Gibraltar vierte toallitas, compresas y otros desechos en aguas protegidas por la Unión Europea

Pero nada más lejos de la realidad. Gibraltar sigue incurriendo en prácticas muy dañinas para el medio ambiente. Una de las más clamorosas, sin duda, es que nunca ha tratado sus aguas fecales ni residuales, que vierte directamente al mar en aguas que Reino Unido y el Peñón sostienen que son británicas pero cuya soberanía reclama España en virtud del Tratado de Utrecht de 1713, según el cual, nuestro país cedió a la Corona británica la ciudad y el castillo de Gibraltar con su puerto, defensas y fortalezas, pero no las aguas que lo rodean ni el istmo que lo separa de La Línea de la Concepción, unos terrenos que se suponía que eran territorio neutral pero de los que se apropió el Ministerio de Defensa británico levantando un aeropuerto en 1949 que comercialmente explota el gobierno gibraltareño.

Estos días se han hecho virales unas imágenes difundidas por Verdemar-Ecologistas en Acción en las que se aprecian estos vertidos y artes de pesca atoradas con toallitas, compresas y otros desechos procedentes de Gibraltar en la aguas que lo rodean. Los conservacionistas, una de las escasas voces beligerantes con la política de Gibraltar en materia medioambiental, denuncian además que estos vertidos acaban en unas aguas catalogadas como Zona de Especial Conservación del Estrecho Oriental protegida por la Unión Europea (UE).

Así, esta zona fue declarada a través del Real Decreto 1620/2012 de 30 de noviembre Zona de Especial Conservación y Lugar de Importancia Comunitaria del Estrecho Oriental. Se trata por tanto de un espacio marino protegido localizado en la zona este del Estrecho de Gibraltar, de la única conexión natural existente entre el Mediterráneo y el Atlántico y cuyas aguas atesoran una gran riqueza biológica con especies tanto mediterráneas como atlánticas, que destaca por su importancia como corredor migratorio para numerosas especies de interés.

Entre los hábitats naturales de interés comunitario en este lugar figuran bancos de arena recubiertos permanentemente por agua marina poco profunda, arrecifes, estructuras submarinas causadas por emisiones de gases y especies de interés comunitario como Tursiops truncatus(delfín mular), Caretta caretta (tortuga boba) y Phocoena phocoena (marsopa común).

La última colonia del viejo continente, de apenas seis kilómetros cuadrados de extensión, no tiene ríos ni lagos, ni espacio para un embalse. Se abastece directamente de agua del mar.

Gibraltar cuenta desde el siglo XIX con un sistema dual que aún persiste. Para el consumo humano emplean agua del mar previamente desalada en instalaciones de ósmosis inversa que la convierten en agua potable. Así, el agua recogida del mar es bombeada a depósitos y luego se suministra a la población a través de una red específica. El agua sin desalar se emplea contra los incendios, para la limpieza y baldeo de calles y para los inodoros de viviendas, centros de trabajo y locales comerciales, lo que supone la mitad del consumo de agua en la colonia. Aunque los gibraltareños tienen contadores para el agua potable y pagan por ella, no ocurre lo mismo con el agua salobre, que es gratis para el consumidor. Toda el agua residual va a parar directamente al mar sin ningún tipo de tratamiento.

Gibraltar sigue dando pasos para construir una estación para depurar sus aguas residuales tras años de infructuosos intentos. El año pasado publicó un pliego de condiciones para el diseño, construcción, financiación y explotación de una planta de tratamiento de aguas residuales urbanas. Tras las ofertas recibidas, designó a una empresa como licitador preferente. Se trata de ECO Water LTD.

El ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, achacó «los retrasos» a la «insolvencia» de las empresas a las que se había concedido inicialmente la licitación preferente. «Este proyecto significa que seremos capaces de atender las necesidades de Gibraltar de una forma que no ha sido posible hasta ahora. Espero que la construcción pueda comenzar lo antes posible», dijo entonces.

Desde el Peñón se insiste en que el uso de agua de mar para fines sanitarios plantea retos que no se presentan en otras plantas de tratamiento de aguas residuales, dada la salinidad del efluente de aguas residuales y los cambios de salinidad experimentados durante las tormentas.

La estación depuradora de Gibraltar se levantará en Punta Europa. El ministro de Medio Ambiente del Peñón, John Cortés, defiende que se trata de un paso adelante «muy importante y positivo para Gibraltar».

El pasado mes de agosto, en declaraciones a la radiotelevisión pública de Gibraltar, GBC, Cortés aseguró que esperaba que la firma del inicio de obras sea una realidad en los próximos meses y que el objetivo es que la planta depuradora esté terminada en dos años.

ABC ha preguntado al Gobierno del Peñón por el proyecto y su presupuesto, sobre el que se declinó dar detalles al estar aún en proceso. Eso sí, se asegura que la previsión es que las obras comiencen en la primera mitad del próximo año.

Pese a la gravedad de la situación por lo que supone en pleno siglo XXI y para el entorno natural esta práctica de no depurar sus aguas y arrojarlas al mar, Gibraltar, que busca encajar en la UE el Brexit, continúa además con su política de hechos consumados y sigue ganando terreno al mar sobre aguas españolas con rellenos para crecer en superficie y levantar ambiciosos proyectos urbanísticos.

Hace dos semanas conocimos que la Fiscalía de Medio Ambiente ha admitido a trámite una nueva denuncia de Verdemar-Ecologistas en Acción por la extracción de piedras de una cantera de Málaga que el Peñón utilizará para construir uno de sus macroproyectos, en concreto el de la Zona Este impulsado por la Fundación TNG Global. En su denuncia, los conservacionistas alertan de los impactos que están ocasionando estos rellenos, que sostienen son un delito, y pide que se abran diligencias de investigación. De nuevo, alerta de los estragos para la Zona de Especial Conservación y Lugar de Importancia Comunitaria del Estrecho.