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LITERATURA

José Calvo Poyato: «En el siglo XVI los españoles y portugueses transformaron el mundo»

El novelista egabrense se acerca en su vigesimoprimera novela, que vuelve a publicar Harper Collins, al incierto y periodo tras Isabel la Católica

José Calvo Poyato: «La Monarquía, Felipe VI, es el cemento de unión más importante de los españoles»

El escritor José Calvo Poyato ÁNGEL RODRÍGUEZ

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El escritor cordobés José Calvo Poyato,una de las figuras imprescindibles del gran éxito que vive la narrativa histórica española, regresa a las librerías con 'El rey regente' (Harper Collins), una novela de intriga ambientada en el arranque del apasionante siglo XVI español. Relata la etapa que se abre tras la muerte de Isabel La Católica, un periodo en el que las tensiones dinásticas se funden con otros asuntos apasionantes en el conocimiento incipiente de América o con los brillos de un mundo cultural cada vez más intenso que acabaría generando el Siglo de Oro.

 

-De nuevo hace viajar a sus lectores a un momento muy interesante de la historia de España. ¿Cuál fue la primera chispa de la novela: el personaje de Fernando El Católico o retratar ese periodo de cambios menos conocido que el reinado de Isabel La Católica?

-Fernando el Católico es un personaje lleno de atractivos. Fue un político que tenía grandes habilidades, ya demostradas en tiempo de su esposa, pero que, tras la muerte de Isabel, tuvo ocasiones de demostrarlas de nuevo. Lo hizo en situaciones complicadas y ante una realidad cambiante como era la de Castilla entre 1504 y 1516, que es la etapa que recojo en la novela. En ese periodo se dan la mano personajes como el cardenal Cisneros, Felipe el Hermoso, Juana, a la que llamaron la Loca, el Gran Capitán. A ello se añade que hubo una serie de acontecimientos que marcaron el rumbo de nuestra historia para las décadas siguientes. Ese es un tiempo menos conocido que el que transcurre en vida de Isabel: la guerra de Granada, el descubrimiento de América…

-El personaje de Fernando El Católico se ha retratado de muchas formas en la literatura, el cine y la televisión. A menudo con matices muy negativos de frialdad, crueldad y ambición. ¿Cómo lo perfiló en esos años de viudedad, con su hija Juana encerrada y su matrimonio con Germana de Foix?

-En mi opinión hay un Fernando como figura pública, pues es el rey de Aragón y asumirá en dos ocasiones la regencia en Castilla tras la muerte de Isabel, que impresiona por su capacidad para analizar las situaciones, tomar decisiones e incluso adelantarse a los acontecimientos. Su matrimonio con Germana de Foix es una prueba de lo que digo. Otro Fernando, muy diferente, es el que nos encontramos en el plano personal. Es vengativo, siempre dispuesto a ajustar cuentas, como por ejemplo hizo en Córdoba, en 1508. Poco leal con quienes le sirvieron bien. Su comportamiento con el Gran Capitán me ha parecido siempre detestable. Es una personalidad con muchas esquinas que son las que he recogido en la novela.

-¿Y qué valoración hace de personajes hoy tan marcados por el tópico como Felipe el Hermoso y Juana La Loca?

-Felipe de Habsburgo tenía obsesión con ser rey de Castilla, cuando en realidad sólo era el consorte de Juana, la verdadera reina. Eso lo llevó a enfrentarse con su suegro, algo que, en mi opinión, tuvo consecuencias fatales para él. Vino acompañado de una pléyade de flamencos que ambicionaban cargos y poder, incapaces de comprender a unos españoles que se habían forjado en una larga lucha durante la Edad Media. Apenas tuvo tiempo de desplegar sus planteamientos porque Fernando renunciaba a la regencia en junio y él moría en septiembre, después de beber agua demasiado fría, tras haber jugado a la pelota, según se dice. No estoy muy convencido de ello. Por lo que respecta a Juana, fue víctima de los hombres que estuvieron más próximos a ella: su marido la maltrató, su padre la recluyó en Tordesillas y su hijo ignoró que era la verdadera reina. Era una mujer pasional, pero es probable que su locura sea menor de la que quisieron que tuviera.

-La novela arranca con la muerte de Enrique IV y el enigma de su herencia. De ahí nació la Guerra de Sucesión primero y luego, décadas después, los conflictos entre Fernando el Católico y su yerno. ¿Qué se sabe en realidad de esa herencia y de qué forma le ha servido para armar el relato y su intriga?

-A la muerte de Enrique IV hubo muchas dudas acerca de la posible existencia de un testamento del rey declarando si era Isabel o Juana la heredera del trono. Si Juana era su hija, tenía mejores derechos que su hermana Isabel. Si era una bastarda, la legitimidad la tenía Isabel. Eso desencadenó una guerra. Hay cronistas, como Galíndez de Carvajal, que sostiene que Enrique IV hizo testamento, cosa que preocupó siempre a Isabel y la obsesionó en sus últimos años de vida. Si aparecía podía alterar muchas cosas, incluso después de muerta Isabel. Me parece una buena trama la búsqueda de ese posible testamento.

«Fernando el Católico es un personaje lleno de atractivos. Fue un político que tenía grandes habilidades»

-Fue época de notables genios políticos e intelectuales, como el cardenal Cisneros o Nebrija. ¿Qué alentaba a estos hombres de letras?

-Cisneros es personaje principal de 'El rey regente'. La imagen que ha quedado es la de un inquisidor intransigente que destruyó valiosos manuscritos musulmanes en Granada. Se olvida con facilidad que fue un mecenas, creó la universidad de Alcalá de Henares, protegió a Nebrija, cuando abandonó, muy enfadado, la universidad de Salamanca. Impulsó la edición de la 'Biblia Políglota'. Era hombre de su tiempo, atraído por la cultura y la arquitectura. Hay un estilo arquitectónico que lleva su nombre. Para él los valores cristianos eran fundamentales y rechazaba ciertas prácticas que eran comunes en la Iglesia de su tiempo. Reformó su orden, los franciscanos, e impulsó la austeridad que practicó como norma de vida. Nebrija es por su parte un hombre muy ligado a los valores del Renacimiento como era devolver al latín la pureza perdida con el tiempo. Además, escribió la primera gramática que hubo en el mundo de una lengua romance.

-También son años de guerreros célebres en Europa y de novedades continuas en el conocimiento del Nuevo Mundo. ¿Cómo se vivían esas gestas lejanas?

-El siglo XVI es un tiempo de grandes cambios en el que el conocimiento del mundo se estaba transformando por obra de los españoles y también de los portugueses, que con sus descubrimientos y exploraciones modificaban mapas y rutas. Si esa transformación la hubieran hecho ingleses y franceses ya veríamos la importancia que se le daba hoy. Se conocían nuevas plantas para elaborar tintes o darles usos médicos. Se legislaba para adaptarse a la nueva realidad. Se elaboraron las leyes de Indias, en Burgos, y en ellas, por ejemplo, se decía que cuando una nativa diera a luz estaría tres años sin trabajar para poder dedicarse a la crianza del hijo, un planteamiento que causa asombro que se hiciese hace 500 años. Las noticias que traían los exploradores eran las grandes novedades de la época. Muchas eran secretos de Estado que no debían saberse en otros países. En esos años se certificó que Colón no había llegado a las Indias y muy pronto se buscó un paso para pasar al otro lado de ellas, sobre todo cuando en 1513 Núñez de Balboa descubre lo que hoy conocemos como el océano Pacífico. Es un tiempo apasionante.

-En la novela, como siempre ocurre en las suyas, también aparece la vida cotidiana. ¿Cómo vivía la gente común en estos años, cómo influía América?

-La acción de una novela transcurre en muchas ciudades y en diferentes lugares. Unos castillos o palacios que pertenecen a la aristocracia o al alto clero, pero otros son las viviendas de las gentes del pueblo. Ha de señalarse como eran esos sitios. Como se encontraban los caminos, cómo se viajaba de un lugar a otro o que medios de transporte se utilizaban. Que comían o como se vestían. Por las páginas de 'El rey regente' aparecen mesoneros, arrieros, pastores, agricultores, vividores, prostitutas o salteadores de caminos. América era para muchos de ellos una ilusión donde podían emprender una vida nueva con posibilidades que aquí no tenían. Eso llevó a muchos a embarcar y al Estado a controlar todo ese proceso.

-Esta novela creo que mantiene una línea común con otras suyas recientes en las que se aporta luz sobre periodos brillantes de la historia española con una perspectiva basada en datos históricos y personajes reales pero complementada con la fabulación que toda novela necesita y estructuras que transitan entre la novela de aventuras, la de intriga o la policiaca. ¿Qué persigue con estos 'episodios de la historia de España'?

-Nuestra historia está llena de momentos brillantes y sombríos. Quienes defienden la leyenda negra se encargan de poner de relieve los sombríos, a veces exagerándolos e incluso deformándolos. Sin pretender construir una leyenda rosa, me gusta poner en valor algunos de esos momentos brillantes. Elcano dio la Primera Vuelta al Mundo, Jorge Juan midió el arco del meridiano terrestre, Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, fue una figura de su tiempo más celebrada fuera de nuestras fronteras que dentro. Creo que eso también se debe exponer.

-¿Y cuáles son las claves para mantener el equilibrio entre lo literario y lo histórico?

-Ese es un pulso complicado. La novela tiene que fluir. En sus páginas han de pasar cosas y, cuando se escribe, se tiene la tentación de ser muy minucioso y añadir detalles y más de detalles que, siendo muy necesarios en el caso de un ensayo, pueden sobrar en una novela. Prescindir de ellos no daña su carácter histórico. Procuro que el historiador no aplaste al novelista y eso me hace, como ha dicho antes, colocar una trama verosímil que encaje en la época y que lleve al lector a desear saber que ocurre. En 'El rey regente' esa trama es la búsqueda del posible testamento de Enrique IV.

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