EL NORTE DEL SUR
La última meta del corredor de fondo
El año pasado llovió mucho hacia la mitad de la carrera, que viene a situarse en la travesía de Villarrubia, y desde donde empieza ya a verse el castillo, que a unos les alivia porque da cuenta de la distancia dejada atrás y a otros les agobia porque crea la falsa ilusión de que el final del recorrido anda cerca cuando en realidad queda mucho por delante. Hace doce meses, el agua cayó con furia durante al menos siete kilómetros. Estorbaban las gafas de sol, que se empañaban y se volvían inútiles, las camisetas térmicas se pegaban al cuerpo empapadas, las zapatillas no daban zancadas sino que chapoteaban sobre el pavimento encharcado por tramos. Pero el pasado domingo era un domingo de sol. De mucho sol. Hacía calor. Desde el principio. El concejal Emilio Aumente, que guarda en sus piernas buena memoria de corredor, fue el encargado de dar el pistoletazo de salida en la calle Escritor Conde Zamora. En torno a mil mediomaratonistas salieron en dirección a Almodóvar del Río con sus calcetines altos o bajos, con sus mallas, con sus felpas de colores, con sus móviles y sus auriculares, con sus sonrisas, con las pulseras de sus hijos en las muñecas, con sus bromas. Con sus silencios. Era la edición número treinta de la prueba, una de las dos de media distancia que se celebra en Córdoba y que supone la antesala de la que se organiza en la capital, prevista el último fin de semana de noviembre y cuyas plazas, siete mil, hace tiempo que están agotadas.
Una media maratón. Veintiún kilómetros. La carrera perfecta según muchos aficionados porque se impone a la fugacidad de las de diez kilómetros, cada vez más populares y que ya casi las termina cualquiera aunque sea a ritmo de tortuga. Pero una media impone: no son cuarenta y dos kilómetros pero el esfuerzo que hace un deportista para completarla se le parece mucho; además, para afrontarla con ciertas garantías de no caer en el desfondamiento es preciso seguir un entrenamiento rígido y constante.
La clásica de Almodóvar. Cientos de runners surcando la carretera autonómica. Habitantes de las parcelaciones de la Vega, primero de El Higuerón y después de Villarrubia, que salen a las cunetas a aplaudir y darles ánimos. Los camareros de las ventas que también se apuntan como público entusiasta. Un par de jinetes que trotan al ritmo de los corredores en el camino terrizo que discurre paralelo a la senda de asfalto. A la derecha del sentido de la marcha, las primeras estribaciones de la Sierra que se erige con sus verdes oscuros en contraste al paisaje pardo de la planicie que la antecede. Y a la izquierda, un AVE que pasa raudo en dirección a Santa Justa. Ya a punto de girar hacia la entrada al pueblo, una rampa suave pero dura a esas alturas. Enseguida los vecinos de Almodóvar que hacen pasillo hasta la meta. Nunca sabe uno cuántas le quedan por cruzar.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete