CÓRDOBA ENTRE LÍNEAS

Inmaculada Aguilar: «El flamenco es un veneno divino»

La catedrática de Danza española dejó los tablaos hace una década, sigue volcada en la enseñanza y luce la Medalla de la Ciudad desde hace un mes

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Aguilar, en la Posada del Potro VALERIO MERINO

Lo que la vida le niega o le pone difícil a una madre puede estar al alcance de la mano de sus hijos si ésta se empeña en abrirles el camino correcto. La bailaora Inmaculada Aguilar, recientemente distinguida con la Medalla de la Ciudad, le debe a su progenitora una parte esencial de su éxito en el mundo del flamenco. Nacida en el Campo de la Verdad en 1959, la también catedrática de Danza española por oposición sintió muy pronto, siendo una niña pequeña, que lo suyo era el arte jondo. «Mi madre nos inculcó desde siempre el interés por la cultura y por el arte, y empezó a llevar a mi hermana Auxiliadora [hoy catedrática de ballet clásico], mayor que yo, a la academia de Maruja Caracuel: ahí me entró el veneno por el flamenco», resume quien en 1986 ganó el Premio Nacional de Baile Flamenco Encarnación López La Argentinita. Tuvo dos maestros que la marcaron: Luis del Río en Córdoba y, luego, Pepe Ríos Amaya (sobrino de Carmen Amaya) en Sevilla.

Conversa con ABC en la Sala de Cabales del Centro Flamenco Fosforito, en la Posada del Potro, donde ha dirigido varias sesiones de maestrías, la última protagonizada por Farruquito.

-¿Por qué el flamenco?

-No lo sé. Mi madre me contaba que siendo yo muy pequeña, en la academia de Maruja, donde aprendía ballet clásico, yo me ponía en la barra para hacer los ejercicios y de manera espontánea mi mano hacía así [hace un movimiento flamenco con ella]. La maestra me decía que no lo hiciera, pero yo no entendía por qué no me dejaban. Y quien me abrió los ojos del todo fue mi maestro en Sevilla; entonces dije: 'Esto es lo que yo quiero'. Muy joven entré de profesora en el Conservatorio de Danza, donde ya enseñaba mi hermana. Coincidimos allí un grupo de jóvenes que teníamos muchas ganas de enseñar. Lo que no quería era dejar de bailar, y tuve la suerte de entrar en la compañía de Mario Maya. He estado en los escenarios desde entonces y hasta hace diez años. He compartido el escenario con la enseñanza hasta ese momento. Ahora sigo enseñando.

«El flamenco ha sufrido en su historia por tópicos que le han hecho daño; es mucho más que eso»

-Qué le da el flamenco que no le dé la danza.

-Es difícil de explicar. Es algo que se siente a nivel interno de la persona, y por eso es sumamente complicado explicarlo con palabras. Le podría decir que el flamenco es una necesidad vital. Quien no lo siente quizás no puede entenderlo. Toda la danza me gusta, porque todo lo que sea el cuerpo en movimiento me apasiona. Tenga en cuenta que cuando te gusta la música, el baile es una forma de expresar esa música con tu cuerpo. El flamenco es quien me posibilita expresar de mejor manera lo que yo siento, mi estado de ánimo: su música tan única me posibilita estar muy arriba y muy abajo, desde muy alegre a muy hecha polvo.

-¿Y eso no lo consigue con otro tipo de música?

-Yo no lo encuentro. Tú bailas por alegrías y estás arriba del todo, pero te pones a bailar por soleá o por seguiriya y es otra sensación totalmente distinta. Recuerdo cuando murió mi padre, a la semana, que había un homenaje a uno de mis palmeros, Finito de Córdoba, que se llama igual que el torero. Y el cartel era impresionante, con Vicente Amigo, José Mercé, El Pele, Pansequito, Javier Latorre. Escogí mi baile, una soleá, porque sabía que era el baile que mejor partido le iba a sacar a nivel anímico, porque yo estaba hecha polvo. Los palos del flamenco te posibilitan expresar muy bien tus sentimientos, y quizás por eso me gusta tanto.

La artista y profesora, en la Sala de Cabales del Centro Flamenco Fosforito VALERIO MERINO

-¿Cree usted que hay algún género musical que tenga unas raíces tan profundas como el flamenco?

-El jazz. Cuando te asomas a esa música... Es como con el flamenco, que es una música que te invade. A mí me pasa que, a pesar de estar todo el día escuchando flamenco por mi trabajo, sigo escuchándolo en casa. Quiero decir que a mí me gusta todo tipo de música, porque si me voy a la zarzuela me enamora, como la ópera, aunque no toda; la música clásica me encanta, así como la española, Falla, Granados, Albéniz. Cuando digo que me encanta una música lo digo porque me provoca para que baile. Yo asocio la música con la danza. En general toda la música me llega: mi cuerpo reacciona ante ella.

-¿Cuánto queda por hacer en la divulgación del flamenco? ¿Se ha tardado demasiado en darle su sitio?

-Bueno, yo creo que es un conjunto de cosas. Por una parte, es importante que los políticos apuesten por nuestra cultura, que haya una infraestructura adecuada a la enseñanza, a la proyección y al cuidado de ella. Es importante que los niños la conozcan en los colegios: ya se está empezando a enseñar flamenco en ellos, para que conozcan qué es, que no es sólo algo que sirve para pasarlo bien, que también, sino que es la cultura de un pueblo, la base musical de Andalucía. Se están haciendo cosas, pero salpicadas. Es verdad que se le ha declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que hay una ley del Flamenco, pero quienes están haciendo cosas de verdad por el flamenco son los artistas. El pueblo en general no tiene mucha conciencia de la importancia del flamenco.

-Ahí es importante el papel de las peñas, ¿no cree?

-Sí. Son importantes. Porque son quienes cuidan el tesoro, como quien dice. De hecho, las peñas hacen mucho flamenco tradicional, que se le llama, que es el flamenco que se conserva desde su origen y que no tiene contacto con otras músicas. El otro día, hablando con mis alumnas de Historia del baile flamenco, les preguntaba qué era para ellas el flamenco puro, y resulta que ellas confunden el flamenco puro con el tradicional. El flamenco no es puro como tal, porque es una música de fusión desde sus orígenes: es una música muy mezclada, y de ahí su riqueza. Por eso me gusta más el término de flamenco tradicional, el que de alguna forma no tiene influencias actuales.

-¿Qué músicas ha fusionado el flamenco?

-A lo largo de la historia se asentaron muchos pueblos en Andalucía que fueron creando capas en muchos sentidos, también en la música y en la danza. Hablo de los turdetanos, de los romanos, de los visigodos, de los mozárabes, de los moriscos, los judíos o los gitanos, que tanta influencia y tanta presencia han tenido en el flamenco. Todas esas músicas y todas esas formas de bailar son las que han hecho posible el flamenco de hoy en día. Bien es verdad que en un momento de la historia se da una convivencia de los bailes populares o los bailes boleros con las danzas gitanas, con lo que se produjo un nuevo enriquecimiento, una nueva fusión que ha llegado a los bailes que hoy bailamos. Después apareció la guitarra en esas músicas flamencas.

Deconocimiento

-¿Qué le diría a alguien que afirme que el flamenco es incomprensible y vulgar?

-Que lo desconoce. El pueblo, y hablo en general, no valora las cosas porque hay desconocimiento, porque no se acerca a la fuente idónea para informarte. El flamenco ha sufrido en su historia por tópicos que le han hecho daño, porque es mucho más que todo eso. Por eso es importante que los niños se acerquen a esos ritmos, a vivirlo de forma natural. Uno no tiene por qué saber bailar flamenco, pero sí reconocer qué tipo de música es, cómo se puede acompañar y acentuar.

-¿Lo más grande que ha dado el flamenco en Córdoba?

-En el cante, Fosforito ha sido indudablemente el maestro, un maestro de maestro, y ha puesto a Córdoba en el flamenco desde que ganó en el año 1956 todos los premios en el Concurso [Nacional del Cante Jondo], imagínese lo que supuso. Tenemos muchísimos artistas, tanto cantaores, como guitarristas, como bailaores y bailaoras que son el futuro del flamenco y que aportan su personalidad en cualquier al que van. Ha habido una época, la mía por ejemplo, en la que éramos pocas bailaoras, y nos costaba salir, y las que lo conseguíamos era por constancia o por saber aprovechar una oportunidad determinada. Ahora hay un foco importante de la danza flamenca en Córdoba, y creo que en ello ha tenido mucho que ver el Conservatorio. La formación es importante, porque el que baila no sólo tiene que saber de su parcela, sino que tiene que estar preparado en más campos: a mis alumnos les insisto en que tienen que conocer todo, no sólo lo que viene en los estudios obligatorios, desde el canto a la música, o al acompañamiento de la guitarra, porque todo eso les va a ayudar a tener un baile de mejor calidad, a mejorar su profesión.

-¿Hay algún sitio en el mundo en el que se sienta más feliz que encima de un escenario?

-No, no lo hay.-¿Qué siente encima de él?

-[Silencio prolongado]. Eres el centro del mundo. Se crea como una magia entre el escenario y el público: es algo que no se palpa pero que está presente. En la película de 'Billy Elliot' el niño dice que se crea electricidad. Es eso. Es algo que necesitas… y cuando lo sientes… Es fuerte.

-Ha hablado del veneno del flamenco. Cuando uno lo tiene dentro es difícil sacárselo fuera, ¿no?

-Es complicado, porque tú vas fomentando cada vez más ese veneno, que es un veneno divino, un veneno bueno. El flamenco es una forma de vida.

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