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Pasar el rato

Infancia Artificial

Todos los niños cordobeses tienen ya teléfono móvil, en Córdoba ha terminado la Transición

José Javier Amorós

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Cuenta este periódico –esa excelente periodista que es Pilar García-Baquero tiene olfato para el peligro- que los niños cordobeses quieren más a su teléfono móvil que a cualquier otra persona o cosa, incluidos ellos mismos. Viven con él y para él. Les facilita la ... digestión, acuna sus sueños, y en su tonta compañía se van haciendo adultos insolventes, alejados de la penosa tarea de reflexionar. Esas son las conclusiones de un estudio del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba. El teléfono les permite jugar con dinero a muy variadas decepciones, la lotería, quinielas, naipes, y cosas así, con cuyas ganancias pueden cambiar de teléfono móvil, que envejece más deprisa que Isabel Preysler. Ni siquiera uno, que es tan antiguo, puede pretender que esos niños de 8, 9 y 10 años jueguen al aro, al escondite o pinten con tiza en los muros desmoronados de la patria mía. «Niños pintaban con tiza / toritos en las paredes», así termina Pemán su 'Tarde de Jueves Santo'. Y uno reproduce aquí esa parte del poema para molestar a los aduladores gubernativos, que únicamente saben escribir con el teléfono móvil y desprecian al gran maestro gaditano porque les resulta inalcanzable. Y nunca tendrán, como él, eso que Umbral llamaba «el secreto del artículo». Pero entre los toritos en las paredes de 1934 y el teléfono móvil obsesivo compulsivo de hoy, habrá que recuperar la mayor parte de infancia que se pueda en cada telefonista, para que no nos quedemos sin niños. El niño cordobés moderno se está preparando para ir de su cerveza a su teléfono móvil cuando sea mayor, como ve hacer a sus educadores. La compañía humana resultará superflua en la sociedad del futuro. Muchas parejas pasan ya más tiempo en conversación con sus difuntos artificios que con la otra parte litigante. Una corriente de pensamiento infantil prefiere usar el teléfono móvil para ver pornografía. Así, cuando crezcan y gocen de la vida pública, podrán gastarse el dinero de los ERE en putas y cocaína, y asar después una vaca con el tanto por ciento sobrante. La carne se consuela con la carne. Y con el Tribunal Constitucional.

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