Pasar el rato

Marcha triunfal

Genuflexos y babeantes ante Pedro Sánchez, no necesitan esforzarse para hacer el ridículo

Ingenio de ministro (26/11/2024)

Alarma exagerada (19/11/2024)

Un Quevedo metafísico-político escribió en 1613 un soneto que anticipaba este año de desgracia española de 2024: «Miré los muros de la patria mía (…) / Y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuese recuerdo de la muerte». Doscientos veintidós muertos ... por la gota que heló el corazón de Valencia, con una nostalgia de más de cien mil calaveras sin mascarilla por el coronavirus. Los muertos, gente considerada, que no pide ayuda al Gobierno. Para compensar, en los primerísimos años del siglo XX cantó Rubén Darío a la vida y a la esperanza, como si presintiera el 41º congreso del PSOE en Sevilla.

Sevilla tuvo que ser. «¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines (…) / Las bellas mujeres aprestan coronas de flores, / y bajo los pórticos vense sus rostros de rosa; / y la más hermosa / sonríe al más fiero de los vencedores». ¿Acaso no estamos viendo cómo la ministra de Hacienda, la ufana andaluza -el hada armonía, pía, pía, pía; dulce Marisú, canesú, petisú, rendibú, carita de palodú- cubre de pétalos la pétrea cabeza del héroe Sánchez? «Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda (…) / Abominad la boca que predice desgracias eternas, / abominad los ojos que ven sólo zodíacos funestos».

Así excita a los congresistas el más fiero de los vencedores, mientras rugen mil personalidades desteñidas y Patxi López entra en éxtasis y pide confesión al ministro de Justicia. Ese horizonte de jueces que ensombrece la Moncloa se desvanecerá entre la niebla pumpidiana. Pumpido tuvo que ser. Con los ojos y los oídos cerrados podríamos seguir la Marcha Triunfal del PSOE en Sevilla. Mil sucedáneos de autonomía de la voluntad rindiéndose sin condiciones ante un diosecillo de papel oficial, negándose a ellos mismos como seres libres. Mil embobados con cargo vendiendo su dignidad por un plato de lentejas con chorizo, con mucho chorizo. Genuflexos y babeantes ante Pedro Sánchez, no necesitan esforzarse para hacer el ridículo.

Sólo faltó Lobato, el moralista retardado del partido, que estaba de notarios. Sánchez sabe mejor que ningún otro político moderno, si se exceptúa Felipe González, que lo importante de un elogio no es merecerlo, sino recibirlo. Por eso, en sus momentos de depresión, que son casi todos, convoca a sus elogiadores. Gente barata, que se compra fácilmente con cargos y con dinero. Merece la pena el desembolso. Además, que no los paga él, los pagamos nosotros. Su odio a la derecha, que también ha sido himno del congreso, le hace olvidar que en España ya no hay derecha. Centro, nada más, un inmenso vertedero de principios y valores al que van a parar los simpatizantes de Rajoy y de Casado, que hicieron rentable la indefinición.

Lo único que le falta por corromper al triunfante perdedor es la vida eterna, y ya está pensando en que Bolaños ingrese en un seminario conciliar para ir preparando el terreno. La prueba de que Pedro Sánchez es un tipo intelectualmente ridículo, con vocación de pila para linterna, durar, está en que teniendo un poder casi absoluto sobre los españoles, pasará a la historia por haber hecho catedrática a una modistilla.

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