sanidad
Corazón número seiscientos
Una suelta de globos en Las Tendillas celebró ayer un nuevo hito en la historia de los trasplantes

Lo primero que escuchó Ana María al despertar de su trasplante de corazón en la UCI del Hospital Reina Sofía el pasado mes de enero fue el grito de sus hijos: «¡Felicidades!». Era su cumpleaños y abría los ojos para decir que se encontraba perfectamente tras librar con suerte dos envites en forma de infartos que la dejaron en coma dos semanas. Cumplía 51 años. Esta almeriense de casi 1,80 de estatura, casada con dos hijos, suma el trasplante número seiscientos este año, celebrado ayer con una suelta de globos por medio millar de alumnos del IES Maimónides y los colegios La Inmaculada, Divina Pastora y La Milagrosa en la plaza de las Tendillas.
La historia de este trasplante número seiscientos comenzó cuando el pasado mes de junio un infarto dejó maltrecho el corazón de Ana María. Una mala pasada de la vida que volvería a repetirle el 2 y el 4 de julio. Unas sacudidas que dejaron este órgano prácticamente inservible. «Un helicóptero la trasladó «in extremis» desde el Hospital de Torrecárdenas de Almería al Reina Sofía. «Logramos sacarla de esa situación con vida, pero sólo para que esperara hasta que llegara un órgano. No era fácil. Necesitaba un órgano de acuerdo a su cuerpo, una mujer más alta que yo, muy grande», recordaba a ABC el doctor José Carlos Robles, que es el coordinador de trasplantes del Hospital Universitario Reina Sofía.
«Como si viera a un ángel»
«Mi mujer ve al doctor Robles y es como si viera un ángel, y esto ha sido un milagro», reconoce a ABC el marido de Ana María, Antonio José López. Esta madre de familia recuerda entre lágrimas cómo fue su marido el que cogió el teléfono por la tarde y recibió la noticia de que ya tenían un órgano para ella en Córdoba.
«Yo estaba en mi casa de Almería, cuando me dice mi marido que ya tenía un corazón esperándome en Córdoba. Y tardé un minuto en coger unas cuantas cosas y montarnos en el coche. Llegamos a las 11 de la noche al Hospital Reina Sofía y a las 11.15 horas entré en quirófano. No tenía miedo, sólo quería vivir», explicó ante los medios de comunicación. «No he querido saber quién me ha dado su corazón, ni si es hombre o mujer; joven o mayor. Sólo quiero agradecérselo a su familia. Me han devuelto la vida. Mis hijos se han hecho donantes», reconoce orgullosa de ellos.
«Podemos estar orgullosos del país en el que vivimos», afirma el doctor Robles
Su marido no se olvida de esas más de cuatro horas en el coche, de Almería a Córdoba. «Conducía mi hijo, y atrás yo le decía a mi mujer que no se hiciera ilusiones porque a lo mejor no era la receptora idónea, o que podría ser que fuera en otro momento, pero ocurrió el milagro y era un corazón grande y fuerte perfecto para ella», recuerda. A Coordinación de Trasplantes está prohibido revelar el donante ni siquiera de dónde procede, pero la familia del donante sí que sabe que con su corazón ha salvado la vida de Ana María.
Ana María se encontraba en una situación crítica: si no recibía un corazón nuevo su vida corría peligro. Robles asegura que «podemos estar orgullosos del país en el que vivimos, donde la generosidad es muy alta y donde la ley establece unos criterios clínicos estrictos de acceso a estos órganos».
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