pasar el rato
Divagaciones de agosto
Lo que uno piensa de todas las cosas está ahora aquí, en el mar
Amorós: 'Las cosas de Córdoba'
![Bañistas en la playa](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/08/13/playa-cordoba-mar-RMqqfnp10L5P3D8u28AgUzJ-1200x840@diario_abc.jpg)
No hay socialismo sin un Sánchez que adorar, ni mes de agosto sin un artículo sobre el mar. Uno es ateo político y prefiere el mar. Todo está como lo dejamos el año pasado. Nos bañamos en el mismo mar, dos veces, cien, ... para desesperación de Heráclito. Ha vuelto el joven negro de todos los veranos, infatigable y sonriente, no pasa el tiempo por él. No se cansa de no vender gafas y relojes que nadie necesita. Dan ganas de comprarle toda la mercancía y que se bañe él también. Probablemente no lo aceptaría. Parece un hombre lleno de dignidad. Es el que menos ha cambiado de todos nosotros. Llegan señoras de carnes antiguas y expandidas. ¡Dios mío ¡ ¿Y ésta es aquélla? Pero ya nadie lee al ripioso Campoamor.
Niños alborotados y felices, jovencitas de cintura de pulsera, bamboleantes barrigas de varón, bajo cuya sombra se puede cobijar una familia. Cuerpos tendidos al sol, sin atisbo de vida en ellos, alineados, inertes, estatuarios, un espectáculo un poco tonto. ¿Para eso se ha tomado el mar la molestia de recibirnos? Porque el mar pasa el día con nosotros, se une a nuestros juegos, a nuestra fiesta, a nuestros arrebatos. Las olas se ríen con su ronca voz, contagiadas de la risa de los niños, y nos traen, nos llevan, nos envuelven, nos abaten. El mar cuida que la arena esté siempre húmeda para que los niños puedan construir castillos y montañas. El mar es muy considerado con los bañistas, y agradece las visitas y nos obsequia con sus variedades. Por la tarde, cuando lo abandona el último visitante, el mar vuelve sobre sí, se recoge y descansa. Se aplaca, se amansa, se convierte en un mar zen. Y los ojos descansan ahora en la balsa balsámica del mar. Miro el mar, hasta el horizonte, y me acuerdo de lo que dice uno de los heterónimos del inmenso escritor portugués Fernando Pessoa: «Bastante metafísica hay en no pensar en nada». Lo que uno piensa de todas las cosas está ahora aquí, en el mar. En uno de sus brillantes artículos de periódico, el gran Alain recomendaba a los melancólicos: «No pienses en ti, mira a lo lejos». El mar cura, a condición de no pensar en nada. Sólo mirar a lo lejos, mientras las olas hacen su trabajo.
Una atractiva mujer madura, madura sin estar todavía pocha, pasea por la playa con intención. Parece como si quisiera despertar el alma dormida de los espectadores varones. Lleva en sus carnes ligeramente pasadas más de medio siglo de retraso. En tiempos con más demanda que oferta, ella hubiera podido servir de inspiración al tercero de los pecados capitales, la lujuria. Que ha sido sustituida, hoy, por la pornografía, una exacerbación charcutera de la lascivia por falta de lecturas. Una lujuria de nivel exigía la lectura de los clásicos. Todo está en los clásicos, empezando por la mujer madura que pasea con intención.
Que Dios nos dé también en la otra vida una buena mar, y un barquito de vela para surcarla. La metafísica de la eternidad.
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