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Tradición

El origen de las Cruces de Mayo de Córdoba

La cita tenía raíces, pero brotó hace un siglo y se hacía en los patios engalanados, hasta que ambos se separaron

Mapa de las Cruces de Mayo en Córdoba

¿Cuáles son las principales flores que se usan en las Cruces de Mayo?

Dónde aparcar para ver las Cruces de Mayo de Córdoba

Cruz participante en el concurso de 1960 Ladis / Archivo municipal de Córdoba
Luis Miranda

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La fiesta de las Cruces de mayo, la que abre todos los años el mes festivo de Córdoba, hace cien años en los que ha evolucionado y cambiado tanto conservando la esencia. Por eso, en 2024 se celebra su aniversario de forma simbólica. De hecho, se conmemora el momento en que el Real Centro Filarmónico Eduardo Lucena instaló una cruz en el patio de su sede social.

En ABC de Córdoba analizamos el origen y la historia de las Cruces de mayo en Córdoba, donde la religión está muy presente.

1924, el año de las primeras Cruces de mayo

La primera cruz que se hizo en Córdoba tenía un claro carácter festivo, porque la encargó al escultor Fernández Márquez y se adornó con flores. Su escenario fue uno de los patios del palacio de los Páez de Castillejo, la sede del Museo Arqueológico de Córdoba, pero también hubo vecinos que engalanaron el entorno del Cristo de los Faroles.

Al año siguiente, y en vista de que había gustado aquella fiesta que consistía en engalanar la cruz y cantar y bailar alrededor de la música, fue cuando el Ayuntamiento de Córdoba instauró el concurso, con 20 participantes inscritos: 9 entidades sociales y once domicilios.

Aquí está una de las principales diferencias con las Cruces de Mayo de este tiempo: casi siempre eran cruces de interior, populares. Para algunos estudiosos, no es que las Cruces y los Patios coincidan en el tiempo, sino que al principio eran lo mismo. Los vecinos que residían en casas populares adornaban los patios porque en su interior estaba la cruz, que también se adornaba con flores, propias del quinto mes del año.

Tradición cristiana

Las cruces de aquellos comienzos recogían una larga tradición cristiana, que era la de la fiesta de la Invención de la Cruz, el 3 de mayo. En ella se celebra el momento en que Santa Elena, madre del emperador Constantino, encontró el madero en que había muerto Jesús para la redención de la humanidad.

Desde los primeros años de la cristiandad se hacía en mayo, poco después de la Semana Santa, porque era una fiesta necesariamente relacionada con la Pascua, con la Resurrección, y si aparecían las flores es porque la mayoría nacían precisamente en esa época.

El sudario de flores blancas

Aquella tradición se había perdido y cuando se recuperó lo hicieron de una forma distinta la actual. Eran de menor tamaño y adornadas de una forma mucho más artesanal que ahora. En parte, esto se debe a que la disponibilidad de especies no era tan grande, y tenía que aparecer necesariamente el sudario blanco sobre el madero.

Ahí conectaba la fiesta con la Semana Santa, porque así aparece la cruz tras las imágenes de la Soledad o las Angustias, tras haber descendido el cuerpo muerto de Jesús. Las fotografías antiguas muestran este tipo de cruces en montajes en que abundaban las mantillas.

Distinción entre los Patios y las Cruces

En la década de los 30, los Patios y las Cruces empezaron a separarse. El poeta Pablo García Baena, tan apasionado por las tradiciones de la ciudad, creía que tenía que ver con los nuevos aires laicistas de la II República. La cruz desaparecía y el patio pasaba a primer plano con su arquitectura y sus flores, pero la idea de los vecinos que colaboraban se mantenía.

El nuevo concurso municipal nació en la década de 1950, cuando era alcalde Antonio Cruz Conde, y eso contribuyó a separar los Patios de las Cruces. Los primeros seguirían siendo una cuestión de los habitantes de una cierta casa, fueran una o más familias, y estaban, como no podía ser de otra forma, en el interior, mientras que las segundas ya salían a la calle y estaban a cargo de las asociaciones. En los años 50 y 60 tomaron mucho protagonismo las peñas, y en los 60 y 70 también las asociaciones de vecinos y las cofradías.

Cruz del Pozanco, ganadora del primer premio en el año 2000 Rafael Carmona

Eran tiempos en que bullían por todas partes las personas que se agrupaban en torno a ideas, a intereses comunes y a devociones. Las cruces eran también de mayor tamaño, sin el sudario de la etapa anterior, y casi siempre de claveles rojos, como sucedía en otras ciudades como Granada.

En aquel tiempo se preferían espacios pequeños en pleno Casco Histórico, que recreaban en cierta forma el ambiente del patio. Era famosa, y acumuló muchos premios, la que instalaba la peña El Limonero en la plaza del Pozanco, entre las iglesias de San Agustín y del Juramento de San Rafael.

Lo recoleto de la zona hacía posible una estética cerrada que recordaba mucho a la que había en el interior de las casas, y a eso ayudaba la profusa decoración en las paredes, en lo que participaban los vecinos. Entre los años 1994 y 2000 rara fue la edición en que este lugar clásico de la Ajerquía no se llevó el primer premio.

Muy cerca de allí está la plaza del Huerto Hundido, que también estaba a cargo de una peña y donde eran famosos los pinchitos caseros, porque las Cruces es una fiesta en que se come y se bebe. Y en el mismo radio, y también cerca del Pozanco, cosechó muchos galardones la de la hermandad de Jesús Nazareno en la plaza del Padre Cristóbal.

Las peñas sostuvieron la fiesta desde los años 50 y después se les unieron las asociaciones vecinales y cofradías

Hermandades y vecinos, los encargados de las Cruces

Llegó a partir del siglo XXI en que las peñas perdieron protagonismo en las cruces a favor de las hermandades, que preferían espacios abiertos sin dejar de ser monumentales. Por eso tomaron fama la de la Paz en el entorno de la Cuesta del Bailío, uno de los más hermosos de la ciudad, y la del Señor Resucitado en la plaza del Conde de Priego, junto al monumento a Manolete. A su vez, también comenzó a evolucionar la estética.

Las asociaciones vecinales y sobre todo hermandades comenzaron a bucear en la creatividad para buscar nuevas especies, colores que tuvieran un sentido simbólico y diseños que aludieran a alguna efeméride. Por ejemplo, la del Resucitado tuvo en 2017 flores de color rosa palo, el tono del traje que Manolete vestía en la fatal cogida de Linares, de la que se cumplían entonces setenta años. La fiesta evoluciona al mismo ritmo que la sociedad.

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