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Sociedad

Ascensores en Santuario, una bendición que sube y baja

Reportaje

ABC recoge testimonios de familias y vecinos que ya disponen de un montacargas o están a punto de tenerlo. La instalación ha sido posible gracias a las ayudas públicas, pero sobre todo al esfuerzo y paciencia de los propietarios

El Ayuntamiento quiere llegar a 3 millones anuales para rehabilitar viviendas y poner ascensores

El área de rehabilitación del Santuario tiene ya 77 solicitudes de ayudas sobre la mesa

El matrimonio de Paco y Mari sube en el ascensor panorámico de su bloque, uno de los pocos de este tipo que existen en el barrio Valerio Merino
Rafa Verdú

Rafa Verdú

Córdoba

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Santuario es un barrio de los de toda la vida, donde sus residentes se conocen desde hace décadas. Comparten bares, tiendas, colegios y espacios públicos, de los que está bien dotada una zona que fue levantada de la nada hace algo más de medio siglo. Hay en torno a un millar de viviendas, casi todos en bloques de cuatro plantas. En la época en que se construyeron los pisos, no se consideraba necesario dotar de ascensores a todos los edificios, con la intención de hacer más asequible la compra. Hoy aquella decisión de los promotores se revela como un fallo de diseño que las administraciones llevan tiempo intentando solventar, no siempre con éxito.

La Junta de Andalucía puso en marcha un plan para instalar elevadores en ese tipo de viviendas, donde además suelen residir personas mayores con problemas de movilidad. Fue poco antes de la crisis del ladrillo, y se consiguió adaptar con ese proyecto bastantes bloques en algunas zonas concretas de Santuario. La subvención alcanzaba hasta el 95 por ciento de la obra, con lo que los vecinos de cada bloque apenas tenían que aportar una minucia. La recesión económica se llevó aquel plan por delante.

La Junta siguió con ayudas mucho más modestas y abundaron también las promesas electorales en diferentes campañas autonómicas. El papeleo y la burocracia terminaron enterrando las expectativas de muchos vecinos, que han tenido que pelear durante lustros para disponer de un ascensor a un precio asequible. Y no todos lo tienen aún en este barrio populoso.

Vista general del barrio en la que se aprecia la tipología de las viviendas: bloques de tres plantas más bajo habitable, construidos hace medio siglo Valerio Merino

El último programa de la Consejería de Fomento incluye ayudas no sólo para los ascensores, sino también para otro tipo de arreglos y reformas. Sólo en la zona de Santuario y la barriada de San José Obrero se recibieron a lo largo de este año formalmente 67 peticiones, de las que 25 eran para colocar un montacargas. La Junta cree que hay dinero para colocar hasta 42 ascensores, lo que en la práctica supondría tener a todo el barrio cubierto tras años de espera.

La Administración autonómica entiende que, en condiciones normales, la subvención pública puede alcanzar hasta el 65 por ciento del coste de la obra, y sólo en casos excepcionales de falta de recursos se podría llegar al 100 por cien. No obstante, la Consejería aún tiene que resolver la concesión de estas ayudas, que se espera que estén en un breve plazo de tiempo ya que el dinero está disponible a través de los fondos europeos.

Una vez lleguen las resoluciones definitivas, las comunidades beneficiarias se encargarán de contratar los proyectos para la ejecución de las intervenciones subvencionadas y las obras. El Ayuntamiento de Córdoba, de cara a los proyectos, ha recordado que tiene un convenio de colaboración con el Colegio de Arquitectos, con precio tasado.

Un cartel anuncia que la rehabilitación del bloque, incluyendo la instalación de ascensor, se hace con fondos de Vimcorsa; hay más actuaciones similares en marcha ahora mismo en Santuario Valerio Merino

El Consistorio cordobés tiene su propio sistema de ayudas para la rehabilitación de viviendas del que ya se están viendo los resultados en el barrio de Santuario-San José Obrero. Allí abundan los carteles que anuncian que las reformas y colocación de ascensores se está llevando a cabo con la ayuda de Vimcorsa, cuya aportación suele ser más modesta que la de la Junta de Andalucía.

En toda la ciudad, el Ayuntamiento de Córdoba ha subvencionado la colocación de 51 ascensores en otros tantos bloques de viviendas. Ahora la idea consiste en ampliar el plan hasta llegar a los tres millones de euros de inversión anual.

Mientras tanto, los residentes de este barrio al Oeste de la ciudad siguen haciendo su vida y luchan por colocar un mecanismo que les haría todo más fácil. ABC ha recabado los testimonios de varios vecinos de Santuario y San José Obrero.

Paco y Mari, Pasaje de los Comuneros

«Se murió mi madre y no pudo ver el ascensor»

Quienes saben bien lo que es la vida antes y después de disponer de un ascensor son, por ejemplo, Paco y Mari, un matrimonio de mediana edad que vive en la cuarta planta de uno de estos bloques que aún conservan el tejado de amianto, prohibido en la construcción desde hace años, justo frente al instituto Lope de Vega.

En esta comunidad de vecinos de Santuario tuvieron que bregar durante una década para conseguir las ayudas de la Junta para instalar un ascensor, que lleva en funcionamiento unos cinco años. Pasó tanto tiempo en la tramitación que «se murió mi madre y no pudo ver el ascensor», recuerda con tristeza la mujer, poco después de acceder al portal de su vivienda.

Esa es una situación que se ha repetido a lo largo y ancho de Córdoba, ya que el tiempo transcurrido entre la primera solicitud ilusionante y la realidad es demasiado extenso. Hay casos en los que tras más de 15 años de negociaciones y paseos por las administraciones aún no han visto el elevador colocado en sus viviendas.

Paco y Mari aseguran que «estuvimos esperando unos ocho o diez años» desde la primera solicitud a la Junta de Andalucía, a pesar de que «pagamos» las cantidades que se exigían y después «se retrasó» el plan de instalación.

El matrimonio se muestra encantado con el ascensor, que resulta ser uno de los pocos panorámicos que existen en el barrio. Pero no lo usan siempre, «preferimos subir escaleras mientras podamos», declara Paco, y sólo se montan «cuanto traemos una compra grande». Es una buena manera de mantenerse en forma sin tener que acudir al gimnasio a diario.

Juan, Pasaje de los Comuneros

«Llevo toda mi vida aquí y no me quiero ir, aquí tenemos de todo»

En el mismo bloque que el matrimonio de Paco y Mari reside desde hace 40 años Juan. «Llevo toda mi vida aquí y no me quiero ir, porque aquí tenemos de todo», manifiesta. Además, su bloque es un modelo de convivencia: no hubo ningún problema para pagar entre todos la parte correspondiente del ascensor, un artefacto que no resulta barato. Sólo la arqueta para aumentar la potencia eléctrica necesaria para el elevador costó 2.500 euros que pagaron los vecinos al alimón. «Aquí si se rompe una cosa abajo, se arregla; y si se rompe arriba, también se arregla».

El ascensor se puso con acristalamiento, «es más caro pero nos gustó más a los vecinos de ese modo», rememora Juan, que asegura que ahora «la gente está muy contenta, la única pega que ponemos es que son muy pequeños, pero es normal porque no había más sitio».

Juan emplea el ascensor de su bloque, uno de los pocos acristalados de la zona Valerio Merino

El elevador se pudo poner gracias a una subvención de la Junta de Andalucía que cubrió el 47 por ciento de los costes. Los vecinos pusieron de su bolsillo unos 3.000 euros cada uno para completar la instalación.

Hoy habrían tenido que poner mucho más, ya que las ayudas públicas no llegan hasta esos porcentajes y dependen del nivel de ingresos de la comunidad que lo solicita. Antes, sin embargo, las subvenciones daban para mucho más ya que cuando se comenzaron a colocar los ascensores, justo antes de la crisis del ladrillo, la Junta de Andalucía se hacía cargo del 95 por ciento de la factura. Hay zonas en el barrio de Santuario en donde se colocaron de ese modo. Pero la Administración autonómica, «en vez de dar más dinero, dio menos», se lamenta Juan.

Pedro Román, Pasaje Poeta Belmonte Müller

«Ahora los vecinos estamos más contentos»

Pedro Román, a sus 73 años, lleva 50 viviendo en el mismo piso de un pasaje situado en un lateral de la calle Poeta Antonio Gala que también disfruta ya de un ascensor, en este caso más reciente (dos o tres años, ya que se colocó poco antes de la pandemia, según la memoria de este hombre que se mueve con soltura). «Estoy aquí desde que hicieron los bloques», sostiene, hace ya casi medio siglo.

Ahora con el ascensor los vecinos están «más contentos» ya que muchos de ellos son «personas mayores» o con dificultades de movimiento. La queja de Pedro viene por el coste que tuvieron que asumir los vecinos: unos 6.000 euros en su caso, ya que posee dos pisos unificados en una sola vivienda, una tipología que se da con cierta frecuencia en el barrio de Santuario ya que las casas originales eran demasiado pequeñas para una familia media.

La instalación de los ascensores en estos bloques obliga a dejar un pasillo muy estrecho aunque dentro de los márgenes legales, como puede verse en el bloque de Pedro Román

No todos comparten la alegría. Una vecina de uno de los bajos (en el barrio la mayoría de los bloques tienen la planta baja como vivienda en vez de locales comerciales) aseguraba con tono de broma que «yo no estoy contenta con el ascensor porque yo no lo uso». Es una actitud que suele repetirse en las comunidades de vecinos, aunque por lo general en Santuario esto ha sido un problema menor.

José Modesto Herrera, C/ Poeta Antonio Gala

«Estoy loco por el ascensor para porder irme de presidente de la comunidad»

José Modesto Herrera es el presidente de la comunidad de vecinos del bloque ubicado en la calle Poeta Antonio Gala número 16, que aún no dispone de ascensor. Pero le queda poco. Gracias a las ayudas de Vimcorsa, la empresa de vivienda del Ayuntamiento de Córdoba, las obras ya están en marcha. Si todo va bien, en marzo podrán disponer de toda la maquinaria operativa. «Estoy loco por que termine para poder irme de presidente de la comunidad», confiesa José Modesto.

José Modesto, presidente de la comunidad de propietarios, supervisa las obras del ascensor en su bloque, que deberían terminar en marzo Valerio Merino

No es para menos, ya que este hombre que no aparenta sus 78 años lleva unos 15 años batallando con la Junta de Andalucía para conseguir la subvención, que le fue negada en dos ocasiones. La primera, con el proyecto de obra redactado y las tasas pagadas a la Gerencia de Urbanismo, «a la hora de la verdad no fueron a firmar por parte de la Junta y nos quedamos fuera», por lo que el proyecto perdió su validez. A partir de entonces contrataron a un administrador de fincas para gestionar las ayudas, que volvieron a pedir «hace tres o cuatro años». De nuevo se la negaron, esta vez aduciendo una excusa: el bloque tenía 12 viviendas pero en el Catastro aparecen 16, dado que había propietarios que habían unido dos fincas. Se enfadó tanto en los despachos de la Junta que reconoce que «me echaron de allí». Al final, la solución vino de la mano de Vimcorsa.

Ahora todos los vecinos «estamos muy contentos» porque «hay algunos que no salen a la calle y otros que sólo pueden acompañados», aunque han tenido que desembolsar una cantidad importante ya que la empresa municipal sólo aporta unos 20.000 euros. Cada vecino debe poner 3.400 euros de sus ahorros, «que hemos empezado a pagar antes de que esté puesto el ascensor».

Otros residentes del bloque aseguran que la iniciativa es «una bendición». Así lo indican el matrimonio de María y José, cuya madre tiene 90 años «y no puede salir de casa». Llevan 48 años viviendo en el mismo piso, «lo inauguramos nosotros», aseguran. Y no quieren irse, sino mejorar su calidad de vida con un elevador.

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