PRIMERA PLANA
LA CAÍDA LIBRE DEL PP
A Nieto lo lanza al vacío su partido con temas nacionales, pero él no tuvo un paracaídas propio para mitigar el golpe
En la noche del domingo, el Hesperia era una morada en la que no hallaban descanso sus ocupantes: simpatizantes, afiliados y cargos del PP. Los populares, pese a ganar, se hundían y se conocía que sólo retendrán el bastón de mando si PSOE, Ganemos e IU no forman un tripartito, que se dará sí o sí o sí —salvo que lo que resta del recuento genere algún cambio, que no lo parece—. Cuando el alcalde y candidato del PP, José Antonio Nieto, compareció ante su parroquia, hizo lo que pudo para sacarles del cuerpo la decepción que les poseía. Lo que no hizo fue autocrítica. Usó el extintor que los políticos guardan con ellos en una vitrina a romper en caso de batacazo: culpar a la comunicación. El otro factor de retroceso, a su juicio, está en el cambio del escenario estatal, con la irrupción de Podemos y Ciudadanos.
Son pocas explicaciones para haber perdido un 36% de los votos respecto a 2011 y la mayoría absoluta. Está claro que a Nieto, como a otros candidatos de su formación, el empujón al salto al vacío se lo dio su partido, con una imagen muy deteriorada por los recortes que ha tenido que ejecutar el Gobierno central y por su falta de reflejos con los casos nacionales de corrupción. Eso sí, una vez estaba en caída libre, no ha tenido un paracaídas propio con el que mitigar el porrazo.
No tenía instrumental para frenar las tres hemorragias por las que se le han ido los apoyos a borbotones: los simpatizantes del PP que se quedaron en casa; los afines a los populares que se divorciaron de ellos para ennoviarse con Ciudadanos y los habitantes de Fuensanta, Levante, Cañero o Sur, caladeros tradicionales de la izquierda en los que Nieto faenó tan bien en 2011 que fueron clave para su mayoría absoluta. Las heridas que le amputarán el bastón de mando al PP son varias. Algunas han sido más superficiales, como una campaña de perfil político plano en la que no dedicó ni un minuto, por ejemplo, a reseñar que el programa de Ganemos parece elaborado por los guionistas de los «Mundos de Yupi».
Mucho más letal para el PP ha sido renunciar a patearse la calle para explicar hitos que logró este mandato —el saneamiento de las arcas municipales o la relevancia del Centro de Convenciones— y también algunos fracasos —las obras de la vieja Escuela de Magisterio—. Eso a los populares, como a los socialistas y a IU cuando gobiernan, les ha dado pereza. No han querido salir más de sus despachos y bajar al asfalto para explicar en un bar, un parque o un centro cívico lo que han hecho estos cuatro años. Esto puede ser desagradable y resulta bastante más incómodo que los actos para convencidos en hoteles de cuatro estrellas, porque hasta que los parroquianos dejen hablar a cualquier ser vivo con cargo público pueden pasar varios minutos de improperios. Pero con eso el PP se hubiera ganado el respeto de esos ciudadanos que ahora le han dado la espalda y le han pedido de vuelta aquel voto que le dejaron prestado en 2011.
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