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PASAR EL RATO

Un millón de pobres

Y así, exagerando sobre la hidalguía, hemos llegado al millón de pobres, que se han quedado en puritito espíritu

José Javier Amorós

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Pobre es el que no tiene ni deudas. En ese caso se encuentra un millón de andaluces, que vive sin vivir en sí ni en los otros. Un millón de pobres de toda pobreza -o pobreza severa, como dice la estadística-, a los que hay ... que añadir otros dos millones de pobres más afortunados, menos pobres, pobres de pobreza contenida. Toda esa gente pobre es mucha gente pobre, demasiada. Andalucía es la región con más pobres de España. La ministra de Hacienda, que es andaluza, todavía no ha presumido de ese primer puesto en el escalafón, ella que presume de todo. Los que no somos pobres más que de espíritu, pobres hombres, que también es una forma de pobreza severa, con la pobreza de verdad no podemos hacer otra cosa que literatura. Cierto que también podríamos ayudar a remediarla. Pero, ¿cómo se hace eso? ¿Echando cinco euros en el cacillo limosnero de la misa dominical? ¿Apadrinando a un niño pobre, a diez euros la unidad? ¿Invitando a comer a un pobre el día de Navidad? Mejor el de Viernes Santo, que sale más económico, porque es ayuno y abstinencia. A nosotros, los virtuosos cristianos, que tenemos el corazón de lis para nuestro prójimo más desgraciado, nos consuela saber que un pobre tan pobre nunca podrá caer en el infierno por el pecado de la gula. Y lo más probable es que carezca de ánimo y de imaginación para los seis restantes. Vaya lo no comido por lo no infringido. Hay que tener en cuenta que casi todos los pobres son de derechas, porque acuden a pedir, los que les quedan fuerzas, a los atrios de las iglesias, y no a las dependencias del Gobierno, donde no los dejarían llegar porque estropean la estadística de la riqueza nacional. Si un pobre de pobreza extrema va a contarle sus penas a un rico poderoso, se expone a que le suceda lo que cuenta Cioran, en sus 'Cuadernos', que el rico poderoso se queje de sus abundantes dificultades para vivir holgadamente, de manera que acaba siendo el pobre quien se siente obligado a compadecerse del rico. ¡Hay que consolar a los que son más afortunados que tú!

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