FÚTBOL
Cinco claves del descenso inexorable del Lucena
El derrumbe comenzó el 4 de junio cuando la junta gestora cedió sus poderes
El derrumbe del Lucena CF comenzó a gestarse el 4 de junio del 2014. Aquel día se firmó el prólogo de un capítulo funesto. La junta gestora cedió los poderes (así consta en la escritura pública) al tándem compuesto por Eduardo Bouzón y Javier Martí Asensio, presidente y director general respectivamente. La pasividad de la afición local y el desgaste personal y económico condujeron a los anteriores directivos a entregar el control del club a unos supuestos inversores madrileños.
El pasado de Martí (condenado en dos ocasiones por un concurso de acreedores irregular y un delito societario en el Real Mallorca) causó una inmediata desconfianza en el entorno de la entidad mientras que el máximo mandatario accedía al cargo como un perfecto desconocido. La primera temporada de los actuales administradores (en numerosas ocasiones han confirmado continuidad) concluye con el descenso a Tercera División tras ocho campañas en la categoría de bronce y una deuda que supera el medio millón de euros. La desaparición es un desenlace que se tolera como factible. Éstas son las claves del proceso.
Una junta directiva inexistente
Las apariciones de Javier Martí en Lucena se han reducido a los partidos en los que el conjunto de Rafael Carrillo actuaba como local. Con Eduardo Bouzón ausente durante los meses más recientes, las labores diarias correspondían al administrativo y al delegado. Pese a que el director general ha afirmado repetidamente que se dedica en exclusiva a organizar el Lucena CF y que aquello que depende de él se resuelve en «24 horas», los futbolistas opinan que «ninguno de los dos ha hecho nada aportar soluciones».
Unos impagos perpetuados en el tiempo
La nómina de noviembre es la última que han percibido integra los asalariados celestes. Desde pretemporada ya se advirtió una falta de liquidez que ha ido aumentando progresivamente. Como medidas de presión, los futbolistas se negaron a entrenar a finales de diciembre y amenazaron con renunciar a competir en El Palo a principios de marzo. No obstante, la única protesta que consumaron y han mantenido ha sido arrodillarse en el césped al inicio de cada partido.
Carencias en la plantilla
Enlazado con lo anterior, la escasez económica ha influido en el potencial de la plantilla. Con sueldos que en algunos casos no sobrepasaban los 200 euros, Víctor Vico (director deportivo que cesó en agosto) y Martí Asensio conformaron un plantel limitado cualitativa y cuantitativamente. En el mercado de invierno, a causa del retraso en el satisfacción de los emolumentos, abandonaron el equipo casi la mitad de los efectivos. Las lesiones, como las de José Hermosa, Sarmiento y Pepe Díaz, han mermado aún más un bloque que ha estado adiestrado por Juan Arsenal, Serafín Gil y Rafael Carrillo.
Disminución de la masa social
Las gradas del estadio Ciudad de Lucena han ido despoblándose de un modo imparable. En diez años –y por diversas razones- la afición celeste se ha debilitado considerablemente. Las modificaciones en el nombre, el escudo, el campo, el desengaño con las acciones que prometió el fallecido Jon Ander y la crisis global han reducido la hinchada a la mínima expresión.
Compromiso desigual en el vestuario
«En el autobús de regreso de La Roda había risas como si nada hubiera pasado», comentan desde el vestuario. Las penurias que han soportado los futbolistas han rebajado sus ilusiones. A algunos de ellos incluso les faltaban recursos para alimentarse. «Muchos de ellos no querían que Martí tuviera un equipo en Segunda B», señalan las mismas fuentes. Esto ha influido, sobre todo, a domicilio (sólo dos victorias). Hombres como Javi López, Sarmiento, Pepe Díaz, Domingo y Sergio Torres han ondeado la bandera del compromiso hasta el ocaso.
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