Religión

Demetrio Fernández: «Que estoy en el final está claro, pero no sé cuándo, ni cómo, ni quién vendrá»

El obispo de Córdoba cumple 75 años, el momento de presentar la renuncia, y lo hace tras tres lustros en que se siente feliz por haber recorrido toda la diócesis

Demetrio Fernández, 50 años como incansable herramienta de Dios

Demetrio Fernández, el obispo batallador

El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, camina hacia su despacho Valerio Merino

La pregunta llega preparada porque tiene que publicarse el día en que el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, cumple 75 años y debe presentar su renuncia al Papa.

-¿Se siente como el anciano Simeón...

-Ja, ja.¿Más anciano todavía?

-... ... que pidió a Dios que lo dejara marchar tras haber visto al Mesías?

-No, porque yo voy a seguir actuando como obispo, aunque no sea obispo de Córdoba, con la jurisdicción sobre el territorio. Seguiré celebrando la misa todos los días, que para mí es lo más importante. Lo que cambia es si tengo que tener visitas aquí o no, si tengo que visitar un pueblo o no. El obispo lo es hasta que se muere.

-Y seguirá siendo obispo de Córdoba hasta que no haya otro.

-Si viene pronto el otro obispo, el obispo de Córdoba será él. Yo seré obispo emérito de Córdoba.

-Ya que lo menciona, ¿será pronto?

-Sí, claro. Más pronto ahora que hace 15 años. Que estoy en el final, está claro, pero no sé cuándo ni cómo ni...

-¿Ni quién?

-Ni quién.

-Si recuerda su llegada en el año 2010, tendría una misión. ¿Cree que lo ha cumplido en estos 15 años?

-Me propuse desde el principio conocer la diócesis, una diócesis grandota como Córdoba. El buen pastor es el que conoce a las ovejas, y las ovejas le conocen. Eso suponía, y creo que lo he cumplido, y me siento en esto muy satisfecho, visitar todas las iglesias, todas las parroquias, celebrar en todos los altares, acudir a todos los grupos, visitar todos los colegios. Lo he podido hacer varias veces, y doy gracias a Dios.

-¿No se ha dejado nada?

-Desde La Coronada, y Aldea de Cuenca, y Argallón, que son las aldeas más lejanas de Fuente Obejuna, hasta las aldeas de Priego. He subido al quinto pino, y he estado en todos los lugares. Cuando me siento en la mesa con los vicarios episcopales, soy el que mejor conoce a la diócesis, y hace 15 años era el que menos conocía a la diócesis. Todo eso lleva también el trato personal con todos los sacerdotes, de poder hablar a solas. El ir, como he ido, solo, porque no he tenido ni secretario ni chófer, me ha permitido contactar con cada sacerdote desde el minuto cero, tú a tú, lo cual lleva mucho a convivir. Cuando he hablado con ellos me dicen que es lo que más agradecen, que el obispo haya podido estar tan cerca, y que ellos hayan podido expresar sus preocupaciones, sus problemas, sus alegrías, sus logros. Sin intermediario, sin nadie que lo interrumpa.

-¿Les puede ayudar siempre?

-Yo lo he intentado, creo que sí. También ellos me han ayudado a mí, porque esa inmediatez me ha hecho ser testigo de muchas cosas que casi nadie sabe, ni siquiera la gente del pueblo. Cómo vive el cura, qué talante o tono de vida, qué come, cuánto descansa, cuánto gana, a quién se lo da. Me he encontrado con testimonios muy fuertes de sacerdotes que pasan muy desapercibidos, pero que están ahí dando el callo, gastando su vida. Y me he sentido muy edificado.

«De los 250 sacerdotes diocesanos, la mitad tienen menos de 40 años. Es la edad más baja de España»

-¿Cómo son los sacerdotes y los fieles que ha encontrado en Córdoba recorriendo toda la diócesis?

-Siempre es mucho más lo que se esconde que lo que aparece. La Iglesia Católica, en la diócesis de Córdoba, tiene una presencia y un influjo enorme. Ese día a día, ese sacerdote que escucha, que aconseja, que consuela, que visita a los enfermos. Todo eso no sale en los periódicos. Sin embargo, eso es lo que están haciendo todos los curas todos los días.

-Conocerán muchas necesidades.

-Claro. Te das cuenta de lo que aquella gente está viviendo, de la España vaciada, de la falta de servicios, de que el último que se ha ido, y no se ha ido todavía, es el cura. Eso lo ve la gente.

-La Iglesia reza para que haya sacerdotes, para que el Señor envíe obreros a sus mies. ¿Hay suficientes?

-Bueno, todo es relativo. Si la diócesis de Córdoba se compara con el conjunto de las diócesis de España, está en el ranking de las primeras. Pero si nos comparamos con hace 50 años en la propia diócesis de Córdoba, vamos siendo cada vez menos, porque hay menos vocaciones, los sacerdotes se mueren y el reemplazo no es el mismo. Sí debo decir que la diócesis de Córdoba tiene la edad más baja en toda España. De los 250 sacerdotes diocesanos, la mitad tienen menos de 40 años. Este año han entrado doce al seminario. En el último año se han ido cinco chicas de Córdoba a distintos monasterios de contemplativas, de vida apostólica. En la última ordenación han sido ocho. El seminario está muy bien asentado, funciona muy bien, porque la diócesis de Córdoba tiene sacerdotes muy capacitados. Yo al obispo que venga le diré, mira, te encuentras con una diócesis que lo tiene todo puesto, y eso no es fácil.

«Me propuse conocer toda la diócesis, visitar todas las iglesias y todos los colegios, y creo que lo he cumplido»

-Ya no hay tantas bodas por la iglesia ni bautismos ni tanta práctica religiosa. ¿Cómo vive un obispo eso?

-Pues lo vive con un deseo misionero. Recuerda el Papa en 'Evangelii Gaudium', 'la alegría del Evangelio', el deseo de llegar a todos. Ese es el deseo que a diario el obispo tiene y contagia. Luego no llegamos a todos, claro, pero eso hace plantearnos una pastoral de otra manera, para las personas que han dejado la práctica de los sacramentos, para las personas que viven situaciones irregulares. A todos la Iglesia quiere llegar y quiere invitarles a venir, a estar, a volver a casa. Todo eso lleva una pastoral distinta de cuando todo el mundo participaba de todo, al menos sociológicamente. Hoy no. Los sacerdotes que van saliendo están muy a tono con la época, con este tipo de pastoral, más misionera, de tú a tú.

-¿Y salir a buscar a la gente ahora, antes de que la gente venga?

-Sí, sí, claro. Jesucristo dice que el buen pastor dejó las 99 ovejas y salió a buscar una. Ahora pues hay que dejar la una para buscar las 99. Es un poco exagerado, pero sí, claro, pero es la dimensión misionera, de primer anuncio, de poner a mucha gente en contacto con Jesucristo, porque no lo ha estado nunca. Todo eso es importante y es una dimensión de la pastoral hoy, que no se tenía hace 20 años o hace 50. Cuando yo fui ordenado sacerdote, fui enviado a una parroquia en la que había mil niños. Podría decir que el 90% y no me atrevo a decir el 100%, iban a catequesis. Ahora, en aquella misma parroquia, si va el 50% no va mal. Y de ellos hay que bautizar a bastantes. Para eso está la Iglesia, para llevarles a Jesucristo, en maneras diferentes hoy que hace 50 años.

«La Iglesia es contramediática; hay una orquesta y de vez en cuando hay que desentonar»

-¿Y qué ha podido pasar?

-La secularización, el planteamiento de la vida sin Dios. Yo no digo que la gente fuera antes más religiosa que ahora, no lo sé, pero hoy la gente, o mucha gente, plantea la vida sin Dios y le parece lo más normal del mundo. Algunos, sin embargo, también incluso tras un proceso de alejamiento, han vuelto. Con lo cual los que están en muchos casos son más vigorosos que cuando estaban todos. Hemos decrecido en número y hemos crecido en intensidad. Y yo creo que esta es la perspectiva para el futuro. Que crezca la intensidad de la adhesión a Jesucristo, a su Evangelio, a la doctrina católica, aunque seamos menos.

-Ha hablado usted de muchísimos temas de interés público. Por ejemplo, la pobreza de muchos barrios.

-Parto de un núcleo evangélico: Jesucristo ha vivido pobre y nos invita a vivir pobres. A lo largo de la historia ha habido santos que han captado esta enseñanza y la han vivido más intensamente. El hombre de hoy es muy sensible a este aspecto: que la Iglesia esté cercana a los pobres, comparta y sea transparente en el manejo de sus bienes. Hasta el punto, lo dice el Papa Francisco, de que pueden faltar otros aspectos en una comunidad, pero no debe faltar nunca la atención a los pobres. El testimonio más importante es la pobreza voluntaria, que es la que dignifica. Porque la pobreza forzada, esa mata y degrada a la persona. Ese mensaje nunca es cómodo, pero el obispo no está para regalar los oídos de los oyentes, está para anunciar el Evangelio. Creo que soy muy sensible y procuro vivir muy austeramente. Y me doy cuenta que hay mucha gente a mi alrededor que no tiene ni siquiera lo elemental para vivir hoy en Córdoba.

El obispo, durante la entrevista Valerio Merino

-En otros asuntos de moral también ha sido usted bastante contundente y se le ha entendido menos. El aquelarre químico al hablar de la fecundación artificial, la Unesco fomentando la ideología de género y la cultura gay. ¿Cómo lleva la polémica?

-También eso es un arte: poderlo decir bien, oportunamente y que llegue a la gente. Unas veces uno acierta y otras veces no acierta. Yo estoy convencido de lo que he dicho. La forma no sé si era la más oportuna, la más apropiada. Yo sigo defendiendo la vida. El Papa Francisco hace pocos días ha llamado sicarios a los que practican el aborto. La Iglesia fundamentalmente es defensora de la vida y lo es desde el origen, desde la concepción hasta su muerte natural. Más urgente hoy, o tanto, es el final, porque en el final te arreglan los papeles en poco rato, y además legalmente. Y es Dios el que decide cuándo se muere uno, no el médico. Un niño tiene derecho a ser concebido del abrazo amoroso de sus padres. No hay ningún padre que tenga derecho a tener un hijo. Un hijo es un don de Dios. El único que tiene derecho es el hijo a nacer. Mediáticamente hay toda una comparsa. La Iglesia es contracultural y es contramediática. Los medios muchas veces responden a intereses superiores. Hay una orquesta y de vez en cuando hay que romper, hay que desentonar.

«Me parece estupendo poner de relieve el primer vía crucis del Beato Álvaro de Córdoba. Lo harán bien»

-¿Y es difícil ir a contracorriente, aunque la ola lo arrastre?

-Cuando uno va con la corriente es cuando se le lleva. No se trata de llevar la contraria a nadie. Se trata simplemente de ser fieles al Evangelio, que es lo que uno pretende ser.

-En octubre se celebrará un nuevo Vía Crucis Magno. ¿Qué le parece?

-Me lo preguntaron y dije que estupendo. Es por poner en relieve el vía crucis que el Beato Álvaro introdujo desde Córdoba a todo el occidente, y yo creo que en Córdoba hacemos muy bien en subrayarlo. En las anteriores el resultado ha sido muchísimo más positivo que las pequeñas dificultades. Quienes están haciéndolo tienen capacidad y lo harán bien.

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