ENTREVISTA
José Manuel Cuenca Toribio: «Los tiempos de esperanza ya quedaron atrás»
El catedrático reedita su ensayo 'Historia de la Segunda Guerra Mundial', (Almuzara) una obra pionera que publicó por vez primer en los años 80
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![El historiador en el salón de su casa](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/08/26/cuenca-toribio-jose(1)-RC338m6vwIp12AByVRf0RAN-1200x840@abc.jpg)
La editorial cordobesa Almuzara acaba de publicar el libro 'Historia de la Segunda Guerra Mundial', del profesor José Manuel Cuenca Toribio, uno de los más respetados historiadores que ha tenido Córdoba en las últimas décadas.
En su casa del Brillante, el profesor, nacido en Sevilla pero afincado en la ciudad desde hace décadas, recuerda la primera edición de esta obra en los 80 -en los que fue novedosa al tratarse de un ensayo de conjunto- y analiza el actual contexto político internacional, heredero de aquella guerra y aquellas tensiones.
-Segunda mitad de los 80. La Rusia soviética llega a su fin. Acaba la Guerra Fría y usted se lanza a escribir el primer ensayo de compendio de la guerra mundial en español. ¿Qué le impulsó a escribir este libro?
-Bibliografía había, pero ninguna síntesis en castellano. No era sencillo unificar las batallas del Pacífico, el África Korps, la guerra naval, la guerra del Atlántico… En los inicios de los 80 ya se observaba cierta tendencia revisionista de la II Guerra Mundial, había monografías parciales de muchos temas, pero en lengua castellana no existía una síntesis de 1939 a 1945 de 500 o 600 páginas. La que ahora se reedita incluye un nuevo prólogo. Quizá lo más significativo es el momento histórico tan distinto que vivimos hoy en comparación con la época en la que el libro se publicó por vez primera, a finales de los 80. Entonces era un momento esperanzado. Había caído el Muro de Berlín, España acababa de entrar en la Comunidad Europea. Los españoles y los europeos creíamos en el futuro y teníamos confianza en que sería mejor que el pasado y que el presente. Ahora mismo creo que nada de eso es así y que todos vemos el mañana con incertidumbre.
-Una zozobra que, sin embargo, tiene mucho de herencia de la Guerra Mundial y la Guerra Fría.
-El mundo actual es heredero de la Segunda Guerra Mundial, del mismo modo que la España actual es heredera de la guerra civil de 1936. Los años pasan, se suceden las generaciones pero el conflicto sigue ahí. Ahora es el problema de Crimea el que lo ha ido ensombreciendo todo. Y veremos qué ocurre con Taiwán, pues como se suceda otro conflicto allí sí que estaremos en un escenario bélico muy peligroso. En el libro aparece este problema de Crimea, su origen. Creo que la propaganda hizo ver que los alados habían ganado la guerra, pero en realidad fue Rusia y el pueblo ruso los que pusieron el peso humano. Murieron más de 20 millones de rusos. La mayor contribución en una guerra no es el dinero ni la técnica, sino la sangre del hombre, y eso lo pusieron los rusos.
-El libro analiza los tratados de paz que pusieron fin al conflicto y que abrieron de inmediato otro nuevo, la Guerra Fría. ¿En qué fallaron?
-Creo que en los aliados faltó diálogo. Es cierto que entonces estaba Stalin y ahora, desde la distancia que dan los años, es más fácil hablar. Supongo que el diálogo era difícil, pero para eso está la política. Junto a ese diálogo, lo que faltó fundamentalmente fue una mayor generosidad y un mayor interés en restañar las heridas abiertas. Especialmente en la repartición de Alemania, donde quizá no se supo diferenciar a Adolf Hitler y a su régimen del pueblo alemán, que no son lo mismo. Ahí creo que estuvo el primer problema de los acuerdos de paz, en la falta de generosidad con el pueblo alemán. Aunque los alemanes han acabado emergiendo de nuevo porque tienen una productividad y una cultura del trabajo impresionante.
![El profesor en el despacho de su domicilio](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/08/26/cuenca-toribio-jose(2)-U07868016258PYY-624x350@abc.jpg)
-Su libro también analiza el holocausto y el terror de los campos de concentración, que siguen siendo hoy el gran símbolo del mal. ¿Cree que la humanidad aprendió la lección?
-Me gustaría pensar que sí, pero los humanos aprendemos poco de la Historia. Me gustaría pensar que las nuevas generaciones van a conocer esos horrores y a aprender esa lección, pero difícilmente puede ocurrir eso cuando la Historia está perdiendo peso en el sistema educativo y es probable que ni siquiera sepan qué ocurrió. La Historia está ahí y por ocultársela a los jóvenes no va desaparecer. Es estúpido pensar que esos horrores del pasado no pueden volver a ocurrir, un pensamiento muy equivocado y frecuente en nuestros días. Quizá el mayor aprendizaje que nos está dejando la guerra de Ucrania sea ese choque de ver una guerra en plena Europa en el siglo XXI. Y ahora tenemos a la vista otro polvorín muy cercano que es África. Si algo hay que aprender de la II Guerra Mundial es que los bienes se agotan. Que nada viene dado. Que lo que conquistaron tus padres tienes que volver a conquistarlo. Eso ya lo decía el filósofo Julián Marías, que fue un gran español.
«Quizás el mayor aprendizaje que nos está dejando la guerra de Ucrania sea ese choque de ver una guerra en plena Europa en el siglo XXI»
-Es un periodo con personajes fascinantes. ¿Con cuáles se queda?
-Winston Churchill sin duda. También De Gaulle y el mariscal Zhúkov. Y me despierta mucho interés la figura del emperador Hiroito, un personaje curioso, que me intriga. El mariscal Erwin Rommel es otro personaje brillante, el gran soldado.
-Hace años leí un libro de texto de Secundaria en Cuba en el que se le achacaba la victoria aliada a los soviéticos y se menospreciaba a los norteamericanos. En Occidente, el cine por ejemplo ha hecho a menudo lo contrario. ¿De qué forma influyó la guerra fría en la escritura de la historia de la guerra?
-Creo que no es solo en este caso, sino que a la gente en general le gustan los tópicos y la propaganda siempre los acaba creando sea de un lado o del otro. Con los tópicos se vive más descansado, con menor exigencia. No se puede alcanzar un conocimiento profundo ni aspirar a la verdad sin revisarse de forma constante a uno mismo y también a los demás. Por desgracia, eso no ocurre a menudo. Lo normal es que la sociedad se adormezca en los tópicos y se olvide de que muchos de los problemas del presente vienen precisamente del pasado. Al final lo que permanecen son los símbolos. Por ejemplo, ahora vemos a Volodimir Zelensky, el presidente ucraniano, que es un hombre con dos o tres ideas a lo sumo, pero que se ha convertido en un símbolo de la resistencia.
-Ya me ha dicho que son tiempos inciertos los que vivimos. ¿Hay algún motivo para el optimismo?
-Los ancianos siempre tenemos la tendencia de pensar de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero a mí no me gusta caer en eso. Si le reconozco que ahora mismo soy más pesimista que hace cinco o diez años. Creo que la actitud de Occidente hacia China carece de flexibilidad. Es una dictadura y eso está claro, pero a menudo se la convierte en el origen de todos los problemas y tampoco creo que eso sea así. Luego está el tema de Taiwán que no nos aclaramos ni los chinos ni los occidentales. Si finalmente un conflicto en Taiwán sucede al de Ucrania mucho me temo que si podríamos entrar en una especie de simulacro de III Guerra Mundial o algo así. Sin olvidar tampoco los conflictos de África, que es nuestro patrio trasero y nos pilla a la vuelta de la esquina. Vivimos en definitiva tiempos malos, de peligro. Los años de esperanza que llegaron al final de la Guerra Fría ya han desaparecido. También tenemos un problema importante de liderazgos. Sólo hay que fijarse en Estados Unidos. Un líder no puede tener 80 años de edad.
-Usted es un gran especialista en la Francia contemporánea, a la que ha dedicado numerosas investigaciones. ¿Cómo ve el papel de Francia en África y en Europa?
-He sido siempre muy francófilo. Tuve catedráticos de Francés magníficos y eso me influyó. Pero ahora es evidente que Francia está en decadencia. No tiene dinamismo ni vitalidad ni apuestan por la vida. Allí todo es recortar y en lo que piensan es que se van a defender mejor si se aíslan. Está preocupados por la inmigración o por el terrorismo y no saben dar otra respuesta. El problema es que Francia es un país muy poderoso por población y extensión y el gran peligro que existe es que ese pesimismo que reina allí se extienda ahora por otros países europeos y a sus zonas de influencia del medio Oriente. Francia ha sido siempre un alfil en el tablero y ahora ha desaparecido. Allí, a diferencia de lo que ocurre en España, los intelectuales han sido importantes y los libros un valor en sí mismo, pero también eso ahora se está desdibujando. Occidente en general vive un periodo decadencia y por eso lo que viene de Asia o de África parece tener mayor vigor. No significa eso que no podamos tener un papel destacado en el futuro, pero para eso hay que trabajar día a día. En lo que no encontraremos la solución será en debilitar el sistema educativo ni en reducir los exámenes de 20 temas a 15 temas.
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