Estamos a tiempo

GABRIEL MUÑOZ CASCOS

No me dirijo a nadie en particular, sino a todos aquéllos que tienen en sus manos la posibilidad de modular la educación, las buenas costumbres y las ideas más racionales y creadoras para conseguir que la humanidad adquiera el buen orden y la sensatez que nos correspondería practicar a estas alturas de la historia.

Una vez dicho esto, creo que, si nos lo proponemos (todos), aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo del mundo con mayúsculas, y para ello debemos revisar nuestras actitudes abriendo la mente para conseguir el cambio deseado. En primer lugar, hay que ver lo que ocurre en nuestro entorno y reconocer que casi todos «nos hemos salido del tiesto».

Sería preciso que estas premisas nos llevaran a concluir: Que el dinero, aunque es indispensable para vivir, quien lo acumula en demasía es injusto con los demás y, además, no lo hace más feliz. Porque no hay que confundir la necesidad con la codicia, pues el derroche de unos pocos representa la miseria de muchos. Que el Señor nos dio un cuerpo para cuidarlo debidamente pero no para, anteponiendo la estética a la ética, darle un culto desmedido. Que la mente de los niños no se debe forzar, en aras de una supuesta formación, con enseñanzas inadecuadas para su edad. Todo en su momento y, mientras tanto, a fomentar más los valores morales y la educación cívica, de la que hay un gran déficit. Que la tecnología representa una gran ayuda para la humanidad, pero no debemos ser esclavos de ella. Que el amor es infinitamente más importante que el sexo. Que el respeto por las personas mayores, además de ser una buena norma de educación, es un acto de justicia. Que jamás debemos olvidar que somos hijos de Dios y, como tales, debemos conducirnos. Estamos a tiempo.

Estamos a tiempo

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