CRÓNICAS DE PEGOLAND
NIETO
La experiencia que da el fracaso, que dijo el escritor. No siempre se puede ser una futura promesa
SERIAMENTE convencido de que el mundo se divide entre los imbéciles en potencia y acto, al modo aristotélico, resulta cuasi milagroso la existencia de seres humanos que se apasionan y dan saltos como consecuencia de la elección de otros seres humanos para cargos públicos. Los grandes problemas de España —bajo mi humilde punto de vista— son, por un lado, que se encuentre a un palmero tras cada esquina y, por otro, la proliferación de bares pijos, aunque de eso hablaremos otro día. Las fiestas electorales, a pesar de que debería haberme acostumbrado ya, me son tan extrañas como una talla XXL a un pigmeo.
Todo debe estar relacionado con las expectativas y las ilusiones. Le tengo mucha envidia a los creyentes, a la gente que es capaz de confiar en otro hasta el punto de dar botes en una fiesta o, incluso, meterse con los pobres de la procesión de María Auxiliadora, que hay que ser cretino. Sobre todo, en la política, una actividad humana que consiste, fundamentamente, en incumplir lo que los demás esperan. Cada vez que un político sale elegido por primera vez solo puedo pensar que las cosas van a ir a peor. Siempre a peor.
De estas elecciones, como en las novelas buenas, me interesan los que pierden. El éxito, ya sea simulado o real, es efímero como una novia caprichosa. La cara de fracaso se queda por muchos años y se arrastra por los bares de copas, entre bisbiseos de las vecinas al comprar la barra de pan Polvillo.
José Antonio Nieto se está preguntando lo de «qué he hecho yo para merecer esto», cosa perfectamente plausible en su caso. Es lo que han hecho todos en su lugar. La Alcaldía supone un oficio peculiar, donde existen personas que cobran por darte la razón. Eso supone que cuando las cosas van mal hay largas colas de tipos que despellejan casi por oficio. Incluso, los que antier hacían turno para aplaudir, convertidos en populares de última hora. A los alcaldes se le ponen cara de próceres, de gente ante la que solo cabe asentir, y es en estos momentos, cuando desalojan los de Stop Desahucios, que todo el mundo estaba plenamente convencido de los errores de la estrategia.
Tengo para mí que Nieto nunca estuvo cómodo del todo en el traje de alcalde, que nunca besó como un profesional a las viejas y a los niños. Porque un alcalde tiene, como principal misión en la vida, repartir besos muy por encima de lo que este hombre considera que es su oficio. Que a él le va más otro rollo, que es lo que hará en unos meses, si no se le va la olla y se queda de exalcalde en la oposición, cosa que sinceramente no se le aconseja desde esta humildo esquina. Que confundió la política con la administración y que nunca tuvo a gente muy buena alrededor sino muy fiel. Dicho lo cual ahí quedó la cosa sobre el alcalde de Córdoba entre 2011 y 2015. Que llegan los nuevos y hay que bajarles los humos para que sepan de qué va esto.
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