PASAR EL RATO
El clavel
En Nochebuena rejuvenecen los hombres de buena voluntad
No es Vigo: este es el pueblo de Córdoba que tiene el espectáculo de luces más bonito en Navidad
![Luces de Navidad en Ronda de los Tejares](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/24/luces-navidad-cordoba-R7KExcS2bTViAL6rKQ3nLvN-1200x840@diario_abc.jpg)
Es Navidad. «Caído se le ha un clavel / hoy a la Aurora del seno: ¡qué glorioso que está el heno / porque ha caído sobre él!». Eso es de Góngora, claro, Córdoba pura, cabeza de la cultura. El venturoso azar ha querido que este artículo ... semanal se publique en la mañana del día de Nochebuena. Sería una falta de respeto, de estilo, de sentimientos no dedicarlo hoy al clavel, aunque lo escrito tenga menos nivel que el heno. Qué glorioso que está el artículo porque toda la infancia del articulista ha caído sobre él. Una religión que empieza con un nacimiento llena de ternura el corazón de la fe. ¿Cómo no creer en un Niño? Los niños aprenden a creer en Dios rezándole como se habla a un colega: «Jesusito de mi vida, eres niño como yo». El clavel creció y buscaba la compañía de sus iguales para jugar en la calle y en la casa y en la escuela, el caso es jugar siempre. «Cuando con los otros niños / en Belén jugabas tú, / ¿sabías o no sabías / que eras el Niño Jesús?». Si noto que a mi fe se le están acabando las pilas, recito en voz alta este villancico sublime de mi admirado Manolito el Pollero, y creo en Dios Niño Todopoderoso. Pongo a mis nietos por testigos. Creer en Dios es volver a la infancia. El Dios tronitonante del Antiguo Testamento, permanentemente cabreado, era un Dios para deprimidos. El Dios grande del Sinaí y de don Emilio Castelar –aquel orador que hablaba mejor que los ángeles-, el Dios a quien «el trueno le precede, el rayo le acompaña, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se desgajan», tuvo que hacerse asequible a una clientela asustada, que se arrepentía por temor, no por amor. Y decidió aniñarse, para darle alegría al reino de los cielos y admitir en él únicamente a los niños y a los adultos que hayan mantenido intacta su infancia. «Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos». Predicó con el ejemplo, que es como mejor se entienden las cosas. Dos mil años ya, y el Niño sigue igual de Niño. No pasa el tiempo por Él. Qué le importa el tiempo a un niño.
Córdoba tiene hoy menos niños que ayer, porque en esta ciudad se está perdiendo la afición a reproducirse. Quedan aún los suficientes para llenar estos días las calles de risas y alboroto. El destino de Córdoba está en la cuna de sus niños. En el heno estaba la historia del clavel. Si nos quedamos sin niños, ningún adulto alcanzará el reino de los cielos, porque no podrá recuperar su infancia. Son los niños, la convivencia con los niños, quienes educan a sus mayores, despertando en ellos lo más noble de su maltratado corazón, que es lo más niño. Son los hijos quienes educan a los padres, y les permiten seguir instalados en la infancia. En esto de la edad, ya lo tiene uno más que escrito, el cuerpo va por un lado y el alma por otro. La vejez es un estado del alma. En Nochebuena rejuvenecen los hombres de buena voluntad, y vuelven a ver todas las cosas con los ojos grandes y asombrados de cuando eran niños. Esta noche descubren que no han dejado de serlo, a pesar de todo. Hasta el siete de enero. Después, allá cada cual con su vejez y con su amargura. Esos estados del alma.
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