muy bien.
¿Qué pueden esperar de los voluntariosos senadores los suicidas aplazados? Nada que merezca la pena considerar. Cada uno debe dedicarse a fracasar en lo suyo, y dejar que quienes saben ayuden a los demás a bien vivir. Lo primero, cuidar la infancia de los adultos. Estoy pensando ahora en aquella mujer genial de infancia desdichada, que fue Virginia Wolf, y que acabó con su vida en un río, sin más compañía que las piedras con que llenó los bolsillos de su abrigo. No había logrado perdonarse. Y vivir es perdonarse a uno mismo cada día. Es lo que más nos aproxima a Dios.
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