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Entrevista

Hugo Mujica en Cosmopoética: «Hay que vivir para luego contar lo vivido»

El poeta argentino narra en Cosmopoética una larga experiencia vital que ha marcado sus versos

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Rafa Verdú

Rafa Verdú

Córdoba

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Hugo Mujica (Argentina, 1942) ha vivido dos vidas como poco. En la primera aprendió el arte de pintar, vivió la efervescencia de la Generación Beat, siguió a un santón hindú, se hizo trapense, coqueteó con las drogas y sólo él sabe cuántas cosas más. No escribió ni una sola línea. La segunda, que dura ya otros cuarenta años, comienza con un libro, sigue con el sacerdocio y tiene en el centro a la poesía. Para contar todo eso y cantar sus poemas Mujica ha estado en Cosmopoética.

-Comenzó estudiando Bellas Artes en Argentina, ¿no?

-Sí, incluso antes de ir a EEUU, con el ciclo básico de Secundaria ya se podía entrar en las facultades. Y a los 13 años también empecé a trabajar para mi casa, en torno al año 1952. En EEUU seguí y comencé a estudiar Filosofía. Empecé como pintor hasta que la pintura me dejó en torno al 67 o 68. Me dí cuenta de que lo que hacía era solo técnica. Terminé una obra y me di cuenta de que la pintura se había separado de mí. Yo miraba objetivamente eso pero yo no estaba allí. Fue algo de repente, tras contemplar una obra en la que había trabajado durante muchos meses.

-¿Cómo se ganaba la vida en Estados Unidos?

-Como artista, lavaplatos, hice de todo, como un inmigrante.

-¿Conoció a la Generación Beat?

-A Burroughs no lo conocí, pero cuando fue a la India, se supone que un gurú lo curó de su adición la heroína. Digo se supone porque entonces nadie se creía que estuviera curado. Pero le compró un pasaje al gurú Swami Satchidananda para que diera la vuelta al mundo. En Londres lo recogió Allen Ginsberg y cuando llegan a Nueva York me lo presenta Ginsberg y yo me vuelvo su discípulo. A Kerouac no lo conocí porque vivía mayormente en California.

-¿Qué recuerda de aquella época de efervescencia?

-No nos acordamos mucho porque estábamos fumados... Woodstock fue el entierro de aquella época. En esos años mataron a Kennedy, Martin Luther King... Supuso la llegada del negro a lo público. Fue una época convulsionada para bien. Al final lo creativo ganó pero quedaron muchas cosas atrás.

Los años 70

«No me acuerdo mucho de la Generación Beat porque estábamos fumados»

Hugo Mujica

Poeta

-¿Fue entonces cuando empezó a escribir poesía?

-No, eso fue después. Cuando estuve siguiendo al gurú, éste fue a dar una conferencia a un monasterio trapense. Allí algo pasa y yo me identifico con eso y entro en la vida monástica. Hago voto de silencio y después de tres años empiezo a escribir.

-¿Fue una experiencia mística como la de los españoles San Juan de la Cruz o Santa Teresa?

-Bueno, San Juan de Ávila fue mucho más allá de eso, Santa Teresa no se interesó... No, fue una experiencia distinta. Vi el sol que se ponía por la ventana cuando estaba haciendo el té en la cocina. Escribí lo que estaba viendo y ahí me di cuenta de que nacía otra cosa.

-¿Por qué aceptó el cristianismo trinitario en lugar del budismo o la espiritualidad oriental que ya estaba siguiendo?

-Yo nunca tuve cristianismo, ni siquiera estaba bautizado. Lo religioso no era importante. Me encontraba en una charla en el monasterio trapense, desayunando. Estábamos el abad, otro monje, Swami y yo. Uno de los hermanos agarró un pedazo de pan y el gurú dijo que prefería la fruta porque era más natural. Entonces el abad dijo que el hermano que había hecho el pan se levantaba a las tres para que la mañana tuviera más tiempo. Ahí ví que estaban nada más el hermano por un lado y la naturaleza por otro. Y yo me sentí más afín a eso. Estuve en tres monasterios trapenses hasta que regresé a Argentina y luego a Francia.

-¿Tras esa experiencia se ordena como sacerdote?

-Sí, y sigo siéndolo, aunque ya solo doy misa.

-¿Cómo se manifiesta toda esa religiosidad en su poesía?

-Explícitamente de ningún modo. No me salen símbolos religiosos, no aparece la cruz. Mi poesía tiende más al taoísmo por la naturaleza o a lo oriental por la presencia del vacío. Diría que la religión en mi poesía se manifiesta tácitamente mezclado con todo lo demás que soy.

-Cuando se ordena sacerdote en 1983, en Sudamérica estaba muy presente la Teología de la Liberación, un movimiento cristiano de base centrado en los pobres. ¿Usted se identifica con esa corriente?

-Lo comparto, sobre todo ahora. En aquel momento todavía era un movimiento muy alemán. Había cosas que después se decantaron y se volvió un movimiento muy cercano a la gente.

-Y es justo entonces cuando usted comienza a publicar, ya relativamente mayor.

-En 1983 se publicó mi primer libro. Mi idea, basada en mi camino, es que uno necesita vivir para luego contar lo vivido. No hay que contar desde la cabeza sino desde la sangre.

-Usted considera que la poesía no es un género para todo el mundo.

-Alguna poesía sí, pero eso pasa con casi todo. La lectura antes de que se inventara el best-seller era más recogida. Todo es de pocos.

-El fútbol no es de pocos, y menos en Argentina...

-(Risas) No, y el rock and roll tampoco. Son las dos únicas cosas que son masivas.

-¿Su poesía es exigente para sus lectores?

-Yo diría que sí, pero misteriosamente el lector lo ve de otra manera. Una mujer me dijo una vez: usted escribe para cuando todavía estamos desnudos. Mi poesía es la de la vida, la vida de todos, y ahí me di cuenta de que engancha, porque me leen muchas personas. A mí me parece exigente lo que digo, pero la gente capta algo que les pertenece.

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