Time Lapse
Partitura rota
El tótem Brouwer parece irrepetible en esta partitura rota de la Orquesta de Córdoba donde siguen desafinando las notas ideológicas
La Orquesta de Córdoba anuncia la salida inmediata de su director, Carlos Domínguez-Nieto, tras cinco años al frente
Tambores de guerra en la Orquesta de Córdoba. El cese de su director Carlos Domínguez cinco años después de su llegada -y de una tarea más que notable en ese tiempo que se debe aplaudir aunque algunos tuerzan el gesto- a mitad de temporada se ha querido que pase medio desapercibida. Sin muchas explicaciones ni por parte de los miembros del Consorcio que forman la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento (a los que usted puede ver en todos los conciertos), ni por parte de la dirección del ente -con un escueto comunicado lleno de tópicos como cuando se echa a un entrenador de fútbol- y, ayer, sí que tuvimos la versión del afectado.
Todos nos han llevado la vista al episodio de los niños en un concierto y las presuntas malas formas que el director de la agrupación de la sinfónica les hubiera tenido hasta el punto de echarlos de la sesión, cuando se trataba de menores con discapacidades importantes. Domínguez se defendió ayer negando que haya expulsado a niños de un concierto, aclarando que desconocía su presencia en el teatro dentro de una actividad con más niños y cuestionando los modos de su cese, filtrado a la Prensa antes de que se abordara en el consejo rector.
Que a Domínguez le tenían ganas desde dentro los músicos y algunos representantes sindicales y políticos, es ya de dominio público. «La gota que ha colmado el vaso», han dicho algunos. Que los integrantes del consorcio le dieron una especie de última oportunidad hace unos años antes esas discrepancias, también resulta contrastable. Que no se puede echar a veinte músicos -siguiendo el símil futbolístico- y sí al técnico cuando el ambiente en el vestuario es irrespirable, es casi axiomático, a sabiendas de que las culpas puedan ser más justas.
Los vaivenes en la Orquesta de un tiempo a esta parte son frecuentes: gerentes y directores alternan repertorio (Domínguez ha durado algo más de lo habitual), pese a que el trabajo artístico sí parece haber mejorado como la proyección social de la sinfónica. El tótem Brouwer parece irrepetible en esta partitura rota donde siguen desafinando las notas ideológicas con demasiada frecuencia.
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